domingo, 11 de septiembre de 2016

“La Virgen de Covadonga, los niños y Unamuno…"


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Que uno vaya a Covadonga no es noticia, pues la mayoría de los asturianos – especialmente los de la zona central- son muchas las veces que la visitamos  a lo largo del año y  con mayor motivo el  8 de setiembre, Festividad de la Santina. No es la primera vez que me encuentro en el recinto sagrado en fecha tan señalada,  pero éste año, según mi parecer, y a pesar que el día no permitía muchas alegrías –niebla, orbayu, horpín-  a las 11:25 horas de la mañana no había donde dejar un coche, con suerte en el Repelao; como  se dice vulgarmente, no “cabía ni una alfiler”, y es que la muchedumbre de devotos y visitantes inundaba la zona. Una vez más el oriente asturiano se llena de turistas y esto permite que el Parador Nacional de Villanueva (Cangas de Onís) sea uno de los más eficientes.

Son múltiples los motivos  o circunstancias personales que nos llevan a Covadonga. Unos  acuden a agradecer  la ayuda y apoyo que la Santina  les presta a lo largo del año; otros a  pedir ayuda, clemencia, ante los tiempos revueltos que se acercan, para que el rencor no anide en  nuestras almas y perturbe esa sana convivencia que asturianos de toda ideología nos hemos dado  desde hace décadas , y todos a fortalecer y proteger nuestra identidad asturiana y a cuidar y avivar nuestra fe.  Día tan significativo en el acontecer de nuestra región también es propenso para reflexionar, hacer balance, plantearse retos, proyectos y para hacer tal análisis  hemos contado con la ayuda inestimable del arzobispo de Oviedo Don Jesús Sanz Montes, que desde la fe nos regaló una de esas homilías que hacen época y que provocan estas palabras de admiración y agradecimiento de este peregrino asombrado de la sabia combinación de Periodismo, Literatura, Religión.

Y serán los niños, quizás por aquello de “si no somos como niños no entraremos en el cielo”, los conductores de la palabra de don Jesús, en pro de un mundo nuevo, fraterno, solidario y estable, representados por el sirio Omran Daqneesh, de cinco años, quien horrorizado denuncia el absurdo de una guerra que no conduce a nada , y Giuliana, la niña de ocho años  rescatada con vida de los escombros de la ciudad italiana de Amatrice,   que con su silencio denuncia la corrupción política que se oculta tras los edificios derruidos por incumplir las medidas de seguridad.

Según iba articulando sus palabras y ante la fuerza de estos  testimonios  periodísticos de sobra conocidos, daba la impresión que su queja, su lamento cobraba mayor fuerza,  más ímpetu,  y viene a decirnos que de muchas de las cosas que pasan es responsable nuestro silencio cómplice, nuestro egoísmo, nuestra  insensibilidad. Uno  no puede permanecer impasible, como si las cosas no van con él,  por muy lejos que le quede Italia o Siria. Para rematar esta argumentación que nos estaba impregnando y conmoviendo a todos, don Jesús se sirvió de la poesía casi profética de don Miguel de Unamuno, que en sus dudas y agonías se dirige a Dios y le pide:  “Agrándame la puerta , Padre, porque no puedo pasar. La hiciste  para los niños y yo he crecido a mi pesar. Si no agrandas la puerta, achícame por piedad, y devuélveme a los tiempos que viví para soñar...”

La argumentación estaba en su momento más álgido, más expectante y había que ir deslizándose hacia la conclusión,  que en el año de la Misericordia vendría de la mano de la Religión y sus Obras de Misericordia las Obras corporales y espirituales, algunas de tanto calado como “enseñar al que no sabe o dar de comer al hambriento…” , y siempre contando con el apoyo y motivación de nuestra Madre, la Virgen de Covadonga, nuestra Santina.

Esta apelación a la conciencia de los presentes para construir un mundo más justo, más fraterno, más solidario por parte del Sr. Arzobispo de Oviedo, Don Jesús Sanz Montes, me recuerdan unas palabras del cardenal Robert Sarah cuando dice: “ En la misa el sacerdote se encuentra cara a cara con Dios”.

P.D  He intentado con estas palabras que esa homilía del Día de la Santina no se olvide, que quede constancia , pues nos hace mucho bien y el bien hay que difundirlo,  a pesar de la limitación que supone mi vivencia y mi escritura. Os ánimo a leer esa excelente homilía cuyo panegírico imperfecto son estas letras que he escrito.


                         José Antonio Noval Cueto.

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