lunes, 19 de noviembre de 2018

“Desgüace de palabras”


         
Desconozco los motivos por los que ahora que decae el Latín, se extiende el castellano y se divulgan y expanden las demás lenguas vernáculas; un día sí y otro también me encuentro con palabras desconocidas o en desuso  que me obligan a consultar continuamente el diccionario –  uno no siempre aumenta en palabras según crecen  los años-  hasta el extremo que siempre que leo – ya sea prensa o literatura-   lo tengo a mi lado, y más en estos tiempos de confusión , ruido y mentira.

Las palabras que provocan mi curiosidad surgen cuando  menos lo espero y por los motivos más dispares. Ya sea la mera fonética, la mera pronunciación , su exotismo, su originalidad, su rareza como el nombre de algunas ciudades como “ Cachoeira de Itaperimim”, Tapachula, Antigua, Veracruz, Rosario, Sacramento…pero la mayoría de las veces es su desconocimiento  o la precisión de su significado, lo que me obliga a buscarlas así  recientemente: “pródromo, tílburi, grímpola…” . Uno de los errores más arraigados entre nuestros estudiantes es el  poco uso del diccionario, a pesar de la importante información que contiene por muy simple que sea. Recientemente  provocó mi sorpresa la palabra “Apoticaria” junto al de Farmacia en el letrero de una céntrica botica mallorquina, y me ha evidenciado  el  desconocimiento que tenemos de la lengua y esto cobra más gravedad cuando son muchas las personas, de cierto relieve, que se jactan de hablar tres o cuatro idiomas, y otros, a duras penas, nos defendemos con el nuestro,  de ahí que quizás haya que concretar que se entiende por “habla, domina”, pues no es lo mismo defenderse comercialmente en un idioma, que culturalmente. Hace ya mucho tiempo, casi cincuenta años, en aquel inolvidable Viaje de Estudios por la Ruta de la Plata, en  la recepción de un hotel de Granada cuyo nombre no recuerdo,  nos encontramos con un gitanillo de Sacromonte que gentilmente nos entregó las fotos sacadas el día anterior. Al marcharse el recepcionista nos dijo: “Este gitanillo no sabe leer ni escribir, pero sabe hablar inglés y francés”. En aquel entonces la respuesta, a un adolescente como yo, asombró, pero ahora ya entiendo que la explicación del recepcionista no fue completa, venía a decirnos que comercialmente se defendía en aquellos idiomas.

Algo de esto está pasando hoy, pero con más gravedad, con real voluntad de engaño y más en una época donde se observa cierta desprotección del idioma que nos singulariza e identifica, y es que últimamente confundimos conocimientos con herramientas, con instrumentos. No hace mucho en un Congreso sobre Inteligencia Artificial uno de los ponentes a la pregunta de un periodista sobre dónde o cómo podría reflejarse esto en la vida diaria  

El investigador contesto:

-     -    No tardando mucho no será necesario el aprendizaje de idiomas. Con un móvil algo más perfeccionado nos basta.

 Molesta que las primeras palabras que escuches en un viaje de avión sean en inglés y como pidiendo perdón, después el castellano, el español o como quiera que le llamemos y todo esto en pleno territorio español.

No hace mucho me encontré con San Agustín que decía :” El mundo es un libro y los que no viajan solo leen una página”, pero páginas y realidad se escriben con palabras, pero con las palabras del alma, que calan hondo, que no se olvidan; las palabras del biberón, de la madre, de la escuela, de la tradición; con las palabras de todos  .  


                            José Antonio Noval Cueto.



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