sábado, 16 de mayo de 2020

“ El 13 de mayo de 2020…”


Quienes me conocen saben que el 13 de mayo no me deja indiferente y desde que me levanto, observó y vivo el día desde una óptica distinta, como si yo impartiera órdenes y la propia naturaleza me obedeciera, como si caminara de manera diferente, como si todo estuviera a mis pies, y todo por la sencilla razón de que un día como hoy, a primeras horas de la tarde, nací en el Hospital de la Cruz Roja de Oviedo, y mi madre siempre que me hablaba de este tema recordaba que el ginecólogo, de quien quedó muy agradecida, también se apellidaba como ella, Cueto. Sé que me dijo el nombre, pero se me ha olvidado, y que con uno de sus hijos coincidí cuando estudiaba Bachiller superior en el Instituto de Lugones.  Eran los tiempos de las matronas y partos en casa, y mi madre fue de las pioneras en tenerlo en hospital o clínica, alentada por esposa belga del director de Solvay de entonces.

Desde aquel 13 de mayo de 1954 hasta la actualidad han cambiado mucho las cosas, televisión incluida, más ruido, más prisas, más polución, más egoísmo, más comodidad, más sálvese quien pueda e incluso más suicidios, pero menos amor, menos  felicidad, menos hijos, menos familia y eso que aun siguiendo siendo la institución social más valorada y apreciada, y es que sin amor no somos nada, y bien se encargan de recordárnoslo todos los años la Virgen de Fátima y sus tres divinos y humanos pastores: Francisco, Jacinta, Lucia. Ayer, yo me consideré un afortunado a quien desde las primeras horas del día , e incluso apenas iniciado, recibí mensajes, whastsApps, llamadas de teléfono que hicieron que mi temperatura emocional subiera: se acuerdan de uno, y eso siempre estimula y se agradece en un día tan singular, y ese “gracias a la Vida que me ha dado tanto” que resuena diariamente en mi cabeza,  se hace más intenso y evidente, un día como hoy, 13 de mayo, día que nací.

Ayer, después de más de sesenta días de confinamiento  cogí el coche por primera vez y me dirigí a la ITV de Pruvia , localidad siempre vinculada a mi vida (mi hermana Esperanza  se casó allí y en el Colegio Los Robles  de la localidad trabaje durante  treinta y siete años) ,después visité a  mi sobrino Alberto , que vive allí solo, y al llegar también estaba  Yeyo, su cuñado, el marido de mi sobrina Yoli. Primero las felicitaciones de rigor, cómo estábamos y agradable conversación sobre diferentes temas, problemas, inquietudes, proyectos y futuro, manteniendo siempre la distancia prudencial aconsejada y en un entorno privilegiado ya que la finca  de entrada a la casa es una alfombra verde  de peinada y cuidado que estaba. Hacia las  13 horas me dirigí al cementerio de Lugones, donde me esperaban mis padres y hermanos para darme las felicidades y de paso, depositarles flores (me gusta el blanco de las margaritas con paniculata blanca ) ,  ponerles al día de lo pasa y me pasa y  rezar por ellos. Hacia las 14:30 ya estaba en casa donde me esperaban Beli, mi mujer, y Pablo, uno de mis hijos.

La vigencia de la primera fase de la “desescalada” permitió que todos nos reuniéramos en casa para celebrar mi cumpleaños con una cena casera, donde Pablo , conocedor de las posibilidades del horno,  colmó las ansias de todos.  Éramos seis , con mi hija Beatriz, su marido Álvaro y mi nieto, también de nombre Álvaro. Hicimos las fotos que inmortalizan la ocasión y antes de empezar a cenar visionamos y escuchamos un precioso vìdeo enviado por un gran amigo donde un joven cantante mejicano, Fabby Martínez,  un niño, canta al son de rancheras, la hermosa canción de “La Virgen de Fátima” que empieza con las conocidas letras  “El 13 de mayo la Virgen María bajó de los cielos a  Cova da Iria ….”  . Cena tranquila, feliz,  plácida, con anécdotas, recuerdos, sonrisas, fotos , proyectos , noticias…hasta que llegó el momento fuerte, álgido de la misma, apagar las velas de la tarta,- que reducidas a dos números, dos seises, colocados sobre las letras amerengadas y achocolatadas que decían: “Felicidades PAPA”- , que apague no sin dificultad y con el apoyo de mi nieto y demás presentes, y como broche la siempre digestiva y deliciosa sidra del Gaiteru.. Concluí  la cena pidiendo  al amo de la Viña, a nuestro Padre, que uno pueda cumplir muchos años acompañado de tan selecta comitiva : mi familia,  mi tesoro del alma, mi principal patrimonio.

 Ya os dije que el 13 de mayo siempre me obliga a decir unas letras. No puedo permanecer impasible, como si nada ocurriera, pues no es verdad. Una vez más he celebrado mi cumpleaños arropado por la Virgen de Fátima y por las muchas muestras de afecto que he recibido a lo largo de la jornada, que hacen que mis palabras sean insuficientes para expresar mi GRATITUD a Dios  Padre, por la vida y los muchos favores concedidos, a la Virgen de Fátima que vela  por cada uno de nosotros, a toda mi familia  y a las muchas personas que me han dedicado un tiempo de su valiosa y ajetreada vida para acordarse de mí y felicitarme.

Y ahora ya para concluir este escrito  , dentro del más exquisito respeto a las vivencias y creencias de todos,  permitidme que comparta con vosotros una certeza  que me acompaña y fortalece y es saberme Hijo de Dios , a pesar de mis fragilidades y miserias, que son muchas, y es que sólo El tiene palabras de Vida eterna, que son las que yo busco. Nosotros  somos poquita cosa , algo que se evidencia más ahora que  un virus invisible nos fumiga como moscas del verano.  Os debía esta confesión y es que a ciertas edades ya no valen prejuicios, sino certezas, pues como repite con acierto nuestro obispo don Jesús, “Somos lo que somos ante Dios”.

Una vez más la Virgen de Fátima me ha obligado a escribir estas palabras y me manda que os  recuerde lo que en una de sus apariciones ya  dijo a Francisco, Jacinta y Lucia: “¡Que no se ofenda más a Dios! ¡Que recen el Rosario! ¡Que hagan sacrificios por los pecadores!....”

 ¡Muchas gracias a todos y que la Virgen de Fátima nos proteja! 

                   José Antonio Noval Cueto






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