El pasado jueves, uno de los pocos días de la semana que el
sol alumbró las calles de Oviedo, concretamente en la calle San Juan, cerca de
la catedral, al pasear en compañía de un amigo sacerdote, con su camisa y
alzacuellos de verano, una mujer de mediana edad, no llegaba a los cincuenta, con
gafas de sol, camisa blanca, ancho pantalón vaquero y con pequeños tatuajes en
brazos y cuello, nos paró y alzando levemente su mirada al cielo dijo:
-
Padre,
buenas tardes, quisiera pedirle ayuda para hablar con el Gran Jefe- quedamos un
poco sorprendidos- y aclaró que ella siempre llamaba Gran Jefe al Creador, al Supremo Hacedor, a
Dios.
Mi amigo receptivo le contestó que el Gran Jefe, Dios, siempre escucha, siempre ayuda…siempre se
preocupa de nosotros…¿Hay algún motivo muy especial para que quieras ahora
hablar con Dios?
-
Sí,
Padre, contestó la mujer, con voz entrecortada y llorosa. Tengo un amigo con
una lesión de médula y no puede andar.
-
Confía
en Dios, ten paciencia y habla con el Gran Jefe, reza, que para él no hay nada imposible… . Yo
también hablaré con Él y le trasladaré
tu petición en mis oraciones. Después de algunas aclaraciones más entre ambos
nos despedimos, no sin antes decirle yo, con la intención humana de aportarle más confianza y optimismo, que se está
investigando mucho y que no tardando mucho veremos a muchas personas recuperar
su movilidad.
Después de este leve y edificante encuentro, pensé que no
podía acabar mejor este 31 de agosto, pues todavía hay quien se sabe frágil,
poquita cosa y recurre al Gran Jefe, Dios, en los momentos difíciles de su
vida…Ahora que se inicia el nuevo curso escolar, quizás sea bueno plantearse
que los hijos sean educados en el santo temor de Dios, ya que este teoría de
creerse dioses solo proporciona problemas mentales , frustración, vacío y
muerte. El ser humano es algo más que una cosa. Según las circunstancias que
últimamente vivimos cada día cobra más fuerza aquella demoledora frase de
Dostoievski cuando dice que si Dios no existe, todo está permitido. Es
obligación de todos impedirlo. Las familias que quieran apuntar a sus hijos
para la catequesis de la Primera Comunión y Confirmación pueden pasar ya por
los despachos parroquiales, en la de San Pedro de Pola de Siero a partir del
día 1 de septiembre.
Este inesperado encuentro me sorprendió y durante su duración
concentré mi mirada en la mujer angustiada. Persona respetuosa, segura y
valiente, libre de prejuicios, que planteó su preocupación a mi amigo
sacerdote. Creyente, agradecida, a pesar de su mucho dolor, esperanzada, que
tenía la familiaridad de llamar Gran Jefe al Padre Supremo, original expresión
que en parte motiva estas letras, así como una de mis últimas lecturas de
verano, muy adecuada para reseñar el fortuito encuentro.
Los Reyes Magos me han traído el libro “El Olvido de sí”, de
Pablo D’Ors que narra la vida del aristócrata francés Charles de Foucauld
convertido al cristianismo gracias a la fe y devoción que vio en el Islam.
Lectura que estoy concluyendo estos días y que enlaza muy bien con el encuentro
vivido y con las necesidades del momento cuando dice :” Ser testigo del
Evangelio no significa simplemente testimoniarlo ante el mundo, sino ser capaz
de captar los testimonios que de él hay por todas partes. El Evangelio está de
pie, y vivo, pendiente sólo de que venga alguien que lo vea y se asombre. Lo
increíble es que Dios está mucho más cerca de lo que imaginamos…Nunca nos
acostumbramos a la proximidad de Dios: a su impregnarlo todo, todo…Dios no se
cansaba de visitarme disfrazado de hombre o de mujer…”
Esta fue la impresión que yo recibí el pasado 31 de agosto de
202, hacia las 16:30 horas de la tarde de aquel inesperado encuentro en la
calle San Juan, y que intentó reproducir con estas letras. ¡Muchas gracias,
Señor! Y una vez más es bueno reconocer que donde manda Patrón, no manda
marinero.
José Antonio Noval Cueto.
P.D “De haber tenido un hijo…mi máxima preocupación habría
sido cómo educarle en la vida interior. Cuando veo a mis contemporáneos,
compruebo que de lo que mayormente adolecen es de capacidad de silencio y de
gusto por la soledad. Sé por experiencia que sin soledad ni silencio no hay
posible interioridad, de donde deduzco que mis contemporáneos – lo sepan o no-
están privados de eso que llamamos vida interior…¿No tendrá Occidente que
volver sus ojos a Oriente, para recobrar así un poco de luz?...”(Charles de
Foucauld “El olvido de sí”, Pablo D’Ors)
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