El pasado 20 de junio, víspera del verano, festividad de los
Mártires Ingleses y cuando el mercurio de
indicaba temperaturas fuera de los normal y se tomaban las precauciones
ante esa ola de calor, tuve el acierto, la intuición o si se me permite la
obligación como creyente de peregrinar a Liébana, al monasterio de Santo
Toribio. Han pasado diecisiete años desde la última vez que cruce estas
tierras para honrar y besar el “lignum
crucis”, o reliquia- la más grande que se conserva- de la Cruz de Cristo, y me
parece que fue ayer, con las lógicas diferencias que a continuación
explico. En aquel domingo del mes de
mayo del año 2.000, domingo de comuniones, fui en autocar en compañía de un grupo de amigos y
compañeros de partido. Quiso la casualidad que en el restaurante compartiéramos mesa y comida
con personalidades de la tonada asturiana naturales de Cantabria. Acabamos los
postres y en una alargada mesa de al lado, al conocer que éramos asturianos,
empezaron a cantar tonada para entablar el diálogo. Afortunadamente con
nosotros también llevábamos buenas cantantes de tonada que respondieron a la invitación de nuestros
vecinos que estaban arropados por el
gran Benito Díaz, quien en conversación posterior nos informó de las clases de
tonada que se impartían en Camargo y alrededores; en Asturias, como casi
siempre, hemos tardo algo más en empezar
y ya se ven los frutos. Era el típico día plomizo y gris del Norte, la lluvia
nos respetó y efectuamos la visita de tarde.
En esta ocasión, con más tiempo y menos obligaciones, escogí
un día laboral – para evitar las grandes aglomeraciones de los fines de semana-,
el conductor fui yo, y acudí con prontitud a la misa del peregrino, cruceno y
crucero, como se suele llamar a los que acudimos a Santo Toribio, que se
celebra diariamente a las 12 de la mañana.
En la explanada del monasterio y ante la Puerta del Perdón se congregaba
una multitud de personas de diferentes lugares, de Puerto Rico con su bandera,
de Argentina, del País Vasco , Palencia, Madrid, Asturias, Cantabria…Allí un
afable franciscano nos hizo las indicaciones de rigor y a las 12 h. en punto,
entramos en el templo por la Puerta del Perdón, cuidando no tropezar con los
escalones de entrada como se nos previno. La misa concelebrada por once sacerdotes
y con los confesionarios preparados al fondo, estuvo muy medida, marcando bien
los tiempos y fases de la misma, con la primacía de la palabra y apoyada por el
canto, cuyos contenidos ahondaban en el motivo central de toda peregrinación o
visita que no es otro que pedir fuerzas, ahondar en nuestra fe, ampararnos en
las manos del Padre Creador que en este monasterio se testimonia en la Cruz
Relicario que contiene el “Lignum Crucis”. Toda la ceremonia estuvo orientada y
explicada por las palabras del ya citado fraile que hilaba salmos, datos históricos,
vivencias personales ,peticiones , sugerencias y pequeñas amonestaciones de una manera tan sencilla y natural que nos
dejaba atónitos a todos, pues parecía que el mismo Padre Dios nos hablaba. Las
canciones las de siempre, pero que no sé por qué sonaban de manera diferente,
con más fuerza, con más vitalidad, y todo , como decía, centrado en el
principal objetivo: “Señor creo en Ti, pero aumenta mi fe”, y que este jubileo lebaniego del 2017 testimonia de
la siguiente manera:” Nuestra gloria, Señor, es tu Cruz…” . Después de la
multitudinaria comunión y antes de proceder a la veneración del Lignum Crucis
una peregrina portorriqueña leyó unas palabras de agradecimiento, de afirmación
de nuestra fe, que concluyen con la
expresión “Señor, cuenta con nosotros”. Palabras claras, directas y comprometedoras, que todos hacemos
nuestras, pues dentro de nuestra pequeñez, de nuestra miseria sabemos que podemos
siempre “contar contigo” para alertarnos del peligro y apartarnos de él… y cuando
como humanos fallamos sólo nos pides que
lo reconozcamos y nos arrepintamos, pues de sobra sabemos de tu infinita paciencia y
misericordia.
Un día como éste, de tanta luz, de tanto color y de tanto
calor, la propia naturaleza nos habla y
lleva a Ti para decirte: ”Protégeme Dios mío, que me refugio en Ti”.
Concluida la visita y después de buscar el amparo de las
tripas con una comida suave y refrescante – el cocido montañés lo dejo para más
fría ocasión- comprendo que haya pintores, como mi buen amigo Carlos Sampere,
que hagan de los Picos de Europa su principal fuente de inspiración y es que la
doble plenitud que yo he vivido hoy- Naturaleza y Cruz- es difícil de trasladar a lienzo. En estos
momentos aún perdura y siento en mis labios la
rugosidad del “Lignum Crucis”.
P.D
El Jubileo de Liébaba o “Año Jubilar in perpetuum” se celebra desde el
año 1512, merced a la bula del Papa Julio II.
José
Antonio Noval Cueto.