sábado, 27 de junio de 2020

“La quinta del Cruce Nuevo…”


Los parones tecnológicos a quienes más perjudican son a las personas analógicas como yo- el ordenador no me iba bien-, las de la vieja escuela, las de leer, pensar y si la inspiración viene, escribir…No hace mucho en una conversación con un antiguo alumno experto en informática le decía que ellos difundían y divulgaban con rapidez los mensajes, pero tenían una limitación importante, que carecían de contenidos para elaborarlos, y todo se debe a las prisas excesivas y al abandono de las Humanidades-  por cuestionar se cuestiona hasta el necesario estudio de la Filosofía, cuando son las ideas las que mueven y cambian el mundo,  sociedades y personas-  y viene todo esto a raíz de una foto colgada en la red por mi amigo Fidencio, integrante del  grupo “Nun yes de Lugones”. En ella aparecía un grupo de personas adultas, de diferentes profesiones, todos hombres, concretamente diecisiete incluido el fotógrafo y la mayoría criados y vecinos del Cruce Nuevo de Lugones, hoy, intersección de la Avenida de Oviedo y Gijón. Fue una cena, en el Bar Madrid, allá por 1998, y como plato fuerte unos exquisitos callos. Teníamos más hambre de palabras que de alimentos. No estaban todos los que tenían que ser, faltaban algunos, la mayoría por desconocimiento o por motivos de trabajo, ni todos los que estaban vivieron en  el Cruce Nuevo, pero todos jugábamos y convivíamos  en el Cruce Nuevo, en otro tiempo lugar neurálgico de la juventud lugonense, pues allí se ubicaba el Hogar de la OJE, donde se jugaba al ajedrez, damas , cartas(tute, brisca y subastau ) y reiteradamente al  ping-pong  alcanzando niveles de asombro. En tiempos más lejanos incluso hubo equipo de fútbol. No teníamos futbolín y para jugar íbamos al bar Roza, en el Cruce Viejo , hoy Avenida de Oviedo.


Hay fotos- de ésta han pasado ya casi veintidós años-  que obligan y más al verla navegar libremente  en la red, fenómeno para mí asombroso, pero aún así creo que esta imagen necesita de unas palabras que la precisen y a ello me dispongo, y es que con el paso del tiempo las fotos amarillean, se cargan de contenido, de  tristeza, de melancolía. Así uno comprueba que ya no estamos todos, que faltan tres, concretamente el fotógrafo, Juan Jesús Izquierdo, su hermano Ángel y Miguel el de Anfer, Miguelito, el “nietu del Filipino.


Creo que el título lo aclara todo. En esa cena se trataba de evocar una infancia ,valorarla, agradecerla y reivindicarla, pues en aquel entorno habíamos compartido alegrías y penas, ilusiones y fracasos que también ayudaron  a cimentar nuestra manera de ser, nuestra personalidad. Pasado ya cierto tiempo- algunos llevábamos sin vernos más de veinte años- el fiel de la balanza da positivo, de ahí la celebración y reencuentro, el compartir y revivir vivencias y recuerdos a corazón abierto. Nuestras familias nos habían educado con esfuerzo, renuncia y ejemplo. Sus prioridades y objetivos se centraban en: techo, comida y ropa, y si se terciaba y el chaval apuntaba maneras, estudio.  Nos educábamos entre nosotros y celebrábamos y lamentábamos todo. Nada nos era indiferente. Todo ello ha conformado lo que se puede denominar la “quinta del Cruce Nuevo”, que educada en el tuyo es mío y el mío tuyo, y en los juegos colectivos (la zapatilla, el pañuelo, tres ladrones a la mar, pio campo, escondite, pelota, banzones…) aúna dos características importantes : el afán de superación, según las metas que uno se marque, y el espíritu  solidario, de ayuda, de  apoyo a quien lo necesitaba. 


En aquel pequeño comedor, el de siempre, el de las grande partidas de “subastau”, a base del “te acuerdas” y demás aventuras, se recreo el Lugones fabril de los 60 y 70, del magnetófono, de radiocasete,  de los autobuses  Traval,  con conductor y cobrador, que daban la vuelta y aparcaban en pleno cruce ,en un amplio sobrante de camino, de las veces que uno se colgaba de los parachoques traseros cuando éstos giraban, del Hispano -Suiza de Higinio, de la “Lila”, la perra de caza de Jesús, el del garaje, de las lecheras que venían de Fonciello o Pruvia para llevar la leche a Oviedo, de las chocolatinas de la Cibeles y los cromos de Pinín, de las canciones del momento como aquella de “Cuando llegue septiembre todo será maravilloso”,“Ay Campanera”, de Joselito y Marisol, de los cines Nora y Avenida, de don Jesús, el párroco, del taller de Carril o de los saltos que dábamos desde la cuadra de Cesáreo a la huerta de Crisanto, cual si fuéramos expertos paracaidistas , de las clases espontáneas de oído de guitarra, del dúo Cevi, de los festivales folclóricos del Carbayu, de las escenas asturianas de Telvino, de las   carreras de bicicletas y la familia Cima, de los Gigantes y Cabezudos…y del asombro que todos sentimos cuando alguien nos enseñó la fórmula de convertir una guitarra tradicional en eléctrica, mediante el encaje de una pastilla…Eran los tiempos en que las clases de estrategia para el combate entre bandas rivales se impartían junto al letrero de Lambreta, en lo que hoy sería prolongación de Antonio Machado, sita en cercanías del antiguo cementerio, y como un día, reunidos, sentados en redondo, apareció Pacheco con su pala de dientes o triente para echarnos…Eran los tiempos de casa bajas y pequeñas o edificios de baja densidad, máximo tres alturas, sin ascensor y el pasamanos lo usábamos para deslizarnos con más rapidez de piso en piso, de descansillo en descansillo, y en las carboneras que estaban al fondo del portal y debajo de la escalera se guardaban y  echaban los primeros pitillos…


Era un Lugones a otra velocidad, más tranquilo, con pocas sorpresas y con el cuartel de la Guardia Civil en el centro como baluarte o defensa. Delante siempre el guardia de puertas pendiente de cualquier novedad, y detrás, cuadras y huertas, y en el verano, junto a la columna de alta tensión, grandes partidos de fútbol…


La noche iba pasando, se hacía tarde, y los recuerdos se hilaban unos a otros, que si musgo que cogíamos para poner el Nacimiento de la tienda de Nedina, que si reventamos una víbora e hicimos fumar a un sapo, que si convertíamos las puntas en espadas afiladas al ponerlas en la vía del tren, que si Doña Luisa y Don José, Don Víctor... o las aventuras de Guevu, como Sacristán…que la bici de corredor de Pocholo…¡Qué bonita, aunque me parece estar viéndola! Era de un color burdeos suave, metalizado...


Nos educamos unos a otros y así salimos. Fruto de ello son estas letras de recuerdo y testimonio, con la vana pretensión que este escrito permanezca, perdure, ya que todos nosotros tenemos casi menos caducidad que una mosca, y más ahora que los virus nos han declarado la guerra.  Ya para concluir y por si no ha quedado suficientemente claro, declaró, con orgullo y agradecido, que pertenezco a la quinta del Cruce Nuevo de Lugones. ¡Muchas gracias!



                          José Antonio Noval Cueto.


miércoles, 24 de junio de 2020

“Rufino Campal, de profesión: poeta…”


Si es difícil escribir una necrológica, más lo es a una persona que ha hecho de la poesía su afición, su vida; a una persona que, como bien ha dicho don Juan en la homilía de San Pedro, ha buscado siempre lo bello y bueno que tiene la vida, que lo tiene, a poco que tengamos la paciencia y humildad de buscarlo y reconocerlo . A una persona así es difícil encontrar palabras que la contengan y expresen, y es que escribir poesía es difícil, no está al alcance de cualquiera, -   Camilo José Cela reconoció su incapacidad para ella, y eso que al final de su vida nos dejó su testamento en unos versos acrósticos inolvidables-. La buena poesía es la mejor maestra del futuro escritor como reconocieron públicamente García Márquez y Francisco Umbral, excelentes prosistas, y es que la mejor prosa que he leído , valga la paradoja, es la escrita por poetas, véase Neruda, Pemán…


Ayer, domingo, 21 de junio, “desescalada del coronavirus”, se me comunica la muerte de Rufino y lo primero que hice fue acudir a sus fuentes, a un libro editado por el Patronato de Cultura de Siero, en el año 1998, titulado “Un viejo corazón y cien pianos”, que ocupa un lugar destacada en mi modesta biblioteca y que suelo leer o consultar con cierta periodicidad. No soy muy lector de poesía y cuando lo hago es en pequeñas dosis, para captar y expandir mejor el mensaje. Ayer una vez más me encontré con el torrente del Nora, con el discípulo de Cándido Sánchez, que me hace vibrar y sentir con sus versos, con sus vivencias y deseos. Versos de loa y alabanza, pero también de lamento y queja cuando ve a su Nora enfermo y fatigado, casi sin fuerzas, por la celeridad y consumo del presente. Verso libre de ataduras,  comprometido con él mismo, con su conciencia. Poesía que evoca paraísos de infancia y juventud en las orillas del Nora, el susurro del aire, la tranquilidad del entorno, la música del agua y el esplendor de la naturaleza y sus gentes. Rufino radiografía hábitos, costumbres, ilusiones, amores y desamores, aspiraciones de  época, de amigos. Es la suya una poesía vivencial, pegada al entorno y por ella circulan los emblemas de Pola, de Siero, y con cierta insistencia la añoranza del ausente que muy bien reflejan sus versos :”Mañana me voy a mi Pola, mañana me voy a mi Siero, que entre plegarias de amor tengo el corazón sediento…”, de su poema “Retorno continuado” . Hoy, 22 de junio, cuando la prensa comunica que suspende el Carmín,  a las 17:00 horas de la tarde, hora muy taurina y en un día de luz y sol,  Rufino retorna a la Pola, a sus parajes de infancia para confundirse con ellos, y es que para el viaje definitivo son sus mejores alforjas, en la seguridad que el Cristo de Santana cuidará de él.


A los que quedamos en el andén de la estación sólo nos queda darte las gracias por poner palabra a sentimientos, vivencias y recuerdos que el paso del tiempo no podrá borrar, cambiar, matar; en resumen, por inmortalizarnos, pues en tus poesías se exhala el perfume de Pola, de Siero, de cada uno de nosotros. Hoy no sé por qué confundía a Lope de Vega y Rufino cuando aquel nos hablaba de Lucinda, de sus álamos y flores, montes y ríos, amores y desamores, parlantes fuentes, sirenas y ninfas y por el medio unos versos que dicen: “ No ha menester fortuna el virtuoso; la virtud no se da ni se recibe, ni en un naufragio se pierde, ni es impropia…que la virtud es premio de sí propia…” Y tú, Rufino, has tenido la fortuna de ser un virtuoso poeta, y nosotros el privilegio de leerte y leerte. ¡Descansa en paz!


                                             José Antonio Noval Cueto.