El pasado 1 de mayo se celebró el tradicional “Día o Fiesta del Trabajo”, festividad instaurada por el papa
Pío XII en 1955 y que coincide con la festividad de San José Obrero. En esta
ocasión , como el año pasado, limitada por las medidas de protección y
aislamiento que impone la pandemia de la COVID. Pequeñas concentraciones
sindicales, pancartas, declaraciones, entrevistas, telediarios y poco más, en
unos momentos duros y difíciles para todos los asalariados y más aún, para
quien no tiene un trabajo digno, especialmente los parados de larga duración y
los más jóvenes. Las cifras de desempleo que llegan casi a los cuatro millones y
los hogares donde ninguno de sus miembros trabaja -ascienden ya a 1,25 millones-
cuestionan por sí solas el llamado “Estado del Bienestar” y deben ponernos a
todos en alerta. El día tuvo su protagonismo, su representación, su puesta en escena , pero
la desconfianza y la desesperanza se apodera de los asalariados que ven peligrar
su trabajo o que no lo encuentran. No hay confianza en el ambiente. Impera el
desencanto. Los titulares de prensa del día hablan de : “La industria regional
pagó un 43% más de luz en abril”, “El Gobierno apuesta ante Bruselas por extender
los ERTE hasta 2022”, ”La izquierda convierte el 1 de mayo en un acto electoral
conjunto: “Estamos muy cerca”, “Hacienda estima pérdidas de 10.000 millones por
la morosidad de los avales del ICO”,”La sanidad privada ahorra al Estado hasta
1.368 euros por paciente al año”,… pero su drama- el de las personas sin trabajo ni
futuro- continúa. No tiene respuesta.
Ante esta difícil situación y con ánimo de encontrar una
posible salida, me vino a la cabeza una frase pronunciada en una homilía por el
sacerdote Don Juan Hevía al decirnos que
“La Doctrina Social de la Iglesia es la gran desconocida” , afirmación muy acertada
y que prueba el desconcierto reinante, propio del adanismo vigente, con solo
recordar dos postulados incuestionables
: a/ El trabajo es un don de Dios y b/
La dignidad que tiene todo trabajador, sea cual sea su especialidad y
conocimientos, pues es imagen de Dios. Ideas muy oportunas en un momento donde
el hombre está más al servicio de la economía, que la economía al servicio de
él, con las graves consecuencias e implicaciones éticas que esto genera. Véase
la proliferación de despidos colectivos.
A lo largo de la Historia de la Iglesia y especialmente desde
que la cuestión social cobra más fuerza, últimos del siglo XIX, han sido muchos
las encíclicas o documentos eclesiales que abordan este tema, siendo la primera
de ellas la encíclica ·”Rerum Novarum”, de León XIII, publicada un 15 de mayo de
1891, hace concretamente ciento treinta
años. Otras han sido : “Mater et Magistra”, “Populorum progressio” “Laborem
exercens “ “Sollicitudo rei sociales” y más recientemente “Fratelli Tutti”, del
Papa Francisco, publicada el 3 de octubre de 2020.
Sé que son muchos los problemas que preocupan y abordan al
hombre, pero si tuviéramos que simplificarlos casi todos se reducirían a dos: a/
la salud, en estos inciertos y trágicos tiempos de pandemia y b/ trabajo, don o
maná de Dios que colma las aspiraciones del hombre , ya que le permite realizarse,
recibir un salario digno, tener una vivienda digna, formar familia y disfrutar
del merecido ocio, tener futuro, proyección, perdurabilidad…Bien, por desgracia, escaso y mal repartido, que ha llevado a algunos teóricos a clasificar la
sociedad en parados y no parados.
Vista la trascendencia que tiene el trabajo en la vida y progreso
del ser humano, no tiene que sorprender que un joven como yo, allá por los años ochenta ,se haya hecho con
la encíclica del recién nombrado papa , San Juan Pablo II, quizás uno de los primeros papas obreros de la
historia- trabajo en su juventud en la empresa Solvay- titulada “Laborem
Exercens”, y que me haya deja sorprendido por su lucidez y carga testimonial.
Encíclica publicada para conmemorar los 90 años de la publicación de la “Rerum
Novarum” y que entre otras interesantes aportaciones nos dice que:
la doctrina social de la Iglesia tiene su fuente en la Sagrada Escritura; que
el trabajo humano adquiere una importancia fundamental y decisiva para que la
vida humana sea más humana, y que en una época del trabajo cada vez más
mecanizado, el sujeto propio del trabajo sigue siendo el hombre…
No hace mucho, en octubre de 2020, en su encíclica “Fratelli
Tutti” el Papa Francisco nos decía:” El gran tema es el trabajo. Lo
verdaderamente popular- porque promueve el bien del pueblo- es asegurar a todos
la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus
capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre,
el mejor camino hacia una existencia digna…El gran objetivo debería ser siempre
permitirles una vida digna a través del trabajo…”
Seguro que falta más información, les invito a ahondar en ello, pero espero que estas
letras escritas a raíz de la Festividad del 1 de mayo, ayuden a comprender la
importancia que ha tenido y tiene la Doctrina Social de la Iglesia, y de ello
pueden dar fe muchos de los políticos y líderes sindicales de la España
reciente y actual, pero, por favor, que no se queden sólo con palabras,
necesitamos hechos. "El trabajo, según San Juan Pablo II, es una pieza clave para que la vida humana sea más humana".
José
Antonio Noval Cueto.
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