Desde un lugar de Siero, cuyo nombre todos conocen, Pola,
siempre que llega el 23 de abril, y en las aulas y bibliotecas se recuerda la
muerte de Don Miguel de Cervantes, me
veo en la obligación de escribir unas letras que puedan compensar el mucho
olvido y desprecio que sobre el mismo existe, y eso que son multitud las calles,
avenidas, parques, cines, bibliotecas, librerías … que llevan su nombre y a
pesar de esto aún son muchos los mortales que desconocen la importancia del
tesoro literario y humano de Cervantes, de quien un buen día Antonio Machado dijo: “Me atrevería a decir
que leyendo a Cervantes me parece comprenderlo todo”.
Si el buen Dimas se convirtió en el último momento y acompañó
al Señor al cielo, también nosotros, hispanohablantes y demás ciudadanos del
mundo aún estamos a tiempo de ennoblecernos y conocernos más e introducirnos por los campos de la Macha, y descubrir
las miserias y grandezas del hombre, contadas por un anciano de azarosa y
agitada vida que, recluido en la
inhóspita cárcel de Sevilla- “allí donde toda incomodidad tiene su asiento”- por
difamación y calumnia de muchas aves de rapiña de entonces, da rienda suelta a
su desbordada imaginación y nos cuenta “la razón de las sinrazones” de su vida,
y nos deja su testamento vital, impregnado de realismo, humor, certezas, dudas…
y todo narrado con la intención de agradar, de complacer, de crear belleza y de
servir de ayuda en una de las épocas más
florecientes de nuestra historia, reinados de
Felipe II y Felipe III, pleno Siglo de Oro, donde la novela todavía no gozaba del aplauso
del público y después de un largo
silencio- llevaba más de veinte años sin publicar- y cuando el esplendor y la
miseria iban de la mano.
Miserias y grandezas que nos rodean en la España actual, en
la España del ordenador, del libro
digital, de las dentaduras para perros y
donde el respeto a la palabra dada, la honra y la fidelidad han quedado en el
olvido y donde vemos al vecino más como competidor que como prójimo, próximo, y donde la amistad se trueca en mero
porcentaje. ¡Qué no diría Cervantes de esta España nuestra! Temo que se viera
superado por las circunstancias, pues hasta de la necesidad se ha hecho timo,
rifa, fraude y si no que se lo pregunten a las 1.793.600 familias de nuestra
querida España ninguno de cuyos miembros trabaja, y tienen que soportar y
digerir los arcabuzazos diarios de comisionistas, asesores, logreros y
saqueadores del Tesoro público.
Dicen que leer quizás no nos hace más inteligentes, pero sí
menos ignorantes, y es a eso a lo que os invito ahora en tiempos difíciles, de
mudanza, de incertidumbre, cuando las estanterías están quizás vacías, por
ausencia de enciclopedias, y donde en esa aventura de leer no puede faltar ese
tomo del Quijote, bien editado, en buen papel, espaciosa letra y oportunos
grabados, de modo que facilite su lectura , y esto no es cosecha mía, sino
fruto de mis andaduras por las tierras de Siero donde un buen día, hace ya un
tiempo ,me encontré a un vecino de Viella que todos los días y desde hace
muchos años leía su capítulo diario del Quijote – ya tenía las pastas
originales desteñidas– y le venía bien, y
añadiría yo con lápiz en la mano para los subrayados.
Ahora que tanto nos lamentamos de la ausencia de valores y
principios su lectura puede amortiguar tal carencia. Si no hace mucho se decía
que un libro ayuda a triunfar, lo que no me cabe duda es que ayuda a sentirse
bien, como le ocurría a mi amigo paxarru. ¡Ponga un libro en su vida!
José Antonio Noval Cueto.