martes, 5 de febrero de 2019

“Adiós muchachos…”


 
Leer estas letras seguro que nos lleva a todos a recordar el inolvidable tango del mismo  nombre, escrito por César Vedani, musicado por Julio César Sanders y popularizado desde París, en 1928, por Carlos Gardel,  y  que nuevamente  he escuchado antes de empezar a escribir estas letras por aquello de la influencia que se da  entre música y escritura, y todo debido a que  los Reyes Magos han tenido el acierto de regalarme un libro  que titula así y cuyo autor es don Sergio Ramírez Mercado, político y escritor nicaragüense, Premio Cervantes de las Letras 2017.

No conocía su obra, pero a raíz de la entrega del Premio y de las entrevistas y críticas literarias que aparecieron en los medios me vi en la necesidad de conocerle – uno sólo es propietario del tiempo que tiene de vida y no lo puede leer todo- y de toda su amplia obra, involuntariamente, sin que haya una razón aparente, empecé por esta autobiografía publicada en 1999, viente años después del triunfo sandinista, en 1979, época en la que Sergio fue  vicepresidente de Nicaragua, y nueve años después de perder el poder en 1990 a manos de Violeta Chamorro. Desde el año 2006 nuevamente  el sandinismo está en el poder, su presidente es Daniel Ortega, pero Sergio ya no le acompaña, ni le aplaude. Hoy la nación vive unos momentos de incertidumbre  y tensión que no parecen deparar nada bueno. En esta edición del libro,  abril de 2018,  se incluye a modo de preámbulo , un  escrito del autor, de setiembre de  2007, titulado “La sombra del caudillo”, donde se pregunta con valentía y pesaroso si el actual gobierno de Daniel Ortega tiene continuidad con la esperanzada revolución sandinista de los ochenta y la respuesta que sucintamente   nos da es: “ Yo digo que no”, y para confirmarlo nos invita a adentrarnos en la honesta lectura de sus 315 páginas, escritas de manera ágil y bien documentada, ya que como dice el autor “Yo estuve allí”. Son sus vivencias. En ningún momento se hace pesado el viaje, uno quiere continuar en el tren, no bajarse y enriquecerse de la vida de otros y comprobar, una vez más, el camino que lleva de la ilusión al desencanto, de la esperanza a la frustración y en todo ello la responsabilidad humana.

Hoy, nosotros, cuarenta años después de aprobada la Constitución podemos plantearnos los mismos interrogantes que   Sergio Ramírez y preguntarnos si aquel llamado espíritu de la Transición sigue vivo, si las palabras “consenso, diálogo, convivencia, tolerancia” tienen fuerza, contenido o son palabras huecas, o  si el respeto a la Ley es de obligado cumplimiento. La respuesta es individual, personal, pero aun así creo que quienes somos de la generación de la Transición, que sus esfuerzos nos costó y no solo materiales, que muertes también hubo, nos preocupa el poco respeto a la verdad y a partir de ahí todo sobra, incluso la Ley. No admitimos que la mentira sea estrategia de partido y menos que se use para dividir o enfrentarnos entre nosotros. Sin sometimiento a la verdad y sin respeto a la moral no hay país que subsista, que se cimente, que anime y aglutine. Hoy, por desgracia, cuando se presume de los avances técnicos que los tiempos deparan, la falsa noticia, el infundio y la calumnia tienen muchos discípulos y las redes sociales dan testimonio abundante de ello. Sorprende que en épocas de aparente y abundante información, haya más desinformación  y que lo que  nos llega  muchas veces más deforma que informa, y a ello se entregan sin el menor rubor  fanáticos del engaño y del desprecio humano. ¿A esto se le puede llamar “progreso”?

Debe ser doloroso, frustrante, que las ilusiones o sueños de juventud se vuelvan amarguras de vejez – de ello trata el libro- , y esto es lo que sentimos muchas personas cuando comprobamos que se nos miente descaradamente, que se quiere mutilar, destruir, lo que tanto trabajo costo levantar y todo ello sin un mínimo argumento razonable, fundamentado y ejemplos de ello los tenemos a diario. No hace mucho un colectivo pedía firmas para derribar el Acueducto de Segovia porque era símbolo de la opresión romana y propuestas de este tipo las tenemos un día sí y otro también.

En Nicaragua, según Sergio Ramírez, la revolución no trajo la anhelada justicia para los oprimidos ni pudo crear riqueza, pero dejó como mejor fruto la democracia. Hoy, en España, hemos creado riqueza, se ha reducido el paro, pero la alarmante falta  de respeto a la ley – barreras de peaje levantadas por piquetes… -  cuestiona nuestra democracia y nos desencanta a todos.  ¿Tan difícil es volver a la senda de la cordura, del sentido común y resolver los verdaderos problemas que mes tras mes traslada el CIS y que no son otros que: paro, corrupción y políticos? ¿A quiénes no les interesa?
¿Por qué?...

Creo que la ha llegado el momento de hacerse la misma pregunta que Sergio Ramírez al plantearse  si preferimos las lealtades personales o las lealtades ideológicas. Él tuvo la valentía y coraje de darnos su respuesta. ¿Nosotros?

                                      José Antonio Noval Cueto



No hay comentarios:

Publicar un comentario