La vida humana nos depara sorpresas cuando menos lo pensamos
y esto es lo que me ocurrió a mí la semana pasada al visitar el salón
biblioteca de mi pariente y amigo Faustino, minero, sindicalista y político,
fallecido hace ya un tiempo. Curiosear y rastrear su Salón-Biblioteca es
inhalar su espíritu, sus apetencias; descubrir sus gustos y , a veces,
encontrarse con sorpresas. De su sencilla biblioteca la temática dominante era
la política, la histórica(especialmente del s.XX), ensayos , alguna clásica
enciclopedia, tratados sindicales y carpetas con algún recorte de prensa. Y en
una esquina, casi ocultos, dos pequeños libros: 1/ “El Nuevo Testamento”,
impreso un 2 de agosto de 1954, dos meses y medio después de nacer un servidor,
con el pertinente “Nihil Obstat” del Censor de Segovia, donde se imprimió. De
tapas duras, de color azul, convertido en blanco, enmohecido por la humedad o la falta de uso, formato
bolsillo, con un total de 506 hojas, de
papel biblia .El 2/ Lleva como título , verdadera sorpresa y coincidencia,
aunque con fines distintos, “Testamento Literario” de Armando Palacio
Valdés, impreso en Madrid en la calle
Preciados,42 , en el año 1943.
El verano no puede empezar más prometedor, pues es positivo
que hablamos de Testamentos en un época donde escasean los descendientes, los
fieles y la vida. Me viene esta reflexión provocada por noticias de actualidad,
del momento, y es que últimamente hemos sabido que el número de fallecidos en
el año 2015 supera al de nacimientos, en la no despreciable cifra de 3167
personas más muertas que nacidas.
Ante cifras como éstas uno tiene que plantearse si nos
estamos equivocando, si no estaremos confundiendo los objetivos. No es normal
que se tenga miedo a vivir, incluso diría a respirar. Disculpas y
justificaciones hay o habrá muchas – una de ellas el ansia de consumir-, pero
lo cierto es que una cultura que tiene miedo a reproducirse es una cultura
enferma, sin vitalidad, que desconfía de sí misma. Una cultura que dice aludir
y respetar la Ciencia y la Biología cuando quiere justificarse y que no respeta
sus verdades cuando no le interesa, es una cultura etérea, de barro, enferma.
Estamos llenos de perjuicios, de contradicciones. Nos domina en exceso lo
“políticamente correcto” que nos lleva a justificar y argumentar lo más
inimaginable e incomprensible, sin que se altere el foro, sin que nadie chille o proteste, y de ello da cuenta la
prensa a diario. Recordemos que algunos plenos del Congreso se ocuparon del
mono, chimpancé, o que incluso hay quien
dice que ya no hay hombres ni mujeres.
Todo esto que estoy diciendo tiene su réplica y su enseñanza,
cuando observas que una tarde calurosa, en un bar de la Pola, un cliente invita
a un vendedor ambulante, de origen
africano, simpático y con buen dominio del español, a tomar algo y éste , en
pleno Ramadán, agradecido le contesta: “ No puedo” o
cuando a la salida de misa dos
jovencitas, de ojos grandes y negros te piden limosna, una de ellas en evidente
estado de gestación, y la otra, al darte las gracias, te dice: Yo tengo tres
hijos…Estos dos ejemplos hablan por sí solos. Tendrán sus razones, réplicas,
argumentos o contraargumentos, justificaciones,
lo único que sé es que a los nos que llamamos católicos nos cuesta hasta
prescindir de la carne los viernes de Cuaresma.
Han pasado seis meses de campaña electoral y pocos programas
se preocupan del Hombre y su destino, de su dignidad, pues quien les escribe es
de los que piensan que “no sólo de pan vive el hombre”. Este verano la
casualidad me ha provisto de dos lecturas muy interesantes, una el Testamento de
Jesús, el Hijo de Dios que nos ayuda a
corregir lo que hay de malo en nosotros, y el Testamento Literario de uno de
nuestros mejores novelistas asturianos, que a buen seguro nos dirá o hará
sugerencias juiciosas. Espero sacar buen provecho.
José Antonio Noval Cueto
P.D “…Mirad las aves del cielo: no siembran ni siegan ni
recogen en graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta…¿No valéis vosotros
mucho más que ellas?...” (San Mateo 6, 21-7,3)
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