jueves, 8 de noviembre de 2012

“Saber escuchar”: Don Manuel Valencia Benítez.



El pasado viernes, día 19 de febrero de 2.010, he tenido el privilegio de poder asistir  al Homenaje que se rindió en el Hotel Cristina de Noreña al ilustre notario de Siero, Don Manuel Benítez Valencia, después de más de cuarenta años de ejercicio profesional, de los que casi los últimos 30 años pasó en Pola de Siero. Dijo  lo de privilegio porque el menú  que nos esperaba, no era el habitual, pues aunque teníamos pan y vino, suculenta comida, tambor y gaita, había un  postre exquisito, exclusivo y en boca de pocos y que no era otro que el poder de la palabra, la magia de la palabra, que hizo su aparición hacía las 18.30 horas de la tarde cuando el propio homenajeado subió al escenario y ante un salón repleto de más de 500 personas,  que con su presencia querían testimoniar el afecto y agradecimiento que tienen a Don Manuel, glosó su testamento vital, con su voz diáfana y precisa, impregnado de humanidad, humildad y sabiduría. Para realizar tal viaje acudió al auxilio de los Clásicos, ya sea Quevedo, Lope de Vega, Garcilaso o el propio Cervantes con su Don Quijote. En ese viaje personal de lo que ha sido su vida y sus experiencias profesionales (Puebla de Sanabria, Carrión de los Condes y Pola de Siero)  no podía faltar un elemento imprescindible y básico en la vida de Don Manuel, su fe, su robusta y coherente fe. Una fe reflexiva que lleva a plantearle y plantearnos  cuál es el principal mandamiento de la Ley de Dios, respuesta que el propio Don Manuel esbozo,   provocando intencionadamente cierta sorpresa, no exenta de cierta exageración y de mucha razón, pues era una respuesta meditada, una respuesta de un conocedor profundo de las Sagradas Escrituras,  y la contestación fue:”SABER ESCUHAR”, pues ya en el Antiguo Testamento abundan las citas de Dios al dirigirse a su siervo Moisés:”Escucha Moisés”. Respuesta que habla de la  humildad de un auténtico siervo de Dios, que día tras día, recuerda lo poco que somos y lo poco que podemos por nosotros mismos.

Pero la magia de la palabra, el poder de la palabra, ha logrado que en tiempos de ruidos, músicas, televisión, todos los presentes no queríamos que terminase la función, que el orador prosiguiera su discurso, que nos arrullara con  sus palabras, pues sabíamos que eran palabras sentidas, palabras de un hombre justo, de un hombre honesto, de un hombre que ha seguido los postulados de todo buen notario, que no son otros que ciencia, conciencia, rectitud y experiencia, pero que además ha incorporado otros ingredientes como  la clemencia,  el socorro, en resumen, la ayuda al necesitado. y de ello tenemos abundantes testimonios.

Don Manuel ha sido un privilegio para Siero y alrededores tenerle entre nosotros, y no dude que aquí nos tiene para cuanto crea necesario.


                                      José Antonio Noval Cueto.

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