"El señor Cayo en Coladilla"
Antes de iniciar estas letras he considerado oportuno
ayudarme de un buen clarete de León y del
rico salchichón de Coladilla, que ha sido y es uno de los motivos de estas líneas, y todo provocado por el afán
aventurero de mi amigo Ricardo, que como buen conocedor de la zona me invitó a
uno de sus viajes rápidos, típicos y
profundos hacia la “España vacía” para proveernos de embutidos . Salimos a una hora señoril, ni
temprano ni tarde, de modo que tras una tranquila y casi solitaria subida por San Isidro a las 12 de la mañana
estábamos en Boñar, recuperando fuerzas en la cafetería Azteca con una
exquisita tortilla y vino de la zona y
comprando las tradicionales hogazas de pan de León. He viajado más con los
libros que con los pies, pero eso no impide que recuerde que era la segunda vez
que estaba en Boñar, destino tradicional de los asturianos en verano, desde
tiempos inmemoriales y que mi
abuela Esperanza, allá por los años 30, ya acudía allí para secar y combatir el asma.
Nuestro siguiente destino era Coladilla, pueblo de la montaña
leonesa, a unos 1.100 metros de altitud, de unos 60 vecinos y que en pleno
invierno reduce más su población,
perteneciente al concejo de Vegacervera. Casas amontonadas, de poco altura, la
mayoría de planta y piso , de exteriores en piedra, en ladrillo, sita según la orografía montuosa
del terreno y la mayoría ubicadas en torno a una pequeña plaza asfaltada, desnuda,
hacía la que convergen las pocas calles de subida y bajada del pueblo. Luce
triunfante el sol que da brillo y vida a todo, mientras las montañas somnolientas
hacen de testigo mudo. Tranquilidad, temperatura agradable y algún que otro vecino sentado a la entrada
de su casa . Apenas entramos en el pueblo, nos topamos con la casa de Nano,
guía de nuestra visita y personaje central de estas letras, y todo ello por
varios motivos, que poco a poco iré deslizando.
Sin tocar el timbre y con la marcial voz de Ricardo entramos
en su casa , que como debe ser habitual no estaba cerrada. “Nano, Nano, dónde
estás, por dónde andas…” del fondo llega la respuesta confiada y tranquila del
aludido…”Ya voy, ya voy…”, y así aparece ante nosotros Nano, el Nano. Vestido
de mono o funda azul oscuro enterizo como si fuera un miliciano, de cara menuda,
morena, de poco pelo, de piel curtida ,
con zapatillas de verano color café con lecho, y con un audífono en cada oído,
algo aparatosos por los cables que les acompañan. Hechas las presentaciones y
los intercambios de rigor, vamos a la carnicería para comprar embutidos,
especialmente chorizo de chivo, cecina y salchichón. Hay que subir unas
escaleras, el espacio es reducido y espero
afuera acompañado por el Nano que va hilando una pregunta sobre otra y el tema
o el monotema es Siero y sus gentes. Se
puede decir que conocía a todos; ya gente de Lugones,
casa Roza, ya en Pola a Ramón, a Silvino, a Baldomero y familia o al mismo jefe
de municipales y es que , me dijo , siempre acudía a los Huevos Pintos y a Les
Comadres, cuando les comadres eran comadres; al Carmín, nunca fui, me tocaba
trabajar, y es que decía “yo trabaje como un mulo”. El Nano junto con su familia
regentó el conocido y prestigioso restaurante “Casa El Cubano”, en Candás, que
ahora lleva un hermano, famosa por sus calderetas de marisco y sus digestivos
orujos. Mientras habla, de manera tranquila y natural, sus palabras se mezclaba
con el humo de sus “señoritas” o pequeños”farias”. Hechas las comprar, vuelta
hacia la casa del Nano, que en menos que canta un gallo saco algunas reliquias
en forma de recorte de prensa o fotos dedicadas, y encima de la mesa una
bandeja de embutidos, pan y cuchillo. Entre esos recortes, uno plastificado que
relata que en el Ayuntamiento de Valladolid, un 29 de julio de 2013 es nombrada
concejala del Ayuntamiento, la señorita Ángeles Bachiller Guerra, la primera
mujer con síndrome de Down en acceder a tal responsabilidad, y todo ello siendo
alcalde de la ciudad don Francisco Javier León de la Riva o la foto, de mediano tamaño, dedicada por don Gabino Merchán, arzobispo emérito de Oviedo.
Uno va de sorpresa en sorpresa y es que con relativa
frecuencia recuerdo la importancia y trascendencia que tuvo esa noticia, y lo
que menos esperaba era que uno vecino de Coladilla, Nano, me la recordará con
las pruebas del delito: artículo de prensa plastificado y, sin lugar a dudas,
venerado. En el trascurso de esta breve conversación me confesó que vienen
muchos amigos a verle, y yo le respondí que alguna culpa tendrá él que provoca
esa peregrinación, y es que el que siembra siempre recoge, y más después de una
ejecutoria de trabajo, amistad y lealtad.
El tiempo se nos escapaba de las manos, había que despedirse,
nos esperaba la comida en Viloria de la Jurisdicción y hasta allí, aun nos
quedaba un buen trozo. Mientras me dejaba llevar por el experto conductor y guía, conocedor de parajes, moradores y moradoras, bailes y tabernas, me venía a la
cabeza la figura de Cayo, personaje principal de la novela de Miguel Delibes
“El disputado voto del Señor Cayo”, que impartió una lección magistral,
sencilla y natural a tres “candidatos políticos”, al recordarles que la vida es
cultura, su cultura, la de esos pueblos de las montañas del norte de
Castilla-León.
A velocidad de vértigo y entre párrafo va y párrafo viene,
llegamos al “Asador Viloria”, donde nos esperaba un buen clarete, fresco en
cubitera, riñones al ajillo, tomate con espárragos trigueros, un riquísimo
lechazo al horno de Castilla y la profesionalidad y atenciones del dueño,
asturiano de Tineo, concretamente del Crucero, José de nombre, muy conocedor
del occidente asturiano(Linares, El Puelo, Cangas, Pola de Allande...) y por supuesto de Siero, que en un aparte tuvo la
gentileza de enseñarnos la joya de la corona, su horno, y las virtudes y
bondades de la madera.
Había que recuperar fuerzas. Después de una amena sobremesa,
tocaba regresar. Nos esperaba camino, pero las vivencias del día fueron
buen sostén para el trayecto, y es que sin planificarlo nos vimos arropados por
dos expertos hosteleros, uno ya jubilado, conocedor de las delicias y posibilidades
de pescados y mariscos, el Nano, el Cayo de Coladilla y el otro, José,
asturiano afincado en la zona desde hace más de treinta años, nos hizo saborear
las delicias de un buen lechado que se fundamenta en un buen producto, de
calidad, y la optimización del mismo hecha por un excelente y versado asador.
Una vez más y a pesar de las prisas de la jornada se
demuestra que viajar no es lo mismo que hacer turismo, y que las personas son
la base de cualquier viaje, pueblo,
región… son sus esencias, y es que experiencias como las vividas hoy, no se olvidan y me ratifican una vez más la idea de
que no hace falta grandes montajes para pasarlo bien, basta con una buena mesa,
buena compañía e historias. En otros tiempos estas eran la terapias para combatir y resistir epidemias.
Queríamos regresar antes de que oscureciera, y a eso de las
21 horas ya estaba en mi Pola de Siero y con la firme intención de repetir el
viaje.
José
Antonio Noval Cueto.