Ahora que tanto se reivindica la figura de la mujer, ahora
que tanto se las moviliza y tienen un día asignado para celebrar sus gestas o
efemérides, me viene a la cabeza una
mujer discreta, prudente , apacible y serena que ejerció su honorable profesión
de ama de casa en la parroquia de Traspando, en la llamada casa de La Facienda.
No es la primera vez que sale en esta columna alguna noticia y hechos de la
casa, últimamente por despedidas o fallecimientos; hoy, a Dios gracias, por
otro motivo. Próxima a la capilla de San José era conocida a finales de los
años 20 del pasado siglo como “La fonda del Gas”, tienda de ultramarinos, lugar
de reuniones y charlas vecinales y elemento dinamizador del pueblo. Hoy tiene
una fisonomía diferente, más alta, aunque la cimentación sigue siendo la
originaria. Allí tenía su reino, su trono, Luisa “La Facienda”, mujer de
Cesáreo, hermana de Bernaldo, el juglar de la zona, y desde allí ejercía su
matriarcado en el sentido positivo del término. Era natural de la localidad, de
los Estrada de Recullá, y se casó con otro joven del pueblo, Cesáreo. De viaje
de novios a Nava. De ese matrimonio nacieron cuatro hijos: Nicanor (facultativo
de minas), Ovidio (constructor), María Luisa y Asunción, amas de casa como su
madre. Cuando Luisa llevaba sus hijos a la cercana casa de los abuelos
enseguida se oía:
-
Ahí
“ta” Luisa con sus corderinos.
Eran cuatro hijos muy seguidos y de un pelo rubio muy intenso
en su infancia.
El pasado 29 de diciembre, sábado, a las 14:30 horas, en uno
de los comedores del conocido y
acreditado restaurante “El Forno” de Pola de Siero, su nieta, Monserrat Moro
Rodríguez , tuvo el detalle de convocarnos al resto de la familia y allí nos personamos 42 personas, incluyendo a 3 tataranietos(Mateo,
Álvaro, David…) . En la improvisada mesa presidencial tres
mujeres: su hija Asunción y Avelino, su marido; Amalia y Charo, viudas, nueras
de Luisa, y entre “culete” de sidra, vino, aperitivos , exquisito y jugoso
lechazo, postres, bombones… se iban hilando recuerdos, vivencias del ayer, que aparecían y desaparecían según el tipo de
comida, como es de suponer los más ligeros y alegres, los de los postres, las
más endebles e inseguros, al comienzo, en los entrantes y es que quizás el poder nemotécnico depende
del tipo de comida y del tipo de bebida.
Los recuerdos con sidra son diferentes a las vivencias del vino, pero de entre
todos ellos había uno que primaba, que
prevalecía, y eran las cenas que daba la abuela el día de Nochebuena en la
Facienda…Hoy después de casi cuatro décadas quedan pocos supervivientes , la
mayoría nietos y bisnietos, pero aún así Monse volvió a arriar las velas y navegar mar
adentro. El viaje fue apacible, cómodo y en un abrir y cerrar de ojos se nos
fue la tarde. Ya oscurecía cuando salíamos del restaurante y con nosotros iban
vivencias, proyectos, anécdotas y el recuerdo imborrable de Luisa, que nos
hablaba de la guerra de África, donde sirvió su Cesáreo – tenemos fotografías que lo
acreditan- , que si el hambre y la
posguerra, que si escribieron mis hermanos de
Argentina , concretamente en Chascomús, a donde viajó para un inolvidable reencuentro…Llevaban
muchos años sin verse, décadas.
En todos nosotros flotaba una idea que siempre practicó Luisa
y no porque fuera Navidad, y es que lo único que de verdad vale , lo único que de verdad importa es la familia y
esto se hizo evidente el pasado sábado, 29 de diciembre, día en que Luisa volvió a estar con nosotros feliz y
sonriente y comprobó que sus palabras no
cayeron en saco roto y es que como dice la copla “…el cariño
verdadero ni se compra ni se vende, no hay en el mundo dinero para comprar los
quereres... “. ¡Feliz año 2019!
José Antonio
Noval Cueto.
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