Ya llevo muchos años que suelo ver la retransmisión de la
ceremonia de los Premios Princesa de Asturias por la TPA y pertrechado de papel
y lápiz anoto aquello que me sorprende, que me asombra y en esta ocasión del
2024 no iba a ser menos, aunque tengo que confesar que cuando tenemos cierta
edad, valoramos mucho el tiempo, somos cuatreros del mismo, y nos lo pensamos
antes de gastarlo y consumirlo, porque es tal el desencanto que uno acumula en
esta época de colonialismo cultural, en la que se busca intencionadamente que
la persona se deshumanice, claudique de sus obligaciones ciudadanas y se conforme con ser un estómago agradecido,
que consienta que la mentira, la manipulación existan, que cambien las leyes y
se incumplan sentencias, que se incrementen las diferencias sociales y
regionales, que se use la democracia
para destruirla, que el odio y la
polarización se instale en la sociedad, sin la menor queja o protesta… factores
todos ellos que llevan a uno a renunciar, a replegarse en sí mismo, cargarse de
apatía y desencanto y cuestionarlo todo incluso
hasta ver la televisión… Estas
reflexiones estaban en mi cabeza cuando empezó la retransmisión hacia las 18.00
horas, pues de ceremonias de boato para tranquilizar la conciencia ya está uno harto, y más desde las escabrosas
noticias de última hora que cuestionan la sociedad y el mundo político que nos
rodea, ya que ponen de relieve el nivel de mentiras y degeneración
moral que nos invade, que estropea y perjudica a todos, principalmente a los más jóvenes, que
llegan a no diferenciar el bien del mal y afianzarse en la nada que es más
cómodo, no cuesta esfuerzo, pero tiene trágicos resultados.
Expuestas mis premisas, no tengo reparos en deciros, que
mereció la pena. Los Premios han sido un altavoz del elemento más importante
que tenemos en la sociedad: la PERSONA, y hablar de persona es hablar de
humanización en una sociedad tan deshumanizada como la muestra, donde nos
contentamos con mirar para otro lado, cuando una persona sufre, pena o muere, y
esto no es la solución, al contrario, es el problema. Todos necesitamos de
todos, de quien menos esperamos, del samaritano de turno que nos socorra y
acoja y más en épocas geopolíticas tan agresivas como las que imperan;
nuevamente hablamos de conquistas, de barbarie y muerte, y eso que estamos en
el primer cuarto del siglo XXI y en plena Europa. Esperemos que los soldados
norcoreanos no vengan a Ucrania. Hay que poner coto a todo esto. ¿Cómo? Reivindicando
que una sociedad sin valores morales, sin principios, sin pasado, no existe, no
se sostiene, desaparece y si no lo remediamos, a eso se nos invita. ¡Centremos
la política en el ser humano y no lo cosifiquemos! El hombre no es solo
consumo, no es solo estómago. El hombre es pensamiento, sentimiento, no mero
goce o disfrute. Dignifiquemos la persona humana, y éste es el gran reto que
han puesto en evidencia en todas las intervenciones de quienes han tomado la
palabra, y lo han dicho valientemente. Les era más cómodo callar, pasar página, a
lo que se nos tiene tan acostumbrados y
más desde que el periodismo está tan condicionado por sus resultados
económicos: se reduce la venta de ejemplares y la publicidad escasea y se
premia…
Era hora que desde este foro tan internacional de la entrega
de los Premios Princesa de Asturias 2024, desde el célebre Teatro Campoamor, se
centrara el foco en la persona humana y su dignidad, algo que está en crisis y
basta para ello recordar que hasta la Administración, no sólo los bancos, pierde
cercanía: hay que pedir cita, y después
se habla de acercar la política al ciudadano. Desde esta columna semanal han
sido muchas las veces que he denunciado la deshumanización, la falta de sentido
crítico, la crisis de valores y principios que vivimos; el deterioro de nuestra educación, centrada
solo en las fraudulentas estadísticas… Que intelectuales de la talla de la
poetisa rumana Ana Blandiana, , Premio Princesa de Asturias de las Letras, desde
“su latinidad exiliada” nos diga que “ese algo liviano, alado y sagrado “que es
la poesía pueda detener nuestra caída en la nada, que puede salvar al mundo y
que si en otras épocas salvo al mundo del miedo, del odio y de la locura, hoy
puede salvarnos de la soledad, de la indiferencia, del exceso de materialismo y
consumo, del vacío de fe…me congratula y mucho más que el gran olvido de estos
años, nuestro gran Unamuno, cobre fuerza en su mensaje y actualidad con su
célebre expresión:”¡Me duele España!”, extensivo a “¡Me duele Rumanía, me duele
el Mundo !” Los robots – continúa- pueden hacer dáctilos, pareados sonetos,
pero nunca comprenderán el sufrimiento y la obstinación por expresar lo
inexpresable, y nos recuerda la célebre cita de André Malraux de “El siglo XXI
será religioso o no será”, y si no lo remediamos vamos camino de ello. Esta lección
magistral , rigurosa y valiente, tuvo su continuación con las certeras palabras
de la cineasta y humanista Mariane Satrapi , Premio Princesa de Asturias de
Humanidades y Comunicación cuando al hacer un balance de la Humanidad que tenemos,
nos dice que el hombre por sí solo no sobrevive a la naturaleza y que la clave
para vivir con dignidad es la cultura, y que el verdadero éxito es el Humanismo
y reclama civismo, ética, compasión y bondad si es que de verdad lo queremos,
algo que no prolifera en las aulas, más centradas en los ruidos que en las
esencias. Posteriormente Michael Ignatieff, Premio Princesa de Ciencias
Sociales en su sincera intervención, después de plantearse si su trabajo ha
dado la talla para merecer tal distinción y después de recurrir a un cuento de
Isaiah Berlin sobre la distinción entre el erizo(animal que sabe una única cosa
importante) y el zorro( animal que sabe muchas cosas) nos dice que todos,
incluido él , somos unos zorros que , a veces, queremos ser erizos, y nos avisa
de “lo difícil que es mantener la soberanía de nuestro propio juicio en un
mundo saturado de manipulación y mentiras…”, concluye este recital humanístico con el
decálogo y música de Joan Manuel Serrat, que entusiasmado, sincero y agradecido
nos recuerda lo que ya sabemos y que en tiempos de la Transición política fue
bandera de todos o de casi todos: “Soy un hombre partidario de la vida. Soy un
animal social y racional que necesito al hombre más allá de la tribu. Creo en
la libertad, justicia y democracia...” y que tuvo el coraje de decirnos que “No
me gusta el mundo en el que vivimos, hostil, contaminado e insolidario donde
los valore democráticos y morales han sido sustituidos por la avidez del
mercado…”
Podría decir más cosas, pero con lo dicho me doy por
contento. Hacia tiempo que las Humanidades no se vestían de largo. Quiero como
la Princesa de Asturias- natural, cercana, risueña, contenta -jugaba en casa-, celebrar la mejor versión de la vida y subirme
al tren de la esperanza, que tiene su estación en el teatro Campoamor , en la
que compran sus billetes los que creemos en una España mejor, más humana, justa y solidaria. Parafraseando
a Carolina Marín y a Joan Manuel Serrat : “Puedo, porque pienso que puedo”…”Hoy
ha sido un gran día y mañana también”. Los que hemos hecho de las Humanidades
nuestra profesión y objetivo de vida estamos contentos. Mereció la pena.
No quisiera concluir estas palabras sin felicitar al Sr.
Alcalde y a toda la Corporación del Ayuntamiento de Oviedo por este Acto que la
singulariza y que la hace capital de la Cultural a nivel mundial, y a todos los
ovetenses porque la secundan y hacen suya, basta ver sus calles.
José Antonio Noval Cueto.