sábado, 29 de marzo de 2014

Tomen nota, señores.


 Publicado en "La Nueva España" (1 de abril de 2.014)

Cualquier momento sirve para avivar el recuerdo y convertirlo en reflexión, balance, y esto es lo que me ha pasado a mí durante esta semana del 23 al 28 de marzo, a raíz del fallecimiento de nuestro Primer Presidente de la Democracia, don Adolfo Suárez González. Y es que su muerte me ha traslado a la Facultad de Filosofía y Letras de Oviedo allá por el año 1.975, sita entonces en la Plaza Feijoo, donde un día sí y otro también teníamos asambleas, protestas, manifestaciones, paros, carteles y pintadas con todo tipo de soflamas y propuestas, y de vez en cuando guerrilla urbana con cadenas. La Administración se sabía de paso, nadie tomaba decisiones  y esto permitía todo tipo de algarada, protesta o reivindicaciones , así la de los PNN(profesores no numerarios) que intentaban hacer valer   sus derechos. Si este era el ambiente de tensa espera, no exenta de esporádicos actos de violencia, en que se desarrollaba la vida estudiantil, en la sociedad española reinaba el temor, el miedo, el recuerdo y nuestros mayores se preguntaban insistentemente ¿Qué pasará el día que muera Francisco Franco? ¿Volverá el fantasma de las dos Españas? ¿Será posible la reconciliación? ¿Podremos hacer solos el camino?

En aquella sociedad estudiantil que hacia suyo el lema de “más vale morir que vivir de rodillas”,  el nombramiento  como Presidente del Gobierno, de un Secretario General del Movimiento como era Don Adolfo Suárez González, generó dudas, incertidumbre, desconfianza, pero hoy, transcurridos casi 40 años se puede decir que los hechos han superado a las palabras y que a pesar de las dificultades del momento presente, no es faltar  a la verdad decir que durante todo este tiempo hemos vivido una de las mejores etapas de la vida española, en progreso, en libertad y en igualdad, y todo esto, si no todo, mucho, se lo debemos a un “chusquero de la Política” como así mismo se llamaba Suárez.

Estos días donde los medios de comunicación han tratado de glosar y recuperar la figura histórica  de Suárez y alguno de ellos reparar el daño que injustamente le causó,  también han servido para devolver dignidad a la política, para recordarnos que tuvimos una clase política más generosa, más defensora del bien común, más protectora de España . Estos días, a pesar de la tristeza,  se nos ha hecho recuperar la verdadera ilusión y se nos ha hecho ver que es posible otra política, como en su día hizo el Presidente Suárez, pero para ello es necesario que “en la política sea normal lo que a nivel de calle es normal”, algo que no ocurre ahora, y para lograrlo se necesita una reforma de la Ley Electoral con listas abiertas que permita que cada ciudadano pueda votar a quien quiera y que responsabilice más de sus obligaciones al elegido. Recordemos que uno de los grandes méritos de Suárez fue la aprobación de la Ley de la Reforma Política, votada por las aún cortes franquistas, con el aplastante resultado de 425 votos a favor, 59 en contra y 13 abstenciones, sabedores muchos de ellos que su “sí” era el fin de su ciclo político.¿Será posible hoy idéntica generosidad? ¿Se incluirá esta propuesta en los programas electorales?¿Persistimos en “la vieja política” ya denunciada por Ortega? Estas jornadas de duelo y luto también han servido para conocer el veredicto del pueblo, representado por casi 36.000 personas, que venidos de todas las partes de España y después de soportar colas inmensas bajo una temperatura gélida, han expresado con su presencia el agradecimiento a una persona que con su conducta y ejecutoria ha escrito una de las páginas más bellas de nuestra historia.  Y todos nos han dicho que si los bandoleros de la envidia no hubieran ejercido su oficio, seguro que el rumbo de nuestro país sería más firme. El pueblo de Madrid al pasar el cadáver del Presidente Suárez por sus calles nos dijo:”Tomen nota, señores”, pues nos va en ello el futuro.

Quiero concluir este escrito con un verso de Pablo Neruda muy apropiado para la ocasión que dice:”Más que una vida fue su vida” : LA NUESTRA.



                                         José Antonio Noval Cueto.

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