miércoles, 24 de junio de 2020

“Rufino Campal, de profesión: poeta…”


Si es difícil escribir una necrológica, más lo es a una persona que ha hecho de la poesía su afición, su vida; a una persona que, como bien ha dicho don Juan en la homilía de San Pedro, ha buscado siempre lo bello y bueno que tiene la vida, que lo tiene, a poco que tengamos la paciencia y humildad de buscarlo y reconocerlo . A una persona así es difícil encontrar palabras que la contengan y expresen, y es que escribir poesía es difícil, no está al alcance de cualquiera, -   Camilo José Cela reconoció su incapacidad para ella, y eso que al final de su vida nos dejó su testamento en unos versos acrósticos inolvidables-. La buena poesía es la mejor maestra del futuro escritor como reconocieron públicamente García Márquez y Francisco Umbral, excelentes prosistas, y es que la mejor prosa que he leído , valga la paradoja, es la escrita por poetas, véase Neruda, Pemán…


Ayer, domingo, 21 de junio, “desescalada del coronavirus”, se me comunica la muerte de Rufino y lo primero que hice fue acudir a sus fuentes, a un libro editado por el Patronato de Cultura de Siero, en el año 1998, titulado “Un viejo corazón y cien pianos”, que ocupa un lugar destacada en mi modesta biblioteca y que suelo leer o consultar con cierta periodicidad. No soy muy lector de poesía y cuando lo hago es en pequeñas dosis, para captar y expandir mejor el mensaje. Ayer una vez más me encontré con el torrente del Nora, con el discípulo de Cándido Sánchez, que me hace vibrar y sentir con sus versos, con sus vivencias y deseos. Versos de loa y alabanza, pero también de lamento y queja cuando ve a su Nora enfermo y fatigado, casi sin fuerzas, por la celeridad y consumo del presente. Verso libre de ataduras,  comprometido con él mismo, con su conciencia. Poesía que evoca paraísos de infancia y juventud en las orillas del Nora, el susurro del aire, la tranquilidad del entorno, la música del agua y el esplendor de la naturaleza y sus gentes. Rufino radiografía hábitos, costumbres, ilusiones, amores y desamores, aspiraciones de  época, de amigos. Es la suya una poesía vivencial, pegada al entorno y por ella circulan los emblemas de Pola, de Siero, y con cierta insistencia la añoranza del ausente que muy bien reflejan sus versos :”Mañana me voy a mi Pola, mañana me voy a mi Siero, que entre plegarias de amor tengo el corazón sediento…”, de su poema “Retorno continuado” . Hoy, 22 de junio, cuando la prensa comunica que suspende el Carmín,  a las 17:00 horas de la tarde, hora muy taurina y en un día de luz y sol,  Rufino retorna a la Pola, a sus parajes de infancia para confundirse con ellos, y es que para el viaje definitivo son sus mejores alforjas, en la seguridad que el Cristo de Santana cuidará de él.


A los que quedamos en el andén de la estación sólo nos queda darte las gracias por poner palabra a sentimientos, vivencias y recuerdos que el paso del tiempo no podrá borrar, cambiar, matar; en resumen, por inmortalizarnos, pues en tus poesías se exhala el perfume de Pola, de Siero, de cada uno de nosotros. Hoy no sé por qué confundía a Lope de Vega y Rufino cuando aquel nos hablaba de Lucinda, de sus álamos y flores, montes y ríos, amores y desamores, parlantes fuentes, sirenas y ninfas y por el medio unos versos que dicen: “ No ha menester fortuna el virtuoso; la virtud no se da ni se recibe, ni en un naufragio se pierde, ni es impropia…que la virtud es premio de sí propia…” Y tú, Rufino, has tenido la fortuna de ser un virtuoso poeta, y nosotros el privilegio de leerte y leerte. ¡Descansa en paz!


                                             José Antonio Noval Cueto.




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