sábado, 14 de marzo de 2015

“Había una vez un circo…”


Si de todos es sabido que no se saca la misma interpretación del Quijote a los diecisiete años que a los cincuenta, lo mismo nos ocurre con los acontecimientos del día a día que producen en nosotros diferente valoración según la edad que tengamos y hasta según la alimentación que nos demos,pues supongo que las personas que son carnívoras tengan una visión más agresiva de la realidad que las personas que se deleitan con los pescados de temporada, que suelen tener una digestión más favorable y una visión más apacible del momento, ya que la edad cambia hasta nuestros hábitos alimenticios.

Uno de los videos que más encanta a nuestros nietos es el de “Había una vez un circo”, que recoge las estupendas canciones de los payasos de toda la vida, Miliki,Fofó … y al verlo un día, no sé por qué, quizás por deformación profesional, quizás por compromiso con mis lectores o por otros motivos que se me escapan, esa canción  me recordó la vida política actual – ya que el año va cargado de citas electorales- . Lejos de mi querer convertir la política en circo, pues es y debe ser algo más, pues de ella depende nuestro futuro como personas y como pueblo, pero  lo cierto y preocupante es que no somos capaces ni siquiera de hacer reír a un niño, objetivo de todo payaso, y basta para ello recordar que la pobreza infantil alcanza al 26,7% de los niños asturianos, más de 35.000 niños.

Los aficionados y amantes del Circo buscamos alegría, evasión, risas y una dosis de esperanza que nos anime a cumplir con nuestras obligaciones diarias y futuras, y que nos aferre a la vida y a las bondades de la misma. El  Circo electoral  también tiene que trasladar esperanzas, promesas, pero propuestas que puedan ser realizables, posibles, y ya los políticos han empezado a desgranar algunas, así Pedro Sánchez promete que va a incorporar a su programa electoral la elección por medio de listas abiertas, algo que en su día aireó el llamado movimiento del 11-M y la misma Esperanza Aguirre, pero que de momento no brota. Teresa Rodríguez, la candidata de Podemos en Andalucía denuncia la ausencia de control laboral de las empresas  que trabajan para la Administración, algo que no parece preocupar a nadie y lo cierto es que asistimos a bajas temerarias del 40% y no contentos con esta rebaja, la propia empresa encarga el trabajo a otra o sea se subroga .¿Es posible? ¿Cómo se obtiene el deseable y lógico beneficio empresarial? ¿Quizás a base de obras mal ejecutadas y salarios de miseria?¿Estamos legalizando y permitiendo nuevamente la esclavitud en el siglo XXI?  Albert Rivera nos dice que “el talento tiene que ser el motor de cambio de nuestro país” y el Presidente Rajoy, que lo cifra todo en la recuperación económica, dice en plena campaña andaluza que se crearán 575.000 nuevos empleos en la región.

En el recinto ferial y en la tradicional caseta de tiro han quedado derribados dos aspirantes a la Presidencia de la Comunidad de Madrid, el Sr. Tomás Gómez y su oponente el Sr. Ignacio González, se desconocen las causas o motivos, pero se habla de aparato, de opacidad, de dedo, y se nos quiere hacer creer que en 60 días un candidato, por mucha metafísica que sepa y para más independiente, puede ganar las elecciones en la Comunidad de Madrid. Defender esto es dudar de la inteligencia de nuestros vecinos.  Creo que una vez más la ciudadanía y la política van por caminos diferentes. No hace mucho en esta misma columna decía que los partidos tradicionales, clásicos, aún estaban a tiempo de recuperar el terreno perdido, de enderezar el rumbo, pero para ello era y es fundamental conectar con el ciudadano, con el vecino y esto pasa por considerarle juicioso, preocupado y patriota y de ello tenemos pruebas muy recientes como la excelente reacción ciudadana ante la demanda de sangre en el HUCA. Vecinos así merecen nuestro máximo respeto y aplauso.

Las personas juiciosas aún esperamos una reacción, un átomo de dignidad, de buen hacer, que nos ilusione y nos diga que es posible una sociedad mejor, un mundo donde el auténtico protagonista sea la persona, pues no se trata de vencer, sino de convencer, y con miras bajas y centradas en el ombligo no se persuade. Aún podemos evitar decir:¡Da pena ver el circo!

                                                       José Antonio Noval Cueto.

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