martes, 20 de agosto de 2024

“Desde el exilio…”("La Nueva España Digital, 25-VIII-2024")


Hay quien dice que las sentencias cambian de contenido según la redacción de la ley , según quien las interpreta – recuerdo que el lenguaje jurídico tiende a ser monosémico, de ahí que las leyes que se consideran seguras, estables duren para evitar posibles ambigüedades o vacíos en la ley  - , y según el momento de su redacción: por la mañana, por la noche o antes o después de la comida.  Y es que las palabras según nacen unas mantienen sus contenidos y otras evolucionan, cambian, se enriquecen o se empobrecen e incluso pueden caer en desuso y desaparecer.  También mueren y eso  que en el Principio era la palabra, y que paradójicamente son más creyentes los científicos que los hombres de letras. En la época del ‘tuit’ o del ‘me gusta o comparto’ la maquinaria de la propaganda nazi sigue viva, de actualidad y con auge, y su máxima era y es muy sencilla, y es que una mentira repetida mil veces, se convierte en verdad, y más en el mundo de las redes. En pleno auge del fin de las ideologías, sólo se justifica el poder.

Hablar de exilio me recuerda a Espronceda que huido de España tira sus cuatro perras al Tajo, porque no es digno que un poeta como él entre en Lisboa con tan poco dinero. Seguro que exilio, persecución y cárcel  han existido desde que el hombre es hombre - Jesús estuvo exiliado en Egipto para huir de Herodes - ,desde que busca y apetece el poder, pero para nosotros, el término exilio cobra singular importancia desde el siglo XIX  con el auge del  liberalismo y romanticismo europeo, y especialmente en el siglo XX cuando muchos ciudadanos españoles – esos de” españolito que vienes al mundo, una de las dos Españas te ha de helar el corazón”- tienen que huir apresuradamente con lo puesto hacia otros destinos después de una sangrienta guerra civil, anticipo de la segunda guerra mundial. Su mera pronunciación evoca huida, miseria, desesperación, desarraigo, dolor y melancolía que atenúa la esperanza frustrada. Mientras escribo estas letras vienen a mi cabeza muchos fotogramas del exilio republicano, del paso de la frontera de tropas vencidas y familias agotadas, extenuadas, sin fuerzas, al límite;  de las penurias de los  Machado (Antonio y su madre), fallecidos en tierra francesa, concretamente en Colliure a los pocos días de su desesperada y agónica caminata, en febrero de 1939; Antonio concretamente el 22. Recuerdo como mi vecino el Quince, chatarrero, nos contaba como había huido de los hornos nazis, arrojándose del tren en marcha.

Hoy, a raíz del ‘procés catalán’ de 2017, hay quienes para mitificarse ante el pueblo y glorificar sus fraudulentas acciones, se tildan de “exiliados”, pero de un exilio sufragado por todos, con todas las comodidades, seguridades y protecciones que uno pueda desear y cuando le place y le conviene encabeza una lista electoral , visita su tierra, arenga a sus súbditos y regresa a su residencia oficial de Waterloo- localidad que evoca el ocaso  de Napoleón un 18 de junio de 1815-  a la espera de dádivas y  compensaciones . Hay que tener atrevimiento, osadía, descaro y desprecio intelectual equiparar y comparar su exilio  de prebendas y privilegios,  con el de los republicanos de nuestra Guerra Civil  que por carecer, carecían de todo, hasta de esperanza y futuro. Poner y pronunciar la palabra ‘exilio’ en su boca supone desprecio, ultraje… Ahora que tanto se dice respetar la memoria histórica, esta equiparación es toda una afrenta histórica y una falta de respeto a la dignidad de los exiliados republicanos y a toda la ciudadanía. ¿Por qué ocurre esto? ¿Quién lo permite? Se ve que historia y nacionalismo no se llevan bien, no van de la mano.

A lo largo de mi vida he conocido a represaliados del franquismo  y exiliados, y todos me dejaron claro que el fin no justifica los medios, que se debe  buscar la verdad,  airear y defender  tu ideología con coherencia y obras, que la dignidad de los pueblos y personas existe y se debe proteger . Ante la situación ilógica y descorazonadora que se vive, tengo muy claro lo que me dirían y es que los pueblos sin moral no avanzan, se disgregan, agonizan, y es que no sólo de pan vive el hombre…No se puede reducir el hombre/mujer a meras máquinas de consumo y placer.

Una evidente muestra de cuanto digo, lo presencié recientemente   cuando una señora aparcó su coche y del mismo bajaron varias perritos que asustaron a un paseante cercano  y  la conductora con amabilidad le dijo:

-No tenga miedo, no hacen nada. Miedo hay que tener al ser humano…

Palabras que me recordaron otras de mi juventud y que han arraigo en mi recuerdo, cuando en una foto de pie de página de Adolfo Hitler decía algo tan tétrico y funesto como que” cuanto más trato a los hombres, más quiero a los perros” ¿Después de tantos años, vicisitudes, éxitos y fracasos aún no nos hemos dado cuenta que el ser humano y su dignidad debe ser la medida de todas las cosas? ¿Qué hacemos para no lograrlo? ¿Cuándo nos daremos cuenta que el progreso moral es el verdadero progreso de los pueblos?

Mañana, 18 de agosto, en Traspando, mi arcadia feliz, celebramos la Virgen del Carmen y hacemos nuestra esa antigua petición de que “La Virgen del Carmen dice, que la bajen de lo alto, que quiere estar en el pueblo de Traspando”. ¡Feliz día!


                                            José Antonio Noval Cueto.




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