Esta sociedad líquida, gaseosa, etérea, sin bases, columnas,
vigas ni principios, exige de quienes la formamos y no queremos ser arrastrados
por ella, una elevada dosis de reflexión , de madurez y esto no abunda, no es fácil, y más ahora que impera la moral del momento,
del me interesa o no me interesa, el disfrute o no disfrute, el gozo o no gozo,
y más cuando la información que nos llega abunda en esa tendencia , como si la
juventud fuera eterna, permanente y no experimentara el paso del tiempo.
Hablarles de esfuerzo, entrega, renuncia, aspiraciones profesionales y
personales, de plan de vida, del cómo te quieres ver cuando tengas cierta edad,
no se prodiga mucho e incluso puede parecer obsoleto, retrógrado, típica
mentalidad de aguafiestas, ya que parece que hay sectores de poder interesados
en que no se prodigue la capacidad de pensar...¡Tú, joven, consume, trabaja y
calla! A veces tiene uno la sensación de
vivir en dos mundos: Uno el que proporciona la maquinaria del poder a través de
los medios de propaganda y publicidad, mundo feliz, onírico, fácil, al alcance
de la mano y otro la vida real: trabajo, pan , renta, alegrías y penas, que
también existen, dificultades…
Esta disociación interesada en la que uno no tiene ni pasado
ni futuro, y es fruto sólo de sí mismo, y en la que la única dignidad que se
abroga es la de ser objeto de consumo, no la de ser persona, está generando
unos problemas mentales que están taladrando los presupuestos de todas las
Consejerías de Sanidad, y nadie parece querer ponerle remedio. Es cierto que en
todas las épocas todas las juventudes han y hemos tenido nuestros espejismos,
nuestras utopías, nuestros imposibles, pero éramos más respetuosos con el pasado, con la
tradición recibida y no queríamos desmerecer de ella, a lo más hacerla
nuestra, impulsarla y mejorarla, pero
ahora que importa más la técnica mal entendida que el hombre, creo que nos estamos pasando e incluso desprotegiendo, y todo ello fruto de esa es moral utilitario, productiva,
de usar y tirar que hemos puesto en
circulación, que invade todas las relaciones humanas , que convierte al hombre
en objeto y que está generando serios problemas mentales, y que hace que las
bajas laborales se incremente de manera alarmante. Hace unos días en una excelente
crónica Alicia Vallina le preguntó a Toni Nadal ,tío de Rafa, que “¿Qué era
para él el éxito?, y la respuesta no tiene desperdicio :”Dar la mejor versión
de ti mismo…Cada cual ha de ponerse sus propias metas…” , pero eso pasa por
conocerse uno a sí mismo. ¿Nos conocemos? ¿Se conocen nuestros jóvenes?
En este contexto surge la palabra que titula este escrito y
que en otros tiempos fue venerada, respetada, honrada. Todas las profesiones
tienen sus deontologías, su código profesional, imbuido de normas éticas y
técnicas, y siempre que surgía algún conflicto o contratiempo se le citaba como
argumento de autoridad, de defensa.
Últimamente, a raíz de los continuos conflictos que vemos en esta
sociedad tensionada que busca cambiar las leyes por procedimientos no muy reglados,
de prisa y sin los deseables consensos, por meros intereses particulares , en
contra del sentir de los ciudadanos y de los preceptos constitucionales, y
además refrendadas , a veces, por
juristas de experiencia, pero no ajustadas a Derecho , me viene a la cabeza la
pregunta de ¿Cuál es su deontología
profesional? ¿Por qué se la saltan? ¿Por qué prescinden de ella? Ni la
militancia política ni cualquier otra dependencia u obligación justifica que
uno/una vote en contra de su deontología profesional, ni incluso aunque quieran
renunciar a su profesión. ¡Dignifíquenla! Esta bajeza moral no debe tener
cabida en nuestra sociedad, es como quien acude a un juicio para testificar
falsamente. Ninguna ideología, sea la que sea, justifica ir en contra de la
verdad y menos en contra del Derecho que dimana de un parlamento democrático.
Estos ejemplos que últimamente, por desgracia, abundan en la vida social y
política española, no hacen nada bien a nuestros jóvenes, y les viene a decir
que todo vale con tal de conseguir o detentar el poder…y esto no conduce a nada
estable, a nada bueno, ya que perturba nuestra convivencia…Nuevamente me
pregunto: “¿Qué es el éxito en la vida?”… También los ciudadanos tenemos
nuestra deontología particular y la ejercemos cuando menos se espera.
La semana empezó con serios problemas de corrupción política
y acaba con indicios de responsabilidades políticas muy importantes y de largo
alcance… Hace ya algún tiempo leí, no recuerdo el autor, que los amigos en
Política son como las olas del mar, van y vienen…
Para concluir con estas líneas de cierto tono reflexivo y
lastimoso, permitidme que aporte una
sorpresa, cargada de alegría . El pasado lunes, en mi visita a la Casa de
Cultura de Pola de Siero, en busca de poesía para leer -últimamente intento
saldar mi deuda con la poesía- me encontré en uno de sus anaqueles con el libro
de un antiguo alumno “Radiografía de una tumba”, que me produjo una gran
alegría. ¡Enhorabuena, Nacho ! Ya te diré…
José Antonio Noval Cueto.
P.D “La palabra del
hombre, honradamente
pronunciada,
es hermosa, aunque oscura,
es clara,
aunque aprisione
el terror
venidero.
Hagamos entre
todos la palabra
grácil y
fugitiva que salve el desconsuelo”. ( C.Bousoño )
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