“ ¡Qué buen vasallo, así
hubiera buen señor…!”
Estas palabras del poema épico más representativo de nuestra
Literatura – del Poema de Mío Cid- me
sirven de título para glosar las excelencias y virtudes de nuestra nación, y
con la intención espero que no vana de combatir ese complejo de inferioridad
que nos atenaza y que nos lleva a la queja permanente y desprecio de nosotros
mismos, algo de lo más ilógico, pues pocas naciones europeas pueden blandir y
airear una hoja de servicios como la nuestra. Esto, por desgracia, ha sido una
constante en nuestra historia, y su influencia aún colea en los tiempos que
vivimos, de ahí aquello que si oyes hablar a alguien mal de su patria, seguro
que es español. La prueba más evidente de lo que digo la constatamos todos los
días en los productos y rótulos de negocios o empresas, que recorren al vergonzante
y socorrido extranjerismo para defender y afirmar su excelencia - incluida la
nacionalista Cataluña donde en sus villas turísticas los escaparates hablan foráneo
(alemán, inglés…)el catalán lo dejan para consumo interno - , y si esto no bastara,
ahora la representante española en Eurovisión va a cantar en inglés, quizás en
homenaje a Shakespeare, algo incomprensible siempre y menos ahora que se
celebra el cuatrocientos aniversario de la
muerte de Don Miguel de Cervantes Saavedra, un 23 de abril de 1616. Se reniega del idioma y que yo sepa ,de momento, no se han pedido comparecencias
en el Congreso, ni se ha iniciado una campaña de firmas y menos concentraciones
de protesta.
Creo que ya va siendo
hora poner los puntos sobre la “i” y reivindicar nuestros logros, nuestra
aportación a la cultura e historia de Occidente, tarea que dejo para los
estudiosos, a mi me basta con hablar y glosar la generosidad del pueblo llano, del pueblo
español, la del que comparte la bota de
vino y el pan en tiempos ásperos, insípidos y tristes como los que vivimos, del
que sabe de renuncias, de sufrimientos, de perseverancia , con la mirada puesta
en el futuro, y esta prueba la dan un día sí y otro también todas o casi todas
nuestras familias e incluso los indigentes que compiten en las calles por su
donativo y que al acabar su jornada comparten
lo poco que tienen y hasta el cartón con que taparse, y si esto no fuera poco
es bueno saber que España supera en más
de 20 puntos la media europea por
donación de órganos, concretamente se realizaron en el año 2015 un total de
4.796 trasplantas…¡Habrá mayor ejemplo de generosidad! ¡Ahora ya entiendo yo
como España derrotó a Napoleón a base de trabucos, y es que los españoles nos
sentimos patriotas, a pesar de los pesares…! ¿Con pueblos así quién tiene miedo
al futuro?
Contrasta la grandeza y
generosidad de este pueblo con el egoísmo y ambición de poder que
difunden desde hace sesenta días las cadenas
de televisión , emisoras de radio y prensa, y que llevan a uno a plantearse aquello de " ¿qué
buen vasallo, qué buen pueblo si hubiera buen señor, buenos dirigentes?" Y una vez más se
comprueba con tristeza que la llamada solidaridad de la inteligencia empieza
por “yo” y acaba en “yo”; el bien común , los grandes ideales y planteamientos
se los dejan al Papa Francisco que no hace mucho denunciaba que algunos
arruinaban los pueblos para que pasado un tiempo, los vuelvan a votar y se
atreven a llamar “progreso” al engaño, la manipulación, la mentira.
Mientras el pueblo madruga, trabaja ,siembra – todo ello si
puede y el tiempo lo permite- y observa
estupefacto que su dolor, sus penas son el alimento que otro utiliza para
crecer, intrigar y ganar poder…Mientras el pueblo aún espera que sus
gobernantes den la talla y les protejan de verdad, con planteamientos serios y
responsables, y dejen las ocurrencias y despropósitos para otro momento, y en
tiempos de confusión y borrasca, donde parece que vale todo, no viene mal
recordar unas palabras del expresidente
uruguayo José Mugica que dicen : “ Una de las principales fuentes del
conocimiento es el sentido común. El problema es cuando pones la ideología por
encima de la realidad. Entonces, la realidad te da en el hocico” .
¡Qué buen pueblo, así hubiera buen “señor”!.
José Antonio
Noval Cueto
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