Leer estas letras seguro que nos lleva a todos a recordar el
inolvidable tango del mismo nombre,
escrito por César Vedani, musicado por Julio César Sanders y popularizado desde
París, en 1928, por Carlos Gardel, y que nuevamente he escuchado antes de empezar a escribir estas
letras por aquello de la influencia que se da entre música y escritura, y todo debido a que los Reyes Magos han tenido el acierto de
regalarme un libro que titula así y cuyo
autor es don Sergio Ramírez Mercado, político y escritor nicaragüense, Premio
Cervantes de las Letras 2017.
No conocía su obra, pero a raíz de la entrega del Premio y de
las entrevistas y críticas literarias que aparecieron en los medios me vi en la
necesidad de conocerle – uno sólo es propietario del tiempo que tiene de vida y
no lo puede leer todo- y de toda su amplia obra, involuntariamente, sin que haya
una razón aparente, empecé por esta autobiografía publicada en 1999, viente
años después del triunfo sandinista, en 1979, época en la que Sergio fue vicepresidente de Nicaragua, y nueve años
después de perder el poder en 1990 a manos de Violeta Chamorro. Desde el año
2006 nuevamente el sandinismo está en el
poder, su presidente es Daniel Ortega, pero Sergio ya no le acompaña, ni le
aplaude. Hoy la nación vive unos momentos de incertidumbre y tensión que no parecen deparar nada bueno. En
esta edición del libro, abril de 2018, se incluye a modo de preámbulo , un escrito del autor, de setiembre de 2007, titulado “La sombra del caudillo”,
donde se pregunta con valentía y pesaroso si el actual gobierno de Daniel
Ortega tiene continuidad con la esperanzada revolución sandinista de los
ochenta y la respuesta que sucintamente nos da es: “ Yo digo que no”, y para
confirmarlo nos invita a adentrarnos en la honesta lectura de sus 315 páginas, escritas
de manera ágil y bien documentada, ya que como dice el autor “Yo estuve allí”. Son
sus vivencias. En ningún momento se hace pesado el viaje, uno quiere continuar
en el tren, no bajarse y enriquecerse de la vida de otros y comprobar, una vez
más, el camino que lleva de la ilusión al desencanto, de la esperanza a la
frustración y en todo ello la responsabilidad humana.
Hoy, nosotros, cuarenta años después de aprobada la Constitución
podemos plantearnos los mismos interrogantes que Sergio Ramírez y preguntarnos si aquel
llamado espíritu de la Transición sigue vivo, si las palabras “consenso,
diálogo, convivencia, tolerancia” tienen fuerza, contenido o son palabras huecas,
o si el respeto a la Ley es de obligado
cumplimiento. La respuesta es individual, personal, pero aun así creo que quienes
somos de la generación de la Transición, que sus esfuerzos nos costó y no solo
materiales, que muertes también hubo, nos preocupa el poco respeto a la verdad
y a partir de ahí todo sobra, incluso la Ley. No admitimos que la mentira
sea estrategia de partido y menos que se use para dividir o enfrentarnos entre
nosotros. Sin sometimiento a la verdad y sin respeto a la moral no hay país que
subsista, que se cimente, que anime y aglutine. Hoy, por desgracia, cuando se
presume de los avances técnicos que los tiempos deparan, la falsa noticia, el
infundio y la calumnia tienen muchos discípulos y las redes sociales dan
testimonio abundante de ello. Sorprende que en épocas de aparente y abundante
información, haya más desinformación y
que lo que nos llega muchas veces más deforma que informa, y a ello
se entregan sin el menor rubor fanáticos
del engaño y del desprecio humano. ¿A esto se le puede llamar “progreso”?
Debe ser doloroso, frustrante, que las ilusiones o sueños de
juventud se vuelvan amarguras de vejez – de ello trata el libro- , y esto es lo
que sentimos muchas personas cuando comprobamos que se nos miente
descaradamente, que se quiere mutilar, destruir, lo que tanto trabajo costo
levantar y todo ello sin un mínimo argumento razonable, fundamentado y ejemplos
de ello los tenemos a diario. No hace mucho un colectivo pedía firmas para
derribar el Acueducto de Segovia porque era símbolo de la opresión romana y
propuestas de este tipo las tenemos un día sí y otro también.
En Nicaragua, según Sergio Ramírez, la revolución no trajo la
anhelada justicia para los oprimidos ni pudo crear riqueza, pero dejó como
mejor fruto la democracia. Hoy, en España, hemos creado riqueza, se ha reducido
el paro, pero la alarmante falta de
respeto a la ley – barreras de peaje levantadas por piquetes… - cuestiona nuestra democracia y nos desencanta
a todos. ¿Tan difícil es volver a la
senda de la cordura, del sentido común y resolver los verdaderos problemas que
mes tras mes traslada el CIS y que no son otros que: paro, corrupción y
políticos? ¿A quiénes no les interesa?
Creo que la ha llegado el momento de hacerse la misma pregunta
que Sergio Ramírez al plantearse si preferimos
las lealtades personales o las lealtades ideológicas. Él tuvo la valentía y
coraje de darnos su respuesta. ¿Nosotros?
José Antonio Noval Cueto
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