En nuestra obsesión por lo correcto, por lo que se lleva,es frecuente que se diga una cosa y se haga otra, y más en
una época donde con palabras queremos justificar lo injustificable incluso
hasta la misma corrupción, cuando se la tilda de error ético o se nos dice que no hay
mucha, sino que viene toda junta, y otras lindezas semejantes que suponen un
insulto a la inteligencia de las personas. Creo no equivocarme si digo que en
un país de más de 46 millones de personas, concretamente 46.507.760, de las que
el 50’81% son mujeres ( 23.633.895), son precisamente éstas las más manipuladas
y utilizadas, por muchas políticas de igualdad que se aireen, por muchas
listas electorales paritarias aprobadas o por mucho lenguaje sexista que se
denuncie. Y es que si de verdad las mujeres preocupan, - y deben preocuparnos
en una nación como la nuestra con descensos alarmantes de natalidad: 220.130
españoles menos que en 2.013, y 6.409 asturianos menos --, es de lamentar que
aún no existen o no estén diseñadas políticas que garanticen de verdad que toda
mujer pueda compatibilizar la vida familiar y laboral, algo que ha ido a peor
desde que se iniciara la crisis económica del 2.008 y basta para ello hacer un
seguimiento de los horarios laborales que se han establecido en muchas empresas,
que llevan a muchas jóvenes a plantearse la disyuntiva de trabajar o ser
madres, cuando ser madre, en mi humilde opinión, es el objetivo más importante
de toda mujer, y basta para ello acudir a la estéril Yerma de Lorca cuando dice: “Tener un hijo no es tener un ramo de rosas. Hemos de sufrir para
verlo crecer...Pero esto es
bueno, sano y hermoso.Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos, y cuando no los tienen se les vuelve veneno, como me va a pasar a mí”. No obstante en los tiempos que vivimos ser madre y
trabajar lleva implícito el título de heroína y a los hechos me remito.
Y es que apenas amanece el día , haga calor o frío, uno se
cruza por las calles con madres que conducen su carrito y que se dirigen soñolientas
y nerviosas hacia la casa de los abuelos, parientes, guarderías, a dejar a su
criatura y eso contando que el bebé haya dormido bien y que le virus goloso no
le haya molestado. Estas mamás antes ya han preparado sus papillas, potitos,
biberones, vitaminas, medicamentos, vestuario y demás enseres, y una vez dejado a buen recaudo el retoño, les
espera la jornada laboral, con bronca incluida si el jefe tiene mal día, no se
cumplen los objetivos o tiene ardores de estómago. Terminada ésta toca recoger el
niño, jugar con él, bañarlo, darle la
cena y dormirle – omito otras tareas
domésticas de todos conocidas- . Y así día tras día, excepto los fines de
semana que se utilizan para reponer provisiones y mitigar algo el cansancio, y
todo ello contando con la colaboración responsable de marido y familia.
Ante este panorama y
en tiempos de crisis como los que vivimos desde las instituciones ya
autonómicas, ya del Estado, deben arbitrarse las medidas o normas legales que sean necesarias y preocuparse de su aplicación –
es competencia suya, no de los empresarios-, para que la mujer no tenga la
menor traba ni obstáculo en su derecho de ser madre y ejercer el mismo como
corresponde, y éste debe ser un objetivo prioritario en toda política de
protección y defensa de la mujer, y son muchos los motivos que avalan esta
petición, entre ellos las cifras ya antes citadas que hablan de la gravedad del
problema y ponen en evidencia, sino se remedia, una civilización en crisis, que
no es capaz de estimular y garantizar su supervivencia.
Hace unos meses un estudio de la Universidad de Amsterdam,
publicado en la revista Intelligence decía que el cociente intelectual de
Occidente había bajado 14 puntos desde finales del s.XIX hasta principios del
S.XXI y decía que el tiempo de reacción media del hombre en 1889 era de 183 milisegundos
y en el año 2004 era de 253 milisegundos, y entre los motivos de este hecho
anómalo y sorprendente se aduce la baja
fecundidad de las mujeres más educadas y
más inteligentes. Dicho esto, ahora que se habla de proteger al lobo, al oso,
al quebrantahuesos, de cambio climático, no vendría mal reconocer que si
queremos preservar el mundo , debemos empezar por cuidar y proteger a la
especie humana y hacer lo posible para que Yerma pueda ser mama, pues como nos
dice : ” ¡Cómo me duele esta cintura
// donde tendrás primera cuna ¡ ¿Cuándo, mi niño, vas a venir?”
José Antonio Noval Cueto.
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