Dicen que para combatir el nacionalismo y quitarse la boina
la mejor solución es viajar, y que es
también buen remedio para combatir
la ignorancia y provocar asombro, sorpresa e incluso estupor. Y esto es lo que me
ha pasado a mí este último fin de semana, del 26 al 29 de mayo, en mi viaje a
Madrid, en la línea regular de Alsa. Hacía tiempo que , por motivos muy
diferentes, no hacía este viaje y ha provocado en mi unas impresiones tan
positivas que espero que en el desarrollo de estas líneas queden explicadas.
Que un asturiano vaya a Madrid no debe ser noticia, pues
quien más quien menos tiene en la capital de España alguna vinculación y más
los padres de las llamadas “leyendas urbanas”, como es mi caso, y si a ello
añadimos que se inauguraba la Feria del Libro, y más en autocar, con la altura
y perspectiva idónea para apreciar todo lo que te rodea. Todo ello hace que la
ocasión y momento sea idóneo. En el recuerdo queda mi primer viaje a Madrid,
con salida en tren hacia las 11 de la noche de la Estación del Norte en Oviedo
y llegada a Madrid hacia las 8 de la mañana, o los temores de las excursiones
parroquiales a Villaviciosa cerrando los
ojos al pasar la Campa y ver el desnivel
existente entre ésta y el convento de Valdediós. ¡Parece que fue ayer!
Soy de los viajeros que gusta acoplarse junto a la ventana ,
viajar de día, y a partir de ahí, que mis ojos se desplieguen por el paisaje
para captar información, pues soy de los que cree que el paisaje habla,
comunica, informa de manera continua,
sólo hace falta que le miremos, que le escuchemos, que le dejemos hablar, que se
sepa escuchado, y a todo ello contribuyen que
no haya que cerrar las cortinas para ver la película obligada, ya que
ahora cada viajero puede buscar la forma de ocio que prefiera con sólo
programar el monitor que tiene delante de sus ojos, y que en este viaje, la
contaminación acústica, las llamadas innecesarias de móvil hayan sido mínimos –
una abuela preocupada por su nieta y la respuesta de ésta recordándole la hora
de la consulta del dentista y otras en lenguas desconocida-.¡Vamos progresando
y frenando nuestro apetito de móvil! La primera vez que hice el viaje en AVE :Madrid-Sevilla,
no pude leer el periódico de tantas llamadas que recibían o hacían los viajeros.
Con estas premisas y en un ambiente de tranquilidad un viaje
de duración media, como éste, de unas cinco horas y cuarto, contemplar el
paisaje ha sido y es mi preferencia, y eso que no es un entorno nuevo para mí,
pues han sido muchas las veces que lo he recorrido, pero aun así siempre me aporta novedades que considero dignas de
contar, entre ellas las sabidas diferencias climáticas, de una Asturias
lluviosa y con fuerte granizada al llegar al Negrón, a una Castilla pálida y
perezosamente lluviosa hasta Villalpando, a un Madrid de más de 30º al anochecer.
Cada modalidad de viaje tiene sus ventajas y desventajas, el
no conducir y ver la realidad desde una relativa altura te aporta informaciones
que de otra manera no tendrías. Oteas el horizonte a cierta distancia, abstraes
, observas, y compruebas que las pardas tierra de León y Castilla hoy se cargan
de matices, de coloridos nuevos provocados por las nuevas formas de regadío y tipos de cultivo. Escasean los palomares - bonita fotografía en la Estación de
Villalpando con tres palomares – pero las
altas torres y las espadañas de sus Iglesias siguen saludando al viajero y protegiendo al
vecino. Vi menos nidos de cigüeñas y al comentar esta apreciación con mi amigo
Pablo, biólogo, me comentó que no sólo
estos se habían incrementado, sino que incluso, debido a la bonanza de estos
inviernos, muchas cigüeñas ya no se iban de la península y anidaban en zonas
nuevas como en el mismo concejo de Noreña, que ha conmocionado a toda la
población y han interpretado como signo de buen agüero, de fertilidad, de
progreso.
Viajar por estas tierras es siempre una experiencia mística,
te evade y te recuerda aquella afirmación del 98 de que “Castilla hizo a España”,
en ella observas sus esencias, su rigor , su austeridad, su mesura. Esperas que
encontraras en cualquier esquina a Santa Teresa o al pícaro Lázaro, o al
mismísimo Don Quijote y su fiel escudero Lázaro. En esas estaba cuando en una
subida de un carril lento veo que el autobús adelanta a un camión que en la
puerta de su cabina dice que su propietario es del “concello” de Cervantes
(Lugo). No podía dar crédito a lo que leía, estaría soñando, como es posible que
después de celebrarse el 400 aniversario de la muerte de Miguel de Cervantes,
después de leerlo y releerlo varias veces, uno, con ciertas letras, descubra
ahora que en España y más concretamente en Lugo, en los Ancares, como quien
dice pegado a casa, existe un concejo que
se llama concejo de Cervantes, y de donde se dice procedía Cervantes, aunque con
poca base argumental, de ahí que la crítica no la tenga en estima.
Al comienzo de este escrito ya afirmaba que viajar es un buen
recurso para combatir la ignorancia y a los hechos me remito, pero no acaba
aquí la sorpresa, y es que poco después otro camión y en una situación parecida
a la anterior, me informa que su propietario es de la Alhambra (Ciudad Real),
concejo manchego de cierta extensión, unos 580 km y con una población de 1042
habitantes. Y uno pensando que la Alhambra sólo estaba
en Granada.
El viaje que no había hecho más que empezar y ya se
presentaba lleno de novedades que se fueron cargando de contenido durante mi
estancia madrileña ,con dos puntos fuertes: a/ Encuentro familiar y b/ Feria
del Libro, que hablan por sí solos.
Temperaturas altas, charlas, experiencias, terrazas y cañas, buena mesa,
y como principal estrella una gran librería al aire libre con más de 500
puestos de venta, y donde uno podía hablar y conseguir la firma de su autor
preferido . El exceso de calor y público fueron los dos inconvenientes que tuve
que salvar el sábado y domingo , en mi primera visita a la Feria del Libro,
sita en el Paseo del Retiro, pero todo se compensa al observar que el mercado editorial goza de buena salud, hay
un buen gremio, les preocupa la calidad, la excelencia, la proximidad al
lector, y que los autores con su presencia refuerzan su obra y buscan el apoyo
del público. A partir de ahí, cada uno tiene sus preferencias y sus intereses.
Allí he visto firmando a don Fernando Onega, a los Hermanos Torres y sus libros
de cocina, a Ian Gibson, a Manuel Vicent, a Carmen Posadas o a Manuel Rivas, una
de las mejores prosas del momento.
Al inicio de estas páginas decía que Madrid siempre compensa
y de allí siempre se traen sugerencias , ideas o conclusiones interesantes. Una
que el libro sigue siendo importante, que es el motor que cambia los pueblos,
que donde hay cultura se puede esperar progreso, y esto viene bien recordarlo
en una época donde la imagen lastrar la cultura, al no potenciar y favorecer el
sentido crítico, al entumecernos. Un marcapáginas con palabras de Groucho Marx decía: “Considero
que la televisión es muy educativa. Cada vez que alguien enciende el televisor
salgo de la habitación y me voy a otra parte a leer un libro”. Por último y
para concluir estas letras quiero dejaros otra vivencia mía que quiero
compartir con vosotros. Hace unos días una eminente economista decía que “Si los abuelos dejaban de ayudar a sus hijos, la
sociedad se paralizaba”. Yo a tenor de mis vivencias de estos días he llegado a la conclusión de que si los
emigrantes dejaran de trabajar se paralizaba la vida madrileña, española….¡Seamos
agradecidos! Una visita a Madrid siempre
compensa, nunca defrauda.