En estos días de Navidad, refugiado en la tranquilidad de
Traspando, pequeño pueblo sierense , a unos siete kilómetros de Pola, - donde también se siente y palpita la
Navidad, aunque de otra manera, más tranquila, más serena, quizás más monótona,
con menos ruidos y con algunas luces que ponen los vecinos en sus árboles,
balcones, portales y en la misma espadaña
de la Capilla de San José- me viene a la cabeza una anécdota del desaparecido ministro Don Gregorio López
Bravo – el que usaba su seat 127 para desplazarse por la ciudad en sus
actividades privadas- que siendo ministro de Asuntos Exteriores y en plena cela
de gala, en París, que le ofrecía el presidente francés Valeri Giscard
d’Estaing recibió una llamada telefónica desde Madrid donde se le comunicaba
escuetamente que ha sido cesado de su cargo. Al día siguiente, aterrizado en
Barajas, un enjambre de periodistas le acorrala en busca de información y el
sabio y templado ministro les dice:
-
Señores,
yo ya he dejado de ser noticia.
Nosotros en Occidente y en todo el orbe conocido nos llega
por estas fechas, un 24 de diciembre, todos los años, una noticia que tiene
como protagonista un pesebre, un buey, una mula, un niño, la Virgen y San José,
pastores y pueblo llano, y en esa noticia insólita , original y de siempre,
inabarcable y perenne, se nos dice que “Todo un Dios se hace niño”, villancico
que cantan años tras año las monjas de la Residencia de Ancianos de Pola de
Siero en la misa de la aurora cada 25 de diciembre y que en su homilía Don
Juan, el párroco de Pola de Siero, nos pedía que la Navidad fuera auténtica,
que la fuerza del amor , elemento básico de subsistencia, circule por nuestras
venas y fortalezca nuestro organismo.
Y es que como dicen las Sagradas Escrituras si no tengo amor,
no soy nada. Y este es el gran reto al que se enfrenta la sociedad de consumo,
del hombre producto y desecho, y es ella la que tiene que elegir , que escoger,
entre darse o no darse, querer o no querer; de ahí que alguno ante este
evidente dilema se angustie, calle, se duerma para no palpitar, para no sentir
la voz de Dios… Tema más preocupante que la crisis demográfica y el cambio
climático.
Cada Navidad nos da la oportunidad de rectificar, de cambiar
de rumbo y este es el gran mensaje que nos trae el Niño-Dios, y nunca más
cierto aquello de que si no sois como niños no entraréis en el Reino de los
Cielos. Cada Navidad es un reto a la inercia, a lo caduco, a lo repetitivo;
es un impulso a un hombre mejor, a un mundo mejor, pues ,
como se ha demostrado, de poco sirve cambiar el mundo, aunque la inteligencia
artificial nos ayude, si los que tenemos que cambiar somos nosotros y no
queremos; de ahí que estas Navidades no pida un balón de reglamento, ni
turrones, ni champán, sino que el señor me traiga un corazón de verdad, un
corazón donde la palabra amor tenga su trono, y este es el mensaje , la noticia
que siempre, año tras año, nos trae la Navidad y que unos hacen suyo y otros ,
temerosos, abrumados de egoísmo, silencian, ocultan, desprecian.
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