sábado, 13 de septiembre de 2014

“Abuelear, abueleando…”



Ya que nuestro idioma es de origen latino, no tiene que sorprendernos que del latín vulgar  vengan las palabras “abuelo/a o su derivada “abuelastro,a”, procedentes de los términos “aviolus , aviola”, pero el otro día, al encontrarme con una conocida e ir yo llevando el carrito de mi nieto, me dijo:

¿Qué, José , abueleando?

Palabra que nunca había escuchado y que de existir sería el gerundio del verbo “abuelear”, término que no sé si el nuevo Diccionario de la Real Academia de la Lengua incorporará, pero que refleja una situación real y es que cada vez somos más los abuelos/as que ayudamos a nuestros atareados hijos en el cuidado de sus retoños, con la particularidad que muchos de los actuales abuelos son o somos “ancianos-jóvenes”, alrededor de los 60, algo que no va a ocurrirles a nuestros hijos , pues cada vez se atrasa más el inicio de la maternidad para la mujer, con las desventajas para la salud que eso acarrea – la mayoría de las mujeres españolas son madres por primera vez pasados los 30'7 años-.

La crisis económica, a pesar de las angustias, miserias, desesperaciones y tragedias que ha generado, trajo consigo  o reafirmó que la institución social más importante que tiene el ser humano es la familia, y del heroísmo, entrega y colaboración de sus integrantes tenemos en el presente abundantes ejemplos, pues basta pasarse en estos días de comienzo de curso por las librerías y ver como los abuelos aligeran las obligaciones económicas de sus hijos , pero sin olvidar que su mayor aportación  se aprecia en el campo de la moral, pues con sus vivencias y experiencias son los mejores transmisores de valores morales en una sociedad tan desnortada como la nuestra que quiere presentarnos como normal lo que es anormal, y donde impera un injustificado culto al joven o “efebolatría” que no se ajusta a norma, pues que yo sepa no existe el elixir de la eterna juventud.

Han pasado quince años desde que el año 1.999 fuese declarado “Año Internacional de los Ancianos” y su lema era lograr “Una sociedad para todas las edades”. Mucho me temo que su reivindicación ha sido estéril y basta para ello fijarse en los presupuestos nacionales, autonómicos y municipales, cuyas partidas no siguen ese deseable parámetro o bien fijarse en el abandono que padecen los ancianos más ancianos, o mayores de 75 años, una vez que dejan de ser útiles y se convierten en carga. Decía Juan Ramón Jiménez que el verdadero progreso de una sociedad lo debe marcar la moral  y buenos ejemplos de la misma  serían  la protección al más débil, al más indefenso (niños, ancianos, discapacitados),pero mucho me temo que nuestra nota no llegue al suficiente, pues basta para ello fijarse en el trato  ,acogida y gratitud que damos a nuestros  mayores. ¿Culpables? Ya por acción u omisión: TODOS

Aún estamos a tiempo de replantearnos objetivos, preferencias y mirar a nuestro alrededor, fijarnos en otras culturas, civilizaciones, pues de quien menos se espera se puede aprender algo. No tenemos el patrimonio de la verdad.  No hace mucho el escritor malí Amadou Hampate nos decía: “ En África un anciano que se muere es una biblioteca que se quema”. Palabras que dan pie a preguntarnos: ¿Cuántas bibliotecas despreciamos y derribamos diariamente en España, Europa, en aras de un falso progreso que suele encubrir el egoísmo más feroz? 


                                José Antonio Noval Cueto.









                                                              

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