La víspera del nacimiento del Niño Dios uno no puede
permanecer ni quieto ni callado. Todo bulle, reverbera, alumbra, pero aún así,
a pesar del ruido, de las luces, de los viajes y comidas que nos damos, la
noche del 24 de diciembre, víspera de la venida del Mesías, se paraliza todo,
hasta el aliento, y da la impresión que tenemos dos vidas. La exterior , ruidosa,
luminosa, frívola, de músicas , villancicos, mazapanes y turrones; la
interior, - de pensamientos, recuerdos, vivencias y ausencias, de promesas, de
proyectos,- que aparece cuando
menos se espera, bien al tomar la sopa, cantar el villancico o beber el champán.
Esta zozobra continua de alegría y pensamiento está presenta en esta noche silenciosa,
misteriosa, encantada, en la que todo un Dios se hace hombre para igualarse e
igualarnos, y año tras año se encarga de recordárnoslo y tras todo ello palpita
y vibra nuestra responsabilidad, nuestro compromiso, nuestras culpas y
remordimientos. Es una noche que valora, que enjuicia y pide cuentas, compañía…
Siempre que llegan estas fechas me veo en la obligación de escribir,
de expresar algo. No puedo permanecer indiferente y para ello trato de auscultar
con más profundidad la sociedad que me rodea, pues sé que la Buena Noticia deambula
por ella. En esta ocasión , mientras la guerra persiste en Ucrania - no hay tregua ni por Navidad- y la tensión continúa en el Parlamento español, la Buena Noticia se hace presente en los
versos de Jesús Mauleón que nos pregunta si vimos cómo a la noche se le paró el
aliento” o en el texto escrito un 23 de diciembre de 1936 por el Padre Rafael
(el San Rafael Arnáiz con calle en Oviedo) cuando escribe: “Callemos ‘un poco
más’ los monjes en estos días para recibir al Salvador”…Es un día que tensiona
y alegra, que nos devuelve a la verdadera dimensión de lo que somos y nos recuerda
que con un poco más de amor cuanto mejor le iría al mundo, pero somos tan
vanidosos y orgullosos que sólo lo practicamos esporádicamente siempre que ocurre
o nos pasa algo, y eso si ocurre, después de setenta veces siete.
Nos cuesta escuchar, ver. Nos influye demasiado el mundo, el
demonio, la carne y solo muy de tarde en tarde uno recuerda palabras que ya oyó
muchas veces y no le decían nada, y que ahora en esta sociedad alienante y
ruidoso, le empiezan a decir algo e inquirir … Ahora que pensar se ha convertido
un acto heroico y raro, no viene mal
plantearse si uno se está comportando como verdadero y auténtico Hijo de Dios y
si pasa por el mundo sembrando el BIEN…Ahora y siempre que llega la Navidad se
hacen más presentes aquellas palabras del Ángel a los pastores : “No temáis ,
pues os anuncio una gran alegría, porque en la ciudad de David os ha nacido un
Salvador, que es Cristo, el Señor…”
Ahora que tantos viajes se programan parar conocer los
diferentes alumbrados que lucen y embellecen las calles de nuestras ciudades
(Oviedo, Gijón, Vigo, Santillana del mar, Madrid…), quizás sea llegado el momento
de efectuar un viaje personal a nuestro interior y comprobar si la intensidad
de nuestra luz es la adecuada para
alumbrar y alumbrarnos, y una vez más plantearse eso de que sin amor no somos
nada.
“Gloria a Dios en las alturas , y en la tierra paz a los
hombres de buena voluntad”( San Lucas,II.14)
José Antonio Noval Cueto.
P.D “¡Cristo hecho hombre por amor al hombre! “ … “El
trapense en estos días no quiere ruido, no necesita fiesta mundana para
glorificar al Recién Nacido. La fiesta, la alegría, las músicas y los golpes de
zambombas los lleva en su corazón enamorado de Jesús, en su silencio gozoso…,
en un cantar interior…, en un amor callado y mudo” (San Rafael Arnáiz)
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