Estamos
en plena Semana Santa y todos sabemos que el Jueves Santo o Día del Amor
Fraterno nos recuerda a los cristianos la obligación de ser solidarios con los
que sufren – en Asturias tenemos más de 103 .000 desempleados, más de 12.000
personas que perciben el salario social, 31.222 asturianos en el extranjero…- y
la responsabilidad que tenemos todos de luchar y trabajar por un mundo mejor. Y
todo ello en un contexto donde la deuda
de la Administración
no disminuye, a pesar de los recortes padecidos.
No hace mucho nos hemos enterado que la deuda pública del año 2.013 se
incremento en un 9’9% y alcanzó la casi inabarcable cifra de 836.127 millones de euros que indica que
la deuda pública por habitante asciende a la cifra de 20.863 euros en el 2.013
cuando en el 2.003 el importe era de 9.022 euros ¿Motivos?... La única
administración que está cumpliendo con sus obligaciones y controlando los gastos
es la municipal.
El
refrán que titula este artículo da nombre a una de las mejores canciones del
“charro inmortal” Jorge Negrete “Amor con amor se paga”, donde de un modo claro
y evidente nos vuelve a recordar la necesidad del amor, del amar, para sentirse
vivos, fuertes, seguros, y también nos alerta de las penas y amarguras que traen la explotación de los afectos, el
jugar con los sentimientos de las personas(“Despacito entraste en mi alma/ como
se entra en la carne una daga / me rompiste mi vida y mi calma/ pero amor con
amores se paga”). En tiempos de desamor o de amor con viruelas, de
incomunicación, del culto al yo o de
búsqueda desesperada del éxito personal, no viene mal replantearnos todas
nuestras obligaciones, nuestros objetivos y ver si no habremos cambiado de
rumbo, confundido nuestras metas. Quizás hemos empezado a considerarnos
importantes, olvidando que puede más la mirada de un niño que todo el poder del
dinero, descuidando que es más importante ser rico en afectos, en sentimientos,
en amigos que en proyectos, empresas, bienes o vanidades humanas.
A lo largo de la vida son muchas las muestras
que uno atesora de amor, de renuncia, de entrega a la persona amada. Así
perdura en mi retina la imagen de felicidad, de satisfacción que experimentaba
una madre invidente al escuchar a su hija cantar los villancicos en la Fiesta del Colegio. ¡Qué
transposición ¡ ¡Qué felicidad!¡Como disfrutaba de cada segundo, de cada
momento, de cada nota! ¡Que poco basta para ser feliz! Esta misma escena solía
repetirse año tras año, mientras duró la escolaridad de su hija. Más
recientemente la despedida de una madre longeva, que viuda desde sus años
jóvenes y en tiempos difíciles sacó adelante a sus ocho hijos, me hizo
replantearme lo que entendemos hoy por éxito personal. ¿Habrá alguno mayor que
sentirse querida, arropada por su prole y amigos? Hoy, en tiempos tan impersonales y cambiantes
como los que vivimos, no viene mal recordar que el termómetro del amor es el
que debe mover las conciencias, el que facilita el progreso de los pueblos y
especialmente la deseable solidaridad entre todas las edades, ya que si no lo
remediamos vamos camino de enfrentar los
intereses de los mayores con los de los jóvenes, como ya se refleja en los
Presupuestos de algunos ayuntamientos.
Ante
la duda e incertidumbre que pueden provocar sus palabras, sus hechos, el
profeta Miqueas nos trasmite las preguntas agónicas del Señor:
“Pueblo
mío,¿Qué te he hecho? ¿En qué te he ofendido? ¡Respóndeme! “
Y
la única respuesta es que: “Amor con amor se paga”.
José Antonio Noval Cueto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario