Mientras escribo estas letras la galería Sotheby subasta la
vida interior de la actriz Vivien Leigh también conocida como Scarlett O’Hara,
por el papel que desempeñó en la película que da nombre a este artículo. Entre
sus pertenencias personales se subasta la novela en que se basó la película, con dedicación
de la autora, Margaret Mitchell. Escrita en 1936 y llevada al cine en 1939. Su precio de salida
es de 5.430 euros.
Que noticias tan estrambóticas como ésta tengan al libro como
protagonista da pie a recordar la importancia que tiene el mismo en la subsistencia
de la especie humana, pero eso sí, siempre que responda a los parámetros que
todos deseamos, por aquello de que un buen libro, un buen amigo y un buen
consejo son las herramientas básicas para el progreso humano y para la añorada
libertad de la especie, pero para ello es necesario que tengan un mínimo de
calidad, algo que últimamente descuidan los editores y posponen al deseable
beneficio o cuenta de resultados.
Recientemente la consultora Nielsen informaba que entre enero y agosto se
vendieron en España un total de 3.035.152 títulos y por esas mismas fechas el escritor
Juan Manuel de Prada hacía suyas las palabras del periodista Enrique Älvarez cuando decía que: “libros inútiles” no son
simplemente papel o paja, son mejillones-tigre que contaminan de forma grave el
hábitat cultural”, y de esto es necesario hablar, prevenir, pues no todo vale.
Verano, vacaciones, ocio hace que casi de manera semanal, desde periódicos,
revistas, radio, televisión se juegue con la buena fe de los lectores , oyentes
o televidentes y se les anime o se les estimule a comprar libros que carecen de la
mínima calidad y generan entre otros
múltiples daños, pérdidas de tiempo y
dinero irreparables. He seguido durante este tiempo las recomendaciones que se
nos hacían llegar y me encontré con la desagradable sorpresa que a los autores
anteriores al siglo XX, excepto Dostoievski, no se citaba a ninguno, y los que
se mencionaban era mejor no hacerlo, pues destruían más que construían,
y de calidad, cero. Si nos preocupamos de la salud de nuestro cuerpo y llevamos
un tipo de vida y de alimentación equilibradas, con más motivo debemos preocuparnos
de la salud mental, y últimamente hay muchos productos que se dicen culturales
y atentan contra la misma. Nuevamente repito lo de no todo vale, si evito el
azúcar, para no tener diabetes, habrá que proteger la mente contra los agentes
alienantes, bipolares y destructivos.
De todo esto se deduce que nuestros loables deseos de cultura,
libertad, estabilidad, armonía,progreso reclaman de nosotros reflexión, información, valoración de las fuentes, o dicho de modo
más castizo no chuparse el dedo y evitar los muchos timos culturales que tenemos
al alcance de la mano. No todo libro es
libro, ni toda película, película. Nuestra
obligación es buscar, encontrar un buen libro, una buena película. Esos y esas
que recordamos con frecuencia y que nos proporcionaron un ocio creativo, jugoso
, festivo, donde la naturalidad, la sencillez, la belleza y el problema se dan
la mano; donde parece que las palabras y las imágenes se pesan y se mezclan y
donde la carga humana es el resorte principal de la trama. Esas y esos que son
útiles a cualquier edad y en cualquier momento. Esas y esos que crean escuela,
devoción, discípulos, como recientemente he experimentado con un autor que
conocía de hace algunas décadas con su bello libro “Mi planta de naranja lima”
donde la ternura de Zezé nos habla de
los flacos dedos de la pobreza, de la desgracia que es tener un padre pobre, de
la necesidad de tener una sensibilidad social,
que la ternura crecía trocito a
trocito, que la alegría era “un sol brillante dentro del corazón” y todo ello
con una prosa sencilla, natural, rítmica, casi diría que poética, que animaba a
uno a proseguir, a pasar página . Un buen libro de literatura para todos,
especialmente para los adolescentes. Su autor el brasileño José Mauro de
Vasconcelos, con quien nuevamente he vuelto a encontrarme este verano y me ha vuelto a deparar momentos muy
agradables con la ternura y la fantasía como protagonistas y con el personaje
de Zezé convertido ya en un casi
adolescente, educado, arregladito pero
triste, ya que no acaba de adaptarse a su nueva situación de niño adoptado , y que es ayudado
por dos amigos invisibles . Uno, Adán, el
sapo cururú, que va a enseñarle una vida nueva, donde la ruindad y la tristeza
no tengan cabida, y que le dice que “el
sol más importante es el que nace en el corazón, el sol de nuestras esperanzas,
el sol que calentamos en el pecho para calentar nuestros sueños” y otro el mismísimo
Maurice Chevalier a quien conoció en su película “El soltero inocente”. A partir de ahí y con los ingredientes que le
caracterizan de poética y rítmica prosa, fantasía, ternura, aventuras,
naturalidad y dudas adolescentes se construye un buen y bello libro que nos
hace mantener abiertas “las ventanas del alma y que entre la música de las
cosas, la poesía de los momentos de ternura…” Entre ambos libros un recuerdo,
una enseñanza, la muerte del Portuga, “ el hombre que le enseñó que la vida
nada valía sin ternura”.
Por lo dicho se deduce que aún es posible disfrutar de una
buena literatura y la prudencia aconseja consultar, informarse e incluso apelar a la propia experiencia, como ha sido
mi caso, al escoger entre las múltiples
estanterías y libros de la Biblioteca Pública de Pola de Siero el libro José
Mauro de Vasconcelos titulado “Vamos a calentar el sol”. Como esperaba, no me ha defraudado y así os lo
cuento.
José Antonio Noval Cueto