No voy a recurrir a los poetas para que nos hablen de la
belleza y de su inspiración, me bastan mis vivencias para apreciar y valorar lo
bello, lo noble, lo agradable, lo que hace que la vida coja intensidad, fuerza,
optimismo, y esto se percibe a poco que uno se sienta relajadamente en la
terraza del bar de la esquina y aprecie lo que sus ojos ven, y estos que son el
faro del cuerpo humano son sensibles a
una mujer bonita, elegante, lozana, bien vestida y con su estela de perfume.
Supongo que la misma valoración harán las mujeres de nosotros. Soy de los que
aprecian la feminidad de la mujer, su belleza, su garbo, su elegancia,
pero mucho más sus cualidades y virtudes,
que es lo que de verdad enamora y cautiva a un hombre . Las “Nancy” se marchitan, duran poco tiempo. En todas las
ciudades del mundo hay calles que se convierten en auténticas pasarelas de la
moda donde la fina belleza enaltece y sublima al ser humano. No hace mucho, un
emigrante asturiano, residente en Buenos Aires, me decía que en la bonaerense
Avenida 9 de julio se encontró las mujeres más bonitas de su vida. Se ve que
hace tiempo que no paseaba por Uría o por Begoña.
En épocas de feísmo y feminismo mal entendido, puede que mis
palabras molesten, aunque no sea mi intención, - me educaron bajo el axioma de
que hay hombres y mujeres- sino, al
contrario, ensalzar la belleza allá donde se encuentre, la fina, la auténtica,
la profunda, la que idealiza, la que sublima y trasciende , la que asombra y
enamora, y reconociendo que el ser
“guapo/a ,feo/a,/listo/a, tonto/a…no es mérito ni demérito de nadie, sino mera
disposición de un Dios creador que nos
hizo así. Supongo que en todas las épocas de la historia se ha estilado un tipo
de hombre/mujer y hoy cuando parece que todos los estamentos hablan de defender
a la mujer y su dignidad, vemos, con sorpresa, que cada vez se la utiliza y
manipula más , y en vez de ennoblecerla y dignificarla, se la masculiniza y
animaliza más - esto no es nuevo en la Historia, ya Clarín, a finales del siglo
XIX, alertaba a la mujeres del peligro de la masculinización-, y basta para
ello fijarse en el mundo de la publicidad o en las extravagancias que nos
encontramos en la calle que dificultan cada vez más la diferencia entre hombre
y mujer. Buena prueba de cuanto digo es que ahora que tanto se reivindica el papel de la mujer y se llega a pedir una “justicia feminista”, los colectivos que
siguen teniendo serias dificultades para
llegar a finar de mes son el de las viudas y el de las familias monoparentales,
generalmente a cargo de mujeres. ¿Quién se preocupa de ellos?
El verdadero feminismo, lejos de las recetas existentes, debe
empezar porque la mujer sea más mujer, más humana, más atractiva, más dueña de
sí misma; por una auténtica igualdad de oportunidades que promueva el ascenso
social según sus capacidades, no por cupos; por una auténtica conciliación de
la vida laboral y familiar , ya que no se resuelve el problema con un mes más
de baja por maternidad, y por una independencia económica que les dé la
deseable libertad y capacidad de acción. Y ahora que tenemos tan baja natalidad
quizás sea llegado el momento de reconocer el privilegio de ser madre y
potenciar la maternidad, y desgravar
o premiarlo fiscalmente, como hacen en países nórdicos con los abuelos que
cuidan de sus nietos, mientras sus hijos trabajan.
No hace mucho me encontré una noticia que me sorprendió y que
creo que no está exenta de cierta verdad, y decía que la mujer que pinta los
labios y cuida su aspecto tanto en casa como fuera de ella contribuye, en gran
medida, a que su matrimonio sea feliz. Sugerencia que también es válida para el
marido que, aunque no pinte los labios, debe preocuparse de ofrecer su mejor
aspecto.
Y es que todos, independientemente de la edad, tenemos la
obligación de dar una imagen positiva, agradable a los demás.
Hace ya un tiempo a la
salida de misa me encontré con una pariente lejana, de cierta edad, muy
acicalada y de muy buen aspecto, y le dije:
-
El
tiempo no pasa por Usted. Siempre se mantiene como una flor. Siempre tan arreglada
y curiosa.
Ella , sonriente, me dijo:
-
Cuando
se es joven hay que merecer, y según vamos creciendo no desmerecer.
No sé si con estas palabras he reflejado mi versión del
feminismo, de la mujer, mujer, más femenina, libre y dueña de su destino. Si me
he expresado mal o no he logrado transmitir la claridad que el tema precisa, me
disculpo, pero me gusta la mujer lucida, atractiva, honesta y hacendosa, que
cuida de su interior y con su bondad y cariño nos alimenta y motiva. Y la mejor
prueba de lo que digo es la cantidad de veces que decimos y repetimos la
expresión “¡Ay madre!” ante cualquier problema o dificultad. ¿Por qué?...
José Antonio Noval
Cueto.
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