La Borriquilla sale de la Capilla del Cristo de Santana ,
fieles con sus ramos y palmas la acompañan y en la plaza de la Iglesia de San
Pedro Apóstol el hisopo de don Fermín bendice los ramos y la multitud expectante y vestida con sus mejores
galas se apresta a revivir y celebrar la
entrada triunfal de Cristo en Jerusalén . Es un ambiente de alegría , de
felicidad, en el que cada uno hace suyo eso de “estrenar por Ramos”, aunque sea
unos calcetines.
Quien más, quien menos, tiene en su cabeza ese día de Ramos
de su infancia, que según pasan los años se convierte en símbolo de la vanidad
humana y de lo efímero de su gloria, ya que ocho días después celebramos el
Domingo de Resurrección, pero antes tenemos que padecer unos agónicos momentos
de incertidumbre, de tensión, de envidia, traición y muerte, en la persona de
Jesús, Hijo único de Dios, que hace suyas las culpas de todos nosotros para
salvarnos, la conocida como Semana de Pasión. ¿Quiénes son los responsables de
que la gloria se convierta en muerte? Los de siempre: sus coetáneos, sus
amigos, vecinos, visitantes, forasteros, casi todos... Si hacen eso con el Hijo
de Dios, ¿qué no harán con nosotros? Hoy
hubiera ocurrido lo mismo. Tenemos
el corazón atrofiado, casi de piedra, y
basta con mirar a nuestro alrededor para apreciarlo, para sentirlo. Pensemos en
Ucrania y en el mal que se siembra y recoge a diario, recientemente en Oviedo
en la persona de Erika. La asignatura del amor, de amor del bueno , del que
ennoblece y sublima la vida humana y la justifica, tiene pocos discípulos, sigue
en desuso, oxidada, pero no lo demos todo por perdido , aún estamos a tiempo y
a eso nos convoca la Cuaresma con su
invitación a la renovación personal y comunitaria , reflejada en las palabras
del Papa Francisco: “Haced el bien…No nos cansemos de hacer el bien”.
Los que nos sentimos humanos y divinos, y quizás, por
desgracia, más humanos que divinos, pues el diario vivir nos influye en exceso,
siempre que llega la Cuaresma intentamos renovarnos, mejorar, y de todo se sirve
uno para lograrlo. Ya sea con la lectura de algún libro que le haya influido
mucho o con los acontecimientos del diario vivir . Así estos días estoy releyendo
el libro de “ Vida y escritos de Fray María Rafael Arnáiz Barón”, hoy ya San Rafael Arnáiz, estudiante
de Arquitectura - nacido precisamente en Burgos, un Domingo de Ramos, 9 de
abril de 1911- que abandona sus estudios para seguir la llamada de Dios en el
monasterio trapense de San Isidro de Dueñas, en Venta de Baños(Palencia).
Persona muy vinculada a Oviedo, ciudad donde vivió desde 1922, por traslado de
su Padre, - el Ayuntamiento con motivo de su beatificación le dedicó una calle
en las cercanías del Parque de Purificación Tomás- , y de la que partió un 14
de enero de 1934 para ingresar en la Trapa. De las muchas reflexiones de su
libro quiero citar estas dos, que ayudan a comprenderle mejor: 1º. “Tengo a
Dios, y Dios me tiene cogido: ¿Qué más puedo desear? y la 2º ”Cuando los
trapenses están en oración, dejan por unos momentos de ser hombres de la
tierra, para convertirse en verdaderos ángeles que a semejanza de los del
Cielo, no hacen más que alabar a Dios”...
En estas lecturas
estaba cuando supe que el pasado 14 de marzo, fallecía en la Cartuja Santa María Porta Coeli de Valencia, el Padre
José Manuel Rodríguez, Manolo para los más cercanos, después de 71 años de cartujo,
sacerdote. Natural de Valdesoto, concretamente de Castiello. Su vocación causó sorpresa
y asombro a todos, ya que desde la óptica mundana es difícil de comprender la
radicalidad de una vocación, de una entrega total a Dios, en plena juventud, donde
la oración, trabajo y silencio son los ingredientes básicos de su diario
existir. Hace tiempo, uno de sus amigos íntimos le visitó y en una de sus
confidencias, le preguntó: “Manolo, ¿Nunca te has preguntado que haces aquí
encerrado entre estas paredes del monasterio? Él, le respondió: “Mira, hace ya mucho
tiempo que respondí esa pregunta”. El
padre José Manuel, como San Rafael Arnáiz, dejó sus estudios de Veterinaria
para seguir y servir a Dios con plenitud y lealtad, y huellas de su buen hacer
ha dejado en las cuatro cartujas donde estuvo: en Burgos, Évora(Portugal), Badalona y Valencia, donde falleció. Y a mí, desde el
asombro y admiración que producen testimonios de fe y generosidad como el suyo,
solo me queda desear que disfrute de la paz y alegría que siempre buscó en la
Casa del Padre, agradecerle las muchas oraciones que a lo largo de su larga
vida ofreció a Dios y la Santina – imagen presente en su celda-habitación- , por la conversión, salud y bienestar de todos
y rogarle que desde el Cielo interceda a Dios por nosotros, que bien lo
necesitamos. Hoy, el mundo, nosotros, tan bipolar, se asombra de la fuerza de
fe que tienen personas como Él, que evidencia aquel poema teresiano de “Nada te
turbe, nada te espante…Dios no se muda…Quien a Dios tiene nada le falta: Sólo
Dios basta”.
Antes de concluir estas letras, víspera del Domingo de Ramos,
y deseando que la Cuaresma nos dé el empuje que todos necesitamos para ser
mejores personas, permitidme que haga mías unas palabras, que a modo de SOS,
pronunció el padre dominico don Basilio Cosmen, ante el cadáver de su hermano
Manolo, y todo a partir del cirio o vela pascual que acompaña el féretro, y que
alumbra también cuando uno es bautizado. En medio de esa reflexión profunda y sencilla, con palabras impregnadas
de su mucha fe, no exentas de dolor y de la esperanza de que su hermano sea
acogido en la Casa del Padre, preguntó
si cada uno de nosotros sabía o recordaba cuándo había sido bautizado, con la
clara intención de recalcar la importancia del Bautismo o día en que entramos a
formar parte de la gran familia de los Hijos de Dios , para después pedirnos,
desde el dolor, desde la esperanza, que “metamos a Dios en el corazón y en la
cabeza”, y es que como bien dice Santa Teresa: “Quien tiene a Dios , nada le
falta”.
¡Hagámosle caso! ¡Intentémoslo! Estas son las reflexiones que
vienen a mi cabeza en la víspera del Domingo de Ramos del año 2.022.
José
Antonio Noval Cueto.
P.D “Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y lo
demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33)
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