martes, 22 de agosto de 2017

“El pueblo quiere saber…”


Ni que decir tiene que no quisiera escribir estas palabras, pero el atentado del pasado 17 de agosto de 2017 no me ha dejado impasible y me obliga a escribir estas palabras que buscan aunar caridad , dignidad y futuro.

Mis primeras palabras son de condena y de solidaridad –caridad cristiana-. Condena sin paliativos del  atentado, vístase como se vista, justifíquese como se quiera justificar y menos bajo el amparo de un credo, de una religión que tiene y debe tener como principal argumento el amor. Solidaridad con las víctimas, sean de la región, nación o continente que sean ,  y con sus familias y amigos que tienen que enfrentarse desde su dolor y desesperación a estas situaciones ilógicas, inhumanas que supone la muerte trágica y aleatoria de un ser querido. Mi solidaridad con el pueblo catalán que ha visto como su mejor emblema, Barcelona, ha sido escenario de muerte y desolación.

Estas mismas intenciones y deseos me llevan a pedir dignidad,  y es esa dignidad que pide Cataluña, España, el Mundo la que me lleva a exigir que se aclaren y esclarezcan los hechos y que una vez conocidos, si hubiera alguna responsabilidad, que se depure, y es que las casualidades no suelen darse, aunque alguna puede haber. Digo todo esto cinco días después del atentado y al hilo de las informaciones que van apareciendo. Soy consciente que puede haber informaciones sensibles que aún no sea prudente airearlas, pero a lo largo de estos días hay algunas noticias que se han traslado a los vecinos y que se deben aclarar, y que a continuación enumero:

1.    ¿Es cierto que desde el Ministerio del Interior , en el pasado diciembre, se comunicó a los responsables de las principales ciudades de España, como Barcelona, que protegieran el centro de las mismas? ¿Si es así por qué no se hizo en la Ciudad Condal?

2.    Se informa que la célula terrorista utilizó para sus operaciones un chalet, propiedad de un banco, que ocupó ilegalmente, en Alcanar(Tarragona), pequeña localidad de menos de 3.000 vecinos. Edificio donde llegaron a almacenarse 120 bombonas de butano. ¿Se inspeccionó el inmueble? ¿Por qué no se desalojó?

3.    El imán de Ripoll, supuesto cerebro del grupo, tenía antecedentes penales por tráfico de droga. ¿Nadie hacía su seguimiento?

4.    ¿Se hace en la actualidad un seguimiento de las viviendas “okupas” en la zona y en otras regiones de España?

5.    ¿Había suficiente vigilancia en Las Ramblas? ¿Cómo pudo recorrer el conductor  600 metros sin ser interceptado y abatido e incluso huir?

Seguro que a lo largo de estos días pueden salir más preguntas, pero las expuestas piden una aclaración en nombre de la dignidad de todos y es esa misma dignidad quien reclama que se depuren responsabilidades si en la investigación de los hechos se detectaran negligencias, dejadeces o incluso abusos  , y es que lo mínimo que el pueblo demanda es seguridad y más en momentos de alerta terrorista como los que vivimos, y es que ha llegado el momento de plantearse si uno sirve antes a sus ideas que a sus vecinos, y esta es la sospecha que está cobrando cada vez más fuerza en el vecindario que a día de hoy, mañana no sé, reclama explicaciones, pautas de conducta, y es que el futuro no puede descansar en manos de desaprensivos que empleen el poder para crear problemas, no para resolverlos; en personas que todo les sirve de pretexto para difamar , alterar la convivencia ciudadana o verter todo tipo de difamaciones contra el rey Felipe VI , como ha ocurrido estos días.

Si siempre hubo una Barcelona espléndida antes y después de las Olimpiadas del 92, mucho me temo que de persistir los modos y conductas de alguna clase política, surja otra distinta, menos vital, menos dinámica, menos pluralista- hasta la Sagrada Familia estuvo en peligro-, menos democrática , menos imaginativa- llamada en su día Ciudad de los Prodigios por Eduardo Mendoza-  menos humana , desde el 17 de agosto de 2017, y es que ni para defendernos del enemigo común nos ponemos de acuerdo.
                        

                                José Antonio Noval Cueto.

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