Hay quien dice que las sentencias cambian de contenido según la redacción de la ley , según quien las interpreta – recuerdo que el lenguaje jurídico tiende a ser monosémico, de ahí que las leyes que se consideran seguras, estables duren para evitar posibles ambigüedades o vacíos en la ley - , y según el momento de su redacción: por la mañana, por la noche o antes o después de la comida. Y es que las palabras según nacen unas mantienen sus contenidos y otras evolucionan, cambian, se enriquecen o se empobrecen e incluso pueden caer en desuso y desaparecer. También mueren y eso que en el Principio era la palabra, y que paradójicamente son más creyentes los científicos que los hombres de letras. En la época del ‘tuit’ o del ‘me gusta o comparto’ la maquinaria de la propaganda nazi sigue viva, de actualidad y con auge, y su máxima era y es muy sencilla, y es que una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad, y más en el mundo de las redes. En pleno auge del fin de las ideologías, sólo se justifica el poder.
Hablar de exilio me recuerda a Espronceda que huido de España
tira sus cuatro perras al Tajo, porque no es digno que un poeta como él entre
en Lisboa con tan poco dinero. Seguro que exilio, persecución y cárcel han existido desde que el hombre es hombre -
Jesús estuvo exiliado en Egipto para huir de Herodes - ,desde que busca y
apetece el poder, pero para nosotros, el término exilio cobra singular
importancia desde el siglo XIX con el
auge del liberalismo y romanticismo
europeo, y especialmente en el siglo XX cuando muchos ciudadanos españoles –
esos de” españolito que vienes al mundo, una de las dos Españas te ha de helar
el corazón”- tienen que huir apresuradamente con lo puesto hacia otros destinos
después de una sangrienta guerra civil, anticipo de la segunda guerra mundial. Su
mera pronunciación evoca huida, miseria, desesperación, desarraigo, dolor y
melancolía que atenúa la esperanza frustrada. Mientras escribo estas letras
vienen a mi cabeza muchos fotogramas del exilio republicano, del paso de la
frontera de tropas vencidas y familias agotadas, extenuadas, sin fuerzas, al
límite; de las penurias de los Machado (Antonio y su madre), fallecidos en
tierra francesa, concretamente en Colliure a los pocos días de su desesperada y
agónica caminata, en febrero de 1939; Antonio concretamente el 22. Recuerdo
como mi vecino el Quince, chatarrero, nos contaba como había huido de los
hornos nazis, arrojándose del tren en marcha.
Hoy, a raíz del ‘procés catalán’ de 2017, hay quienes para mitificarse
ante el pueblo y glorificar sus fraudulentas acciones, se tildan de
“exiliados”, pero de un exilio sufragado por todos, con todas las comodidades,
seguridades y protecciones que uno pueda desear y cuando le place y le conviene
encabeza una lista electoral , visita su tierra, arenga a sus súbditos y
regresa a su residencia oficial de Waterloo- localidad que evoca el ocaso de Napoleón un 18 de junio de 1815- a la espera de dádivas y compensaciones . Hay que tener atrevimiento, osadía,
descaro y desprecio intelectual equiparar y comparar su exilio de prebendas y privilegios, con el de los republicanos de nuestra Guerra
Civil que por carecer, carecían de todo,
hasta de esperanza y futuro. Poner y pronunciar la palabra ‘exilio’ en su boca
supone desprecio, ultraje… Ahora que tanto se dice respetar la memoria
histórica, esta equiparación es toda una afrenta histórica y una falta de
respeto a la dignidad de los exiliados republicanos y a toda la ciudadanía.
¿Por qué ocurre esto? ¿Quién lo permite? Se ve que historia y nacionalismo no
se llevan bien, no van de la mano.
A lo largo de mi vida he conocido a represaliados del
franquismo y exiliados, y todos me
dejaron claro que el fin no justifica los medios, que se debe buscar la verdad, airear y defender tu ideología con coherencia y obras, que la
dignidad de los pueblos y personas existe y se debe proteger . Ante la
situación ilógica y descorazonadora que se vive, tengo muy claro lo que me
dirían y es que los pueblos sin moral no avanzan, se disgregan, agonizan, y es
que no sólo de pan vive el hombre…No se puede reducir el hombre/mujer a meras
máquinas de consumo y placer.
Una evidente muestra de cuanto digo, lo presencié
recientemente cuando una señora aparcó
su coche y del mismo bajaron varias perritos que asustaron a un paseante
cercano y la conductora con amabilidad le dijo:
-No tenga miedo, no hacen nada. Miedo hay que tener al ser
humano…
Palabras que me recordaron otras de mi juventud y que han
arraigo en mi recuerdo, cuando en una foto de pie de página de Adolfo Hitler
decía algo tan tétrico y funesto como que” cuanto más trato a los hombres, más
quiero a los perros” ¿Después de tantos años, vicisitudes, éxitos y fracasos
aún no nos hemos dado cuenta que el ser humano y su dignidad debe ser la medida
de todas las cosas? ¿Qué hacemos para no lograrlo? ¿Cuándo nos daremos cuenta
que el progreso moral es el verdadero progreso de los pueblos?
Mañana, 18 de agosto, en Traspando, mi arcadia feliz,
celebramos la Virgen del Carmen y hacemos nuestra esa antigua petición de que
“La Virgen del Carmen dice, que la bajen de lo alto, que quiere estar en el
pueblo de Traspando”. ¡Feliz día!
José Antonio Noval Cueto.
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