En esta locura constante y permanente en que vivimos, en este
periodismo nervioso que nos azota y confunde, las noticias , a base de
repetirlas y repetirlas, se quedan sin mensaje, y basta para ello observar que
día tras día las portadas de los periódicos y demás medios de comunicación
responden a los mismos parámetros: corrupción, violencia de género, juicios,
Cataluña, fútbol… De otros temas de gran repercusión humana y social se habla menos: hambre, paro, desigualdad,
explotación de los sentimientos, ecología y dignidad humana, solidaridad…Y digo
todo esto con argumentos, con datos y es que cada vez anoto menos en mi agenda
y no es por ahorrar papel y tinta, sino porque no merece la pena hablar de lo
mismo, aunque los protagonistas sean otros – véase corrupción- . Busco noticias
que nos den luz, ilusión, esperanza; que nos alienten a construir un mundo
mejor, un mundo donde el personaje principal sea el ser humano, y no sólo
no las encuentro sino que últimamente la
llegada del “coronavirus” me recuerda las pandemias medievales y evidencia lo
poquito que somos y podemos por más que nos abastezcamos de inteligencia
artificial y tengamos ya robot para
planchar y es que como bien dice el Salmo 103 : “¡El hombre!: como la hierba
son sus días, como la flor del campo, así florece; pasa un soplo y ya no
existe…”, y a pesar de nuestras evidentes limitaciones y fragilidad, todavía hay quien se cree dueño del mundo y
de su destino e incluso de los nuestros, y como tal actúa.
Cuando no encuentro noticias, la solución es pasear, ver,
hablar. Y hoy, como otros muchos días, mis pies me llevaron a la Residencia
Nuestra Señora de Covadonga, de Pola de Siero, a la misa de 9 y allí me
encontré la noticia del día, la que me obliga a escribir estas letras, y una
vez más comprobé que, a veces, más de las debidas, tenemos ojos y no vemos,
tenemos oídos y no escuchamos. Ni que decir que la misa se prepara, cada
día, con la máxima dignidad: rezos,
cantos y proclamación de la Palabra, Santa Eucaristía…La asistencia de los
residentes es numerosa. En los bancos de la izquierda de la primera mitad de la
nave central se sientan los hombres, y en los de la derecha las mujeres. En los
altillos laterales, a los que se acede por dos escaleras, se sitúan las monjas,
a la izquierda, y en la derecha, las
mujeres que tienen más dificultades de movilidad . La Virgen de los
Desamparados preside el altar, y en la pared izquierda de la nave principal o
central, poco antes del medio, un enorme Cristo yaciente de madera, de vena
realista, con los ojos cerrados agradece nuestra presencia y nos conforta.
Empieza la misa y del altillo de la zona izquierda, con su
muleta en la mano derecha y agarrado al pequeño pasamanos de la izquierda, desciende
Luis, que con muchas dificultades baja los dos peldaños que le separan de la nave central. Una vez en
el banco cuelga la empuñadura de su muleta en el respaldo del mismo que le sirve de tope o refuerzo y poco a poco
baja su cuerpo para sentarse. Sigue la misa y acomoda sus movimientos a los
tiempos de la liturgia- de pie, se sienta- , a pesar que estos sencillos
movimientos suponen para él un gran esfuerzo, y así durante el tiempo de la
celebración. Acabada la misma salé por el pasillo central o bien retrocede
hacia el altillo de la izquierda y nuevamente asciende los escalones, pero con
menos temblores y más seguridad.
Desconozco si Luis tiene mucha o poca fe, pero sé que todos
los días tiene que hacer ímprobos esfuerzos para asistir a misa y dirigir su
mirada suplicante a la Virgen de los Desamparados. El pasado 10 de febrero al
cumplirse los 131 años de la llegada a Pola Siero de las Hermanitas de Ancianos
Desamparados, Orden dedicada en cuerpo y alma al llamado Apostolado de la doble
orilla, o bien morir, el sacerdote
celebrante al felicitarlas les dijo: “Con ustedes se comprueba que el bien no
hace ruido”. El testimonio de Luis es la
noticia del día que quiero compartir con vosotros.¡Muchas gracias!
José Antonio Noval Cueto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario