sábado, 30 de junio de 2018

¡Hasta pronto…!



Quizás el título no vaya muy en consonancia con el contenido, pero aun así refleja lo que pasa por mi cabeza un día como hoy, 28 de junio de 2018, cuando acudo a mi lugar de trabajo, Colegio Los Robles, por última vez. Han pasado casi 38 años desde que empecé mi andadura como profesor en setiembre de  1980. Hoy , repito, toca decir adiós, pero me es imposible, y sólo me sale este “hasta pronto”, porque todo este largo periodo de aprendizaje y enseñanza me acompañará siempre, irán conmigo donde vaya y esté. Conmigo irán recuerdos, vivencias, anécdotas, preocupaciones, alumnos, padres, profesores, sacerdotes y demás compañeros de trabajo. Todo y todos forman  parte del argumento principal del libro de mi vida.

En días como hoy es lógico que uno haga balance  acerca de la labor que  ha realizado, si ha respondido a las expectativas que se esperaban de él, si a algún alumno no le he dedicado la atención debida, si el enfoque que  a veces les he dado no  ha sido el correcto, si podía haberles sacado mayor rendimiento…Ante esto la única respuesta que encuentro es que si he tenido errores, que seguro que los tuve,  no ha sido de manera consciente, interesada, pues siempre deseé y deseo lo mejor para mis alumnos, y siempre les he recalcado que de todos los proyectos que invaden su cabeza, el más importante es el de ser    persona,  buen hijo de Dios, y es que en esta parcela no podemos fallar, ni tomarnos vacaciones.  Los profesores  hacemos la  labor de preparar y  situar a nuestros alumnos en la sociedad  y cuando llegas a cierta edad  como es mi caso – mis primeros alumnos pasan ya de 55 años-  puedes comprobar la calidad de la cosecha   , y  así no hace mucho me he encontrado con  antiguos alumnos de una categoría humana tan elevada  que me han hecho sentirme orgulloso de haber sido su profesor,  y digo todo esto  sin olvidar el papel fundamental que tiene la familia en la educación y mejora de sus hijos.

Ayer, cuando asistía a mi último claustro de profesores, recordaba el nerviosismo de mi primera clase, mis primeros alumnos, el primer COU del Colegio y hoy, jueves, en la Santa Misa de Acción de Gracias de  Final de Curso  y en la barbacoa en los jardines del Colegio,  entre bocado y bocado,  se hablaba de planes, de vacaciones, de descanso, para después , agrupados en torno a un café y chupito, relatar anécdotas o recuerdos, así como dato orientativo puedo deciros que cuando empecé en el Colegio, setiembre de 1980, se estaba empezando a construir los primeros chalets de la Urbanización Soto de Llanera, donde hoy viven en la actualidad cerca de 3.000 personas. Eran los tiempos de la demografía explosiva y expansiva; hoy, desgraciadamente en receso, en retroceso, y de ello tuvo mucha culpa la mentalidad antinatalista de algunos supuestos “progresistas”, que creían que la solución a los problemas de Occidente era que disminuyera el número de vecinos. Hoy, casi cuarenta años después, comprobamos con preocupación el daño causado, no somos capaces de garantizar el relevo generacional y vemos con estupor como China y naciones de su entorno marcan las pautas de la economía mundial  y a las costas europeas llegan multitud de refugiados en busca de un futuro mejor; mientras, nosotros , los europeos tenemos miedo a la vida, no procreamos, y ellos, los indocumentados e indigentes, los que no tienen nada ni siquiera identidad,  luchan por la vida, procrean, reafirman su personalidad y esperan su dosis de poder, de mejora, de justicia, sirva como ejemplo el alcalde de origen pakistaní de Londres.

Que la vida va por etapas lo sabemos todos e incluso hay quien la equipara con los ciclos de la Naturaleza: Primavera, Verano, Otoño e Invierno, y ya metidos en el mundo laboral se bifurcan en clases activas o trabajadores en ejercicio o potenciales y clases pasivas, pensionistas, merecedoras del descanso, en consideración y agradecimiento por el trabajo ya realizado. Ha quedado ya muy lejana la primera Ley de Pensiones, promulgada en 1919, donde se estipulaba la jubilación a los 65 años , y la actualidad,  con miles de  personas centenarias y los problemas económicos que esto ocasiona así como el mismo sostenimiento de la caja de las pensiones. Pero aun así, hoy   , en el otoño de la vida, vienen en mi ayuda las palabras de Don Quijote de  la Mancha:  ”Hasta la muerte, todo es vida”.

Y es esta la reflexión que me deja mi último día de trabajo. La vida sigue, necesita de nosotros, hemos de continuar el camino hasta el último aliento y son muchas las oportunidades que se nos brindan de: ir de compras, hacer recados, llevar los nietos al colegio, preparar algún guiso, pasearse por la ciudad, tomarse un vino con los amigos, proteger, denunciar  y en mi caso , lo que no me va a faltar, mientras las facultades respondan, es la lectura de la prensa y un buen libro, aunque sólo sea por dar cumplimiento a la máxima de Santa Teresa de “Según las lecturas, serán las escrituras”.  No entiendo la vida sin libros, si no leo me pongo nervioso, me falta algo y si la inspiración viene, escribir y compartir con vosotros mis palabras que intentan trasmitir que nada de lo humano me es ajeno.

Hoy, mi último día de trabajo, sabía que la pluma tenía que escribir, que no podía permanecer callada, que se iniciaba una nueva etapa en mi vida, y que lo primero que tenía que hacer era reconocerlo, agradecerlo, primero a Dios, el Amo de la Vida, que me ha permitido llegar hasta aquí, y en segundo lugar a todas aquellas personas que han sido claves en mi navegación y me han permitido llegar a puerto: mi familia, el Colegio con sus directores, profesores, sacerdotes y demás compañeros de trabajo, y los alumnos y sus familias que han puesto su confianza en mí y de las que he aprendido mucho –han sido y son un auténtico lujo, un elemento que siempre ha singularizado al Colegio -  y a todas aquellas personas, de toda condición y preparación, muchas de ellas ya fallecidas,  que  han sido un estímulo y un ejemplo para mí y me han hecho mucho bien a cambio de nada. ¡A todos mis más sentidas gracias! ¡A vuestra  disposición! ¡Hasta pronto!¡Un fuerte abrazo!

                             José Antonio Noval Cueto.





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