domingo, 30 de noviembre de 2014

“Aún no hemos empezado la sopa…”



No es fácil traducir a palabras la situación que vive y padece la sociedad española, pues con tantas denuncias, imputaciones, querellas, recursos, procedimientos , personajes estrella como Nicolás o salvadores como Pablo Iglesias, corremos el peligro de arrinconar y olvidar que el problema que amarga a las familias españolas es el del paro, que en nuestro solar patrio alcanza a casi 1 de cada cuatro españoles en edad de trabajar, o sea un 24%, cuando la media de la Unión Europea es del 11,5%.¿ Tanto que se habla de ser europeos yo no entiendo por qué se produce esta disfunción o es que sólo somos europeos para aplicar ajustes o medidas gravosas?. Esto se complica más si recordamos que el 34% de las personas empleadas  ganan menos de 645 euros, concretamente 5.762.040 trabajadores, y en jornadas de sol a sol, y aún hay quien propone que se active el consumo, ¿cómo?, si la mayoría tiene que escoger entre encender la luz, hablar por teléfono o tomarse el café los domingos en el bar de la esquina. La vida nunca ha sido fácil y si no que se lo pregunten a los abuelos, pero ahora, por motivos de todos conocidos, se está poniendo imposible y ya son muchos los jóvenes que tienen que preparar su maleta, no de cartón marrón y rayada como en otros tiempos, e irse con la sensación de ser forasteros en su propia casa, sin saber  cuándo  regresarán. Son muchos los jóvenes que rayan los 30 años y no han tenido la oportunidad de trabajar y mientras el Gobierno ha tenido que inyectar miles de millones al sistema financiero español para que no quebrase. ¿Quiénes son los responsables? ¿Culpables? ¿ La corrupción moral, política, el silencio cómplice, el egoísmo interesado…o es que a España le va mal, como decía la nieta suiza de mi amigo Carlos, porque las cosas que se pueden hacer hoy se dejan para mañana?…De todo hay, aunque ignoro la proporción.

Dice un refrán muy conocido que “Del cielo abajo, cada uno vive de su trabajo”, y es de justicia reconocer  que todos los trabajos siempre que sean honrados merecen respeto y consideración, pues contribuyen al progreso y bienestar de todos. ¿ Qué sería de nosotros si los agricultores no sembrasen sus huertas? Esta óptima concepción del trabajo ha permitido  que cada uno se labre su futuro ,  ya como carnicero, camarero, fontanero, barrendero, torero o dentista, pero lo que desconocíamos era que la voracidad y ambición desmedida de unos pocos iban a dejar sin trabajo a unos muchos, y desquiciada y asolada a la propia sociedad, que no sabe  cómo  frenar la hemorragia de miseria y desesperación que la invade,  y se refugia en las sopas de pan o ajo y el cocido de patatas.

¿Es mucho pedir “trabajo, pan, techo” cuando se consume cognac de 1300 euros a costa del erario público,  se exhiben yates con madera de caoba,  se rehabilitan despachos a golpes de billetes sin importar el cuánto o se invierten cientos de millones de euros en proyectos ruinosos? Ignoró cuántos “culetes” tiene que escanciar un camarero para ganarse el jornal, ni el número de ladrillos que tiene que colocar un albañil, ni los escobazos que da el barrendero un día sí y otro también  para merecer su paga..., pero lo que sí sé es que sin trabajo el ser humano no es libre, no puede elegir y menos labrarse su futuro personal, y de ello se perjudica la propia sociedad.  Y este debe ser el objetivo básico y fundamental de la acción de Gobierno.

No hace mucho me encontré en las calles de Pola a un buen amigo y apenas entrecruzamos cuatro palabras me comentó que la portada de la prensa del día venía impresa de corrupción, de aire fétido, y con esa sabiduría que le caracteriza me dijo:

- José Antonio, en la corrupción aún no empezamos la sopa, estamos en los entrantes.

El tiempo dirá- le contesté-  no perdamos el norte, centremos los esfuerzos: 
TRABAJO.


                                   José Antonio Noval Cueto.

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