Mientras desayuno observo que el
tráfico se intensifica y que hay más viandantes por las calles. Se inicia la
faena, y en mi caso concreto el curso 2017-2018. El día de hoy es como un
preámbulo, como una toma de contacto, tendremos sólo horario de mañana,
saldremos a las 13:30. Reencuentro con compañeros de trabajo, noticias nuevas,
balance del curso pasado, objetivos para este año y plan de trabajo hasta que empiecen las clases. En los descansos los rostros bronceados y
lozanos de mis compañeros esbozan sonrisas de lo vivido y conversaciones lastimosas
sobre lo rápido que pasa el tiempo , de que si parece que ayer nos despedíamos
y de nuevo estamos aquí . Se habla de las noticias de última hora, de las
vacaciones, de la familia, de fútbol – ingrediente básico de toda
conversación-, de alumnos , de la crisis política catalana y lo que ésta
conlleva de referéndum y de terrorismo que nos hace preguntarnos :¿Cómo se
ha permitido que unos neófitos terroristas hicieran tanto mal y todo ello a
pesar de los avisos o alertas recibidos? ¡Que pudo explotar la Sagrada Familia!
En fin, como diría un castizo no se puede estar replicando y en la
procesión, y es que cuando nuestro
único objetivo es romper, fragmentar, separar e independizarse , las demás
obligaciones son secundarias, incluida la misma seguridad y protección de los
vecinos.
La mañana que amaneció alegre,
sonriente, en pocas horas se oscurece y en algunos puntos en exceso, con
presagio de tormentas, lluvias o quizás algo más. Hacia las 14:00 ya me
encontraba en Villaviciosa donde me esperaba mi hijo Pablo, que me tenía reservada una
sorpresa, un premio, que no era otro que conocer la cocina tradicional japonesa
y para ello teníamos que desplazarnos al concejo de Piloña, pero en vez de ir
por la ruta clásica y conocida de siempre, el GPS – los jóvenes son discípulos
de la técnica- nos llevó por la AS 330 y
AS 258 , carreteras sin coches, estrechas, con las orillas sin podar hasta el
extremo que en algunos momentos más parecía pista de cortar madera que
propiamente carretera. Según pasaban los kilómetros –más de 20 - nuestra
inquietud aumentaba , pues el pueblo o destino final de Huentes no llegaba, y
sólo gracias a la ayuda de una conductora que nos encontramos en un cruce,
pudimos llegar a él y al restaurante “La fuente de la Llova”, nombre sugerente que
nos alerta de la importancia que tiene la titulación de un negocio. Durante
todo el recorrido pasamos por las
poblaciones de Miravalles, Moriyón, Sietes, Anayo, Robleu, Huentes… y en todo
este trayecto dos ideas surgieron en mi cabeza: a/ Que cada concejo tiene sus
propios pueblos, con más o menos población, que dan pie a decir, no exenta de
cierta exageración, que hay muchas Asturias, casi tantas como concejos. La
niebla y la lluvia no muy intensa, ni muy persistente, hacía que el paisaje
adquiere una tonalidad misteriosa, triste. En el origen vimos paisajes
espectaculares de la Ría de Villaviciosa y de la costa malayesa; después, más
en el interior, nuestro compañero de viaje el pétreo y silencioso Sueve y más
al fondo, de frente, las lejanas estribaciones de la Cordillera Cantábrica. b/
La otra idea fue todo lo relacionado con el turismo y su promoción, que se ha
convertido en uno de los espejismos y necesidades que nos hemos inventado, pero
obviando la necesidad de descansar, pasear y conocer otras culturas y otras
formas de vida, costumbres, y digo todo esto, porque para muchos sus vacaciones se
reducen a madrugones y carreras para plantar la sombrilla y al número de
cervezas y terrazas que frecuentan, y esto da pie a preguntarse si no es un contrasentido conocer playas
lejas sin conocer las nuestras... ¿conocemos los 78 concejos que tiene Asturias?
¿Podemos valorar lo que tenemos si no lo conocemos? Estas y otras reflexiones
pasaron por mi cabeza hasta que llegamos al templo de la cocina japonesa
tradicional, donde de manera serena y reposada, se nos fue deleitando con su
menú degustación que empezó por la tradicional sopa de miso, wakame con salsa
con semilla de sésamo, tempura con salsa de soja condimentada con “hikate”, tataqui
de atún, sushi con gamba, con caballa, con huevas de salmón y como postre
bizcocho de miel con helado de jemgibre…Sabores nuevos, agradables que
facilitan una digestión suave, ligera, ayudada bien de cerveza japonesa o de
vino Rioja, en mi caso. Me fue imposible utilizar los palitos, se ve que el
reúma ya hace estragos. No hay buena comida, buena mesa, sin una buena
ambientación – en este caso típicamente japonesa- y una agradable conversación,
como en esta ocasión, donde se habló de gastronomía, de la cocina de autor
japonesa que ya coge fuerza en Madrid, de las bebidas como el sake y sus
variedades, o del pisco peruano…del periodismo y la crisis del mismo, de la
imaginación y la literatura, de la necesidad de ser artesano del tiempo, de tu
tiempo, de escoger en qué y con quién lo empleas…
Nos esperaban otras obligaciones
y teníamos que regresar a casa. Atrás dejamos el Sueve y sus valles y mi última
reflexión, quizás no muy acertada ni lógica, establece una relación entre
paisaje y comida, y puedo afirmar la perfecta simbiosis vivida entre comida
japonesa y paisaje piloñes, pero me queda la duda si hermanará bien el paisaje japonés con un buen pote
asturiano o una fabada, por muy buen vino que tomemos para evitar que las
tripas se paralicen.
No pudo empezar mejor el 1 de setiembre , gracias
a mi hijo y sus amigos Moncho y Eduardo, que me han
hecho recordar aquella canción de mi
infancia que decía: “Cuando llegue septiembre todo será maravilloso”, y es que
a pesar que apenas levantarme recibí un “whatsapp” que decía: “Alerta en
Asturias: El Principado convoca el Asturexit”, a pesar de empezar a trabajar, a
pesar que el GPS nos despistó, a pesar de todos los pesares que uno quiera
inventarse, setiembre no ha podido empezar mejor, y de ello son culpables una exquisita comida , agradable compañía y un entorno bonito. Estas letras son
testimonio de ello. ¡Un fuerte abrazo!
José
Antonio Noval Cueto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario