Que uno vaya a Covadonga no es noticia, pues la mayoría de
los asturianos – especialmente los de la zona central- son muchas las veces que
la visitamos a lo largo del año y con mayor motivo el 8 de setiembre, Festividad de la Santina. No
es la primera vez que me encuentro en el recinto sagrado en fecha tan señalada,
pero éste año, según mi parecer, y a
pesar que el día no permitía muchas alegrías –niebla, orbayu, horpín- a las 11:25 horas de la mañana no había donde
dejar un coche, con suerte en el Repelao; como
se dice vulgarmente, no “cabía ni una alfiler”, y es que la muchedumbre
de devotos y visitantes inundaba la zona. Una vez más el oriente asturiano se
llena de turistas y esto permite que el Parador Nacional de Villanueva (Cangas
de Onís) sea uno de los más eficientes.
Son múltiples los motivos o circunstancias personales que nos llevan a
Covadonga. Unos acuden a agradecer la ayuda y apoyo que la Santina les presta a lo largo del año; otros a pedir ayuda, clemencia, ante los tiempos
revueltos que se acercan, para que el rencor no anide en nuestras almas y perturbe esa sana convivencia
que asturianos de toda ideología nos hemos dado
desde hace décadas , y todos a fortalecer y proteger nuestra identidad asturiana
y a cuidar y avivar nuestra fe. Día tan
significativo en el acontecer de nuestra región también es propenso para
reflexionar, hacer balance, plantearse retos, proyectos y para hacer tal análisis
hemos contado con la ayuda inestimable
del arzobispo de Oviedo Don Jesús Sanz Montes, que desde la fe nos regaló una
de esas homilías que hacen época y que provocan estas palabras de admiración y
agradecimiento de este peregrino asombrado de la sabia combinación de Periodismo,
Literatura, Religión.
Y serán los niños, quizás por aquello de “si no somos como
niños no entraremos en el cielo”, los conductores de la palabra de don Jesús,
en pro de un mundo nuevo, fraterno, solidario y estable, representados por el
sirio Omran Daqneesh, de cinco años, quien horrorizado denuncia el absurdo de una
guerra que no conduce a nada , y Giuliana, la niña de ocho años rescatada con vida de los escombros de la
ciudad italiana de Amatrice, que con su silencio denuncia la corrupción
política que se oculta tras los edificios derruidos por incumplir las medidas
de seguridad.
Según iba articulando sus palabras y ante la fuerza de estos
testimonios periodísticos de sobra conocidos, daba la
impresión que su queja, su lamento cobraba mayor fuerza, más ímpetu, y viene a decirnos que de muchas de las cosas que
pasan es responsable nuestro silencio cómplice, nuestro egoísmo, nuestra insensibilidad. Uno no puede permanecer impasible, como si las
cosas no van con él, por muy lejos que le
quede Italia o Siria. Para rematar esta argumentación que nos estaba
impregnando y conmoviendo a todos, don Jesús se sirvió de la poesía casi
profética de don Miguel de Unamuno, que en sus dudas y agonías se dirige a Dios
y le pide: “Agrándame la puerta , Padre,
porque no puedo pasar. La hiciste para
los niños y yo he crecido a mi pesar. Si no agrandas la puerta, achícame por
piedad, y devuélveme a los tiempos que viví para soñar...”
La argumentación estaba en su momento más álgido, más expectante
y había que ir deslizándose hacia la conclusión, que en el año de la Misericordia vendría de la
mano de la Religión y sus Obras de Misericordia las Obras corporales y
espirituales, algunas de tanto calado como “enseñar al que no sabe o dar de
comer al hambriento…” , y siempre contando con el apoyo y motivación de nuestra
Madre, la Virgen de Covadonga, nuestra Santina.
Esta apelación a la conciencia de los presentes para
construir un mundo más justo, más fraterno, más solidario por parte del Sr.
Arzobispo de Oviedo, Don Jesús Sanz Montes, me recuerdan unas palabras del
cardenal Robert Sarah cuando dice: “ En la misa el sacerdote se encuentra cara
a cara con Dios”.
P.D He intentado con
estas palabras que esa homilía del Día de la Santina no se olvide, que quede
constancia , pues nos hace mucho bien y el bien hay que difundirlo, a pesar de la limitación que supone mi
vivencia y mi escritura. Os ánimo a leer esa excelente homilía cuyo panegírico
imperfecto son estas letras que he escrito.
José Antonio Noval Cueto.
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