Quizás el título no vaya muy en consonancia con el contenido,
pero aun así refleja lo que pasa por mi cabeza un día como hoy, 28 de junio de
2018, cuando acudo a mi lugar de trabajo, Colegio Los Robles, por última vez.
Han pasado casi 38 años desde que empecé mi andadura como profesor en setiembre
de 1980. Hoy , repito, toca decir adiós,
pero me es imposible, y sólo me sale este “hasta pronto”, porque todo este
largo periodo de aprendizaje y enseñanza me acompañará siempre, irán conmigo
donde vaya y esté. Conmigo irán recuerdos, vivencias, anécdotas,
preocupaciones, alumnos, padres, profesores, sacerdotes y demás compañeros de
trabajo. Todo y todos forman parte del
argumento principal del libro de mi vida.
En días como hoy es lógico que uno haga balance acerca de la labor que ha realizado, si ha respondido a las
expectativas que se esperaban de él, si a algún alumno no le he dedicado la
atención debida, si el enfoque que a
veces les he dado no ha sido el
correcto, si podía haberles sacado mayor rendimiento…Ante esto la única respuesta
que encuentro es que si he tenido errores, que seguro que los tuve, no ha sido de manera consciente, interesada,
pues siempre deseé y deseo lo mejor para mis alumnos, y siempre les he
recalcado que de todos los proyectos que invaden su cabeza, el más importante
es el de ser persona,
buen hijo de Dios, y es que en esta parcela no podemos fallar, ni
tomarnos vacaciones. Los profesores hacemos la labor de preparar y situar a nuestros alumnos en la sociedad y cuando llegas a cierta edad como es mi caso – mis primeros alumnos pasan
ya de 55 años- puedes comprobar la
calidad de la cosecha , y así no hace mucho me he encontrado con antiguos alumnos de una categoría humana tan elevada
que me han hecho sentirme orgulloso de
haber sido su profesor, y digo todo esto
sin olvidar el papel fundamental que
tiene la familia en la educación y mejora de sus hijos.
Ayer, cuando asistía a mi último claustro de profesores, recordaba
el nerviosismo de mi primera clase, mis primeros alumnos, el primer COU del Colegio
y hoy, jueves, en la Santa Misa de Acción de Gracias de Final de Curso
y en la barbacoa en los jardines del Colegio, entre bocado y bocado, se hablaba de planes, de vacaciones, de
descanso, para después , agrupados en torno a un café y chupito, relatar
anécdotas o recuerdos, así como dato orientativo puedo deciros que cuando
empecé en el Colegio, setiembre de 1980, se estaba empezando a construir los
primeros chalets de la Urbanización Soto de Llanera, donde hoy viven en la
actualidad cerca de 3.000 personas. Eran los tiempos de la demografía explosiva
y expansiva; hoy, desgraciadamente en receso, en retroceso, y de ello tuvo
mucha culpa la mentalidad antinatalista de algunos supuestos “progresistas”,
que creían que la solución a los problemas de Occidente era que disminuyera el
número de vecinos. Hoy, casi cuarenta años después, comprobamos con
preocupación el daño causado, no somos capaces de garantizar el relevo generacional
y vemos con estupor como China y naciones de su entorno marcan las pautas
de la economía mundial y a las costas
europeas llegan multitud de refugiados en busca de un futuro mejor; mientras,
nosotros , los europeos tenemos miedo a la vida, no procreamos, y ellos, los
indocumentados e indigentes, los que no tienen nada ni siquiera identidad, luchan por la vida, procrean, reafirman su
personalidad y esperan su dosis de poder, de mejora, de justicia, sirva como
ejemplo el alcalde de origen pakistaní de Londres.
Que la vida va por etapas lo sabemos todos e incluso hay
quien la equipara con los ciclos de la Naturaleza: Primavera, Verano, Otoño e
Invierno, y ya metidos en el mundo laboral se bifurcan en clases activas o
trabajadores en ejercicio o potenciales y clases pasivas, pensionistas,
merecedoras del descanso, en consideración y agradecimiento por el trabajo ya
realizado. Ha quedado ya muy lejana la primera Ley de Pensiones, promulgada en
1919, donde se estipulaba la jubilación a los 65 años , y la actualidad, con miles de personas centenarias y los problemas
económicos que esto ocasiona así como el mismo sostenimiento de la caja de las
pensiones. Pero aun así, hoy , en el otoño de la vida, vienen en mi ayuda
las palabras de Don Quijote de la Mancha:
”Hasta la muerte, todo es vida”.
Y es esta la reflexión que me deja mi último día de trabajo.
La vida sigue, necesita de nosotros, hemos de continuar el camino hasta el
último aliento y son muchas las oportunidades que se nos brindan de: ir de
compras, hacer recados, llevar los nietos al colegio, preparar algún guiso, pasearse
por la ciudad, tomarse un vino con los amigos, proteger, denunciar y en mi caso , lo que no me va a faltar,
mientras las facultades respondan, es la lectura de la prensa y un buen libro,
aunque sólo sea por dar cumplimiento a la máxima de Santa Teresa de “Según las
lecturas, serán las escrituras”. No
entiendo la vida sin libros, si no leo me pongo nervioso, me falta algo y si la
inspiración viene, escribir y compartir con vosotros mis palabras que intentan
trasmitir que nada de lo humano me es ajeno.
Hoy, mi último día de trabajo, sabía que la pluma tenía que
escribir, que no podía permanecer callada, que se iniciaba una nueva etapa en
mi vida, y que lo primero que tenía que hacer era reconocerlo, agradecerlo,
primero a Dios, el Amo de la Vida, que me ha permitido llegar hasta aquí, y en
segundo lugar a todas aquellas personas que han sido claves en mi navegación y me
han permitido llegar a puerto: mi familia, el Colegio con sus directores,
profesores, sacerdotes y demás compañeros de trabajo, y los alumnos y sus
familias que han puesto su confianza en mí y de las que he aprendido mucho –han
sido y son un auténtico lujo, un elemento que siempre ha singularizado al
Colegio - y a todas aquellas personas,
de toda condición y preparación, muchas de ellas ya fallecidas, que han
sido un estímulo y un ejemplo para mí y me han hecho mucho bien a cambio de
nada. ¡A todos mis más sentidas gracias! ¡A vuestra disposición! ¡Hasta pronto!¡Un fuerte abrazo!