domingo, 3 de diciembre de 2017

“Santa Bárbara Bendita…”


Hoy que las cifras lo dicen todo y especialmente cuando se habla de penurias, sacrificios, dolor o muerte; hoy que tan pronto hablamos del 155 como de los 519 inmigrantes que en pleno noviembre arribaron a las costas murcianas; hoy, 3 de diciembre, festividad de San Francisco Javier y víspera de Santa Bárbara, quisiera que cada letra de este escrito se convierta en oración, súplica y recuerdo de todos los fallecidos en los pozos de carbón desde que se inició su explotación  en los diferentes concejos de Asturias y permitió que nuestra Provincia fuera puntera en el desarrollo económico e industrial de España. No viene mal recordar que la primera línea de ferrocarril de carácter industrial que se construyó en España fue la de Laviana-Gijón – con la lógica intención de facilitar el transporte del carbón hacia el Musel -   que lo inauguró la reina María Cristina de Borbón un 25 de agosto de 1852 y no es ninguna exageración afirmar que el carbón lo fue todo para Asturias y que su explotación no estuvo exenta de polémicas, como muy bien nos documenta don Armando Palacio Valdés en su espléndida novela “La Aldea perdida”.

Hoy, hace un mes, el pasado 3 de noviembre, festividad de San Martín de Porres, el “primer santu mulatu” de la historia, el de la escoba, la Empresa Hullera Hunosa, con motivo de su cincuentenario, tuvo el acierto de recordar a los 540 mineros fallecidos en sus instalaciones desde el año 1967 y la ceremonia marcó todo un hito en las Cuencas, en Asturias, donde palabra, música y solidaridad se dieron la mano para evocar al familiar, al amigo o al vecino que la negra mina, nunca mejor dicho, apartó de nosotros.

Desconozco el número de mineros sierenses fallecidos en ese periodo, pero algunos de ellos intermitentemente golpean en mi cabeza. A algunos aún me parece verlos jugando al tute o tirando voladores el día de la fiesta el pueblo, pero siempre que llega diciembre aflora el recuerdo de mi primo Ovidio, “Liki”, quien   me enseñaba a patear “les caleyes” en mi época de vacaciones. ¡ Vivencias todas ellas que sepultó el carbón, en un aciago día de diciembre!

Todo ello me lleva a escribir estas letras que quisiera que se convirtieran en oración, en sufragio por sus almas  y es que, estimados lectores, pocas familias hay en Asturias y especialmente en las Cuencas que no tengan algún familiar, amigo o vecino entre los fallecidos y lo que eso comporta de esperanzas truncadas, final de camino, desierto, vacío, nada.  Ahora  , mientras escribo estas letras, zumba en mis oídos aquella emotiva canción del Presi  “ Si yo fuera picador cantaba un “guaje” en la mina a mi amor le compraría…No me pudiste comprar collar de rojos corales”.

Pero hace unos días quiso el azar, la casualidad, que de todo esto que os cuento tuviera memoria viva, directa, un miércoles, en la Plaza de Abastos de Villaviciosa,  cuando al entablar conversación con una persona  de nombre Mino y natural de Cabranes,  y después de hablar del tiempo,  de la necesidad de agua , entramos en las típicas preguntas de:

-¿De dónde eres?
- De Siero, respondo yo.
-En Siero trabaje yo – me dice Mino- , en el pozo de Pumarabule. Hace poco estuve delante de él y me entró una tristeza enorme…¡Qué tiempos!

Al hilo de la conversación salieron anécdotas, aficiones, amigos, compañeros de trabajo, y cuando más metidos estábamos en la charla, no podía faltar la preguntaba que siempre me ronda y tortura:

-         ¿Entonces conocerías a mi primo Liki, a Ovidio?

Apenas hice la pregunta Mino cambio de color, se puso nervioso, apenas podía hablar, soplaba y  al cabo de un tiempo me dijo:

-Parece imposible que hoy, en este momento, vuelva a revivir aquella trágica jornada .Me entran escalofríos con sólo recordarlo Yo estaba cerca de él cuando se mató. Fue un accidente de mala suerte, le cayó poco carbón encima, pero éste le empujó contra la rozadora donde trabajaba y allí quedó. ¡Parecía imposible…!

Este encuentro casual con Mino me hizo revivir una tragedia ya pasada, pero que perdura, que vive entre todos nosotros, y me hizo percibir el dolor y el llanto del compañero, del amigo, del minero, de su nobleza, que no es poco. 

 Hoy, Santa Bárbara, te pido amparo y protección para todos los mineros fallecidos en el “tayu”,   y que todos nosotros sepamos estar a la altura de las circunstancias para defender y   proteger el legado que con su propia sangre nos han dejado en su búsqueda de una sociedad más fraterna, más humana y más justa, donde la verdad, no mi verdad, sea el epicentro de todo.

                            José Antonio Noval Cueto




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