lunes, 17 de febrero de 2020

“¡Compro una noticia nueva!...”




En esta locura constante y permanente en que vivimos, en este periodismo nervioso que nos azota y confunde, las noticias , a base de repetirlas y repetirlas, se quedan sin mensaje, y basta para ello observar que día tras día las portadas de los periódicos y demás medios de comunicación responden a los mismos parámetros: corrupción, violencia de género, juicios, Cataluña, fútbol… De otros temas de gran repercusión humana y  social se habla menos: hambre, paro, desigualdad, explotación de los sentimientos, ecología y dignidad humana, solidaridad…Y digo todo esto con argumentos, con datos y es que cada vez anoto menos en mi agenda y no es por ahorrar papel y tinta, sino porque no merece la pena hablar de lo mismo, aunque los protagonistas sean otros – véase corrupción- . Busco noticias que nos den luz, ilusión, esperanza; que nos alienten a construir un mundo mejor, un mundo donde el personaje principal sea el ser humano, y no sólo no  las encuentro sino que últimamente la llegada del “coronavirus” me recuerda las pandemias medievales y evidencia lo poquito que somos y podemos por más que nos abastezcamos de inteligencia artificial  y tengamos ya robot para planchar y es que como bien dice el Salmo 103 : “¡El hombre!: como la hierba son sus días, como la flor del campo, así florece; pasa un soplo y ya no existe…”, y a pesar de nuestras evidentes limitaciones y fragilidad,  todavía hay quien se cree dueño del mundo y de su destino e incluso de los nuestros, y como tal actúa.

Cuando no encuentro noticias, la solución es pasear, ver, hablar. Y hoy, como otros muchos días, mis pies me llevaron a la Residencia Nuestra Señora de Covadonga, de Pola de Siero, a la misa de 9 y allí me encontré la noticia del día, la que me obliga a escribir estas letras, y una vez más comprobé que, a veces, más de las debidas, tenemos ojos y no vemos, tenemos oídos y no escuchamos. Ni que decir que la misa se prepara, cada día,  con la máxima dignidad: rezos, cantos y proclamación de la Palabra, Santa Eucaristía…La asistencia de los residentes es numerosa. En los bancos de la izquierda de la primera mitad de la nave central se sientan los hombres, y en los de la derecha las mujeres. En los altillos laterales, a los que se acede por dos escaleras, se sitúan las monjas, a la izquierda, y en  la derecha, las mujeres que tienen más dificultades de movilidad . La Virgen de los Desamparados preside el altar, y en la pared izquierda de la nave principal o central, poco antes del medio, un enorme Cristo yaciente de madera, de vena realista, con los ojos cerrados agradece nuestra presencia y nos conforta.

Empieza la misa y del altillo de la zona izquierda, con su muleta en la mano derecha y agarrado al pequeño pasamanos de la izquierda, desciende Luis, que con muchas dificultades baja los dos peldaños  que le separan de la nave central. Una vez en el banco cuelga la empuñadura de su muleta en el respaldo del mismo  que le sirve de tope o refuerzo y poco a poco baja su cuerpo para sentarse. Sigue la misa y acomoda sus movimientos a los tiempos de la liturgia- de pie, se sienta- , a pesar que estos sencillos movimientos suponen para él un gran esfuerzo, y así durante el tiempo de la celebración. Acabada la misma salé por el pasillo central o bien retrocede hacia el altillo de la izquierda y nuevamente asciende los escalones, pero con menos temblores y más seguridad.

Desconozco si Luis tiene mucha o poca fe, pero sé que todos los días tiene que hacer ímprobos esfuerzos para asistir a misa y dirigir su mirada suplicante a la Virgen de los Desamparados. El pasado 10 de febrero al cumplirse los 131 años de la llegada a Pola Siero de las Hermanitas de Ancianos Desamparados, Orden dedicada en cuerpo y alma al llamado Apostolado de la doble orilla, o  bien morir, el sacerdote celebrante al felicitarlas les dijo: “Con ustedes se comprueba que el bien no hace ruido”.  El testimonio de Luis es la noticia del día que quiero compartir con vosotros.¡Muchas gracias!


                                         José Antonio Noval Cueto.





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