Una de las polémicas más sonoras que mantuvieron nuestros
representantes políticos a últimos del siglo XX en Asturias era si existían o
no jóvenes asturianos que trabajaban en Madrid de lunes a viernes, y regresaban
de fin de semana a casa, principalmente en Alsa, en coche o tren… – la llamada
generación de Villalpando-. Algo que no
era nuevo, aunque por otros motivos, pues ya en los 70, los que hacíamos el
servicio militar en Madrid o alrededores, acudíamos en la tarde del viernes, a
una hora temprana, a coger los autocares Braña al Paseo de La Florida para
venir a Asturias- donde nos esperaban padres, novia y amigos…- y regresar a Madrid en la tarde noche del
domingo .
De esta polémica o reyerta han pasado ya casi veinte años,
aquellos jóvenes no son tan jóvenes, y son sus padres, ya abuelos, los que acuden a
Madrid para cuidar o pasear a sus nietos, y es que ante las dificultades de
trabajo que aquí existen , si nuestros hijos se afianzan en Madrid o en
regiones cercanas lo damos por bueno, y nos consolamos con el tópico de que
ahora “con los coches y autopistas que tenemos …no hay distancias…”. Y pensar que mucho de ello se pudo haber
evitado si el dinero que llegó a nuestra región se hubiera invertido en generar
futuro, empleo… Hace escasos días se nos comunicaba que el programa para
recuperar el urogallo no estaba dando los resultados esperados.
De esto se deduce que los asturianos acudimos a Madrid en
diferentes épocas del año y especialmente en Navidad o en fechas próximas, y
ésta nunca defrauda, pues es tal la vitalidad que trasmite que toda ella se
convierte en noticia apenas la pisas, la cruzas, y de ello se encarga un joven
malabarista que lanza al aire sus bolos, a cambio de una sonrisa, de un
donativo. Es su peculiar modo de ganarse la vida.
Madrid rompe planes, guiones – ventaja de ser corte- y te da
soluciones que ni tú mismo te imaginas, y esto me pasó a mí, el pasado sábado,
16 de diciembre, cuando ante la imposibilidad de adentrarme en la exposición de
Fortuni del Museo del Prado, debido a las largas colas de espera, tome la alternativa de visitar la
Iglesia de los Jerónimos, que me sonaba por aquello de su vinculación con la
monarquía y sus bodas, funerales o juras como la de don Juan Carlos I . La
experiencia fue enriquecedora y a ello contribuyó la explicación que jóvenes de
la parroquia nos ofrecieron de manera desinteresada en pequeños grupos. Mira
por donde me encontré con la excelente y enorme pintura de San Jerónimo, el de
la Vulgata, que ocupaba todo el ábside del templo, pintada, en suaves colores, por Rafael
Tejeo y en cuya contemplación me recreé
sin prisa. Lo mismo hice por las diferentes capillas del templo donde me
encontré con una preciosa Virgen de Guadalupe, con un bello retrato del Padre
Rafael, hoy San Rafael Arnaiz, santo burgalés que pasó su infancia y
adolescencia en Oviedo, o con el bello cuadro de Francisco Rizi, pintado en
1668, que titula “La Adoración de los pastores”, tema muy apropiado para esta
época, donde un Dios se hace niño, y donde sorprende la vitalidad, fuerza y
asombro de los pastores – basta fijarse en sus manos o en sus ojos – ante el
bello y luminoso niño que la Virgen María les presenta. Para lograr esta
expresividad ha jugado Rizi sabiamente con la luz, con la oscuridad y con un
suave colorido, amén de una hábil disposición de los personajes. También dentro
del templo podemos ver otras pinturas de Alonso Cano, de Antonio de Pereda, de
Juan Ricci y otras muchas maravillas que son un deleita para la vista, como una
lograda Virgen Dolorosa, que se ubica a la derecha cerca del presbiterio. ¡Contemplar todo esto
tranquilamente y con la posibilidad de consultar dudas fue todo un auténtico
lujo!
Pero no acaban aquí las sorpresas de este fin de semana,
aunque he de decir que una de ellas buscada. Tenía que llevar a Álvaro, mi
nieto , al tío-vivo – calesita le llaman en Buenos Aires- o carrusel de Serrano, y de ello ha quedado
testimonio, foto. Era la tarde del sábado, ya se ponía frío, pero un buen gorro
y una calentita bufanda lo pueden todo y junto a ello la sonrisa, la alegría
del niño cuando se divierte, cuando lo pasa bien. Ahora cuando escribo estas
letras tengo delante de mí el tique del carrusel , de forma rectangular, con el
icono de un bello caballo, de lujosa y colorida
montura, con las patas encogidas para saltar, sujeto a una brillante
barra de aluminio, y en la parte superior del caballo ,con letras visibles y
mayúsculas “CARRUSEL”, y en la parte inferior del mismo “SERRANO MADRID”.
También yo en otro tiempo me subía a un tío-vivo, a un carrusel, y aunque han
pasado años, siempre su recuerdo me acompaña, ya que aporta un tono mágico,
fantástico, esperanzado a mi vida, que enlaza muy bien con la Navidad y con la
obligación que todos tenemos de ser como niños.
Pero me queda una
sorpresa, algo no esperado y esto ocurre en la Parroquia de la Virgen Peregrina
de Fátima- nuevamente Fátima en acción- en la calle Diego de León , bajo la
responsabilidad de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, y es que ese día
, en la misa de 12, el sacerdote celebrante
conmemora sus cincuenta y siete años de ordenación . Se le ve
emocionado, satisfecho. Otro sacerdote de edad avanzada lee las lecturas y
predica. Antes de acabar la misa, el celebrante
recuerda a sus padres, a sus tres hermanos sacerdotes, a todos aquellos
que le han ayudado, agradece a Dios su vocación y la confianza que ha
depositado en él y pide perdón por las cosas que no haya hecho bien en el ejercicio
de su profesión. Concluye la ceremonia con un bello villancico que dice: “La
Virgen sueña caminos, está a la espera, la Virgen sabe que el Niño está muy
cerca…”
Vine a Madrid de visita y me voy repleto de gratitud, de
arte, de esperanza, de alegría, de fantasía, de perdón, de agradecimiento, de
Navidad. ¿Qué más puedo pedir?... Un abrazo.
José
Antonio Noval Cueto.
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