Ya que nuestro idioma es de origen latino, no tiene que sorprendernos
que del latín vulgar vengan las
palabras “abuelo/a o su derivada “abuelastro,a”, procedentes de los términos “aviolus ,
aviola”, pero el otro día, al encontrarme con una conocida e ir yo llevando el
carrito de mi nieto, me dijo:
¿Qué, José , abueleando?
Palabra que nunca había escuchado y que de existir sería el
gerundio del verbo “abuelear”, término que no sé si el nuevo Diccionario de la Real Academia de la Lengua incorporará, pero que
refleja una situación real y es que cada vez somos más los abuelos/as que
ayudamos a nuestros atareados hijos en el cuidado de sus retoños, con la
particularidad que muchos de los actuales abuelos son o somos “ancianos-jóvenes”,
alrededor de los 60, algo que no va a ocurrirles a nuestros hijos , pues cada
vez se atrasa más el inicio de la maternidad para la mujer, con las desventajas
para la salud que eso acarrea – la mayoría de las mujeres españolas son madres
por primera vez pasados los 30'7 años-.
La crisis económica, a pesar de las angustias, miserias,
desesperaciones y tragedias que ha generado, trajo consigo o reafirmó que la institución social más
importante que tiene el ser humano es la familia, y del heroísmo, entrega y
colaboración de sus integrantes tenemos en el presente abundantes ejemplos, pues
basta pasarse en estos días de comienzo de curso por las librerías y ver como
los abuelos aligeran las obligaciones económicas de sus hijos , pero sin
olvidar que su mayor aportación se
aprecia en el campo de la moral, pues con sus vivencias y experiencias son los
mejores transmisores de valores morales en una sociedad tan desnortada como la
nuestra que quiere presentarnos como normal lo que es anormal, y donde impera
un injustificado culto al joven o “efebolatría” que no se ajusta a norma, pues que
yo sepa no existe el elixir de la eterna juventud.
Han pasado quince años desde que el año 1.999 fuese
declarado “Año Internacional de los Ancianos” y su lema era lograr “Una
sociedad para todas las edades”. Mucho me temo que su reivindicación ha sido
estéril y basta para ello fijarse en los presupuestos nacionales, autonómicos y
municipales, cuyas partidas no siguen ese deseable parámetro o bien fijarse en
el abandono que padecen los ancianos más ancianos, o mayores de 75 años, una
vez que dejan de ser útiles y se convierten en carga. Decía Juan Ramón Jiménez que
el verdadero progreso de una sociedad lo debe marcar la moral y buenos ejemplos de la misma serían la protección al más débil, al más indefenso
(niños, ancianos, discapacitados),pero mucho me temo que nuestra nota no llegue
al suficiente, pues basta para ello fijarse en el trato ,acogida y gratitud que damos a nuestros mayores. ¿Culpables? Ya por acción u omisión:
TODOS
Aún estamos a tiempo de replantearnos objetivos, preferencias y
mirar a nuestro alrededor, fijarnos en otras culturas, civilizaciones, pues de
quien menos se espera se puede aprender algo. No tenemos el patrimonio de la
verdad. No hace mucho el escritor malí
Amadou Hampate nos decía: “ En África un anciano que se muere es una biblioteca
que se quema”. Palabras que dan pie a preguntarnos: ¿Cuántas bibliotecas
despreciamos y derribamos diariamente en España, Europa, en aras de un falso
progreso que suele encubrir el egoísmo más feroz?
José Antonio Noval Cueto.
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