Si es difícil escribir una necrológica, más lo es a una
persona que ha hecho de la poesía su afición, su vida; a una persona que, como bien
ha dicho don Juan en la homilía de San Pedro, ha buscado siempre lo bello y
bueno que tiene la vida, que lo tiene, a poco que tengamos la paciencia y
humildad de buscarlo y reconocerlo . A una persona así es difícil encontrar
palabras que la contengan y expresen, y es que escribir poesía es difícil, no está
al alcance de cualquiera, - Camilo José Cela reconoció su incapacidad para
ella, y eso que al final de su vida nos dejó su testamento en unos versos acrósticos
inolvidables-. La buena poesía es la mejor maestra del futuro escritor como
reconocieron públicamente García Márquez y Francisco Umbral, excelentes
prosistas, y es que la mejor prosa que he leído , valga la paradoja, es la
escrita por poetas, véase Neruda, Pemán…
Ayer, domingo, 21 de junio, “desescalada del coronavirus”, se
me comunica la muerte de Rufino y lo primero que hice fue acudir a sus fuentes,
a un libro editado por el Patronato de Cultura de Siero, en el año 1998,
titulado “Un viejo corazón y cien pianos”, que ocupa un lugar destacada en mi
modesta biblioteca y que suelo leer o consultar con cierta periodicidad. No soy
muy lector de poesía y cuando lo hago es en pequeñas dosis, para captar y expandir
mejor el mensaje. Ayer una vez más me encontré con el torrente del Nora, con el
discípulo de Cándido Sánchez, que me hace vibrar y sentir con sus versos, con
sus vivencias y deseos. Versos de loa y alabanza, pero también de lamento y
queja cuando ve a su Nora enfermo y fatigado, casi sin fuerzas, por la
celeridad y consumo del presente. Verso libre de ataduras, comprometido con él mismo, con su conciencia.
Poesía que evoca paraísos de infancia y juventud en las orillas del Nora, el susurro
del aire, la tranquilidad del entorno, la música del agua y el esplendor de la
naturaleza y sus gentes. Rufino radiografía hábitos, costumbres, ilusiones,
amores y desamores, aspiraciones de época, de amigos. Es la suya una poesía
vivencial, pegada al entorno y por ella circulan los emblemas de Pola, de
Siero, y con cierta insistencia la añoranza del ausente que muy bien reflejan
sus versos :”Mañana me voy a mi Pola, mañana me voy a mi Siero, que entre
plegarias de amor tengo el corazón sediento…”, de su poema “Retorno continuado”
. Hoy, 22 de junio, cuando la prensa comunica que suspende el Carmín, a las 17:00 horas de la tarde, hora muy
taurina y en un día de luz y sol, Rufino
retorna a la Pola, a sus parajes de infancia para confundirse con ellos, y es
que para el viaje definitivo son sus mejores alforjas, en la seguridad que el Cristo
de Santana cuidará de él.
A los que quedamos en el andén de la estación sólo nos queda
darte las gracias por poner palabra a sentimientos, vivencias y recuerdos que
el paso del tiempo no podrá borrar, cambiar, matar; en resumen, por
inmortalizarnos, pues en tus poesías se exhala el perfume de Pola, de Siero, de
cada uno de nosotros. Hoy no sé por qué confundía a Lope de Vega y Rufino
cuando aquel nos hablaba de Lucinda, de sus álamos y flores, montes y ríos,
amores y desamores, parlantes fuentes, sirenas y ninfas y por el medio unos
versos que dicen: “ No ha menester fortuna el virtuoso; la virtud no se da ni se
recibe, ni en un naufragio se pierde, ni es impropia…que la virtud es premio de
sí propia…” Y tú, Rufino, has tenido la fortuna de ser un virtuoso poeta, y
nosotros el privilegio de leerte y leerte. ¡Descansa en paz!
No hay comentarios:
Publicar un comentario