Hay noticias que aunque son sabidas , conocidas y esperadas,
se deben difundir, compartir, hacer nuestras, de modo que no dejemos el menor
atisbo de duda, de inseguridad, de dejadez y es que cuanto más se comparten y
difunden, más bien expanden, más seguridad transmiten , algo de lo que tan
necesitados estamos. Y esto ocurre todos
los años, la medianoche del 24 de diciembre y desde hace 2019 años.
Cuando vemos que las noticias humanas, aunque sean buenas, no
perduran más allá de unos días, uno se pregunta cómo una noticia de tan lejanas
tierras y tiempos ha llegado a nosotros
y perdura y revive cada año con más fuerza, y la respuesta es que no siempre un Dios, Padre y Creador se convierte y se hace hombre, con la
única intención de salvarnos, protegernos y llevarnos a su Casa , y
todo ello sin violentar nuestra conciencias y desde la más absoluta libertad.
Solo se nos pide escuchar…
En época donde la mentira se ha normalizado, ¿no me va a ser
permitido repetir las verdades que nos afianzan y fortalecen y más cuando la base de esa verdad es el Amor que
todo un Padre-Creador nos tiene? Y esa es la gran verdad que recibieron y
trasmitieron unos sencillos pastores de
Belén y que aún perdura y que cada año recluta adeptos, que los tiene y muchos,
pues de la generosidad del Corazón,
habla el Padre, que perdona pasados, apuntala presentes y alienta futuros, esperanzas,
mejora.
Cada 24 de diciembre, por muchas luces y ruidos que haya, uno
siempre encuentra un momento para pensar,
preguntarse, inquietarse,
sincerarse o lamentarse, rendir cuentas... Esa noche no deja a nadie indiferente – hasta la Luna es
diferente- y después de vino y champán,
sopa y cordero, llega la VERDAD, la gran verdad, y es que sin Amor no somos nada, nada tenemos.
Y es ese Amor quien nos hace recorrer kilómetros para abrazar y compartir, quien se entristece ante la silla vacía , quien nos
estimula a no ser indiferentes y nos anima a construir un mundo mejor con el
único combustible que mueve a los corazones, el combustible del afecto.
Hace unos días unos amigos se preguntaban que cuál era la
gran noticia del día y nadie se atrevía
a dar la respuesta. Yo, hoy, 22 de diciembre, último domingo de Adviento, supe
que la mejor predicación son las lágrimas, y en respuesta a esa evidencia sólo
me queda pedir que todos tengamos las lámparas encendidas que ya está muy
próximo el día del que tiene que venir,
y que a nadie deja indiferente. ¡Aún estamos a tiempo!. Así lo constata el
Nuevo Testamento, crónicas y documentos, templos y capillas, santos
y mártires, generaciones y personas.
Antes acontecimientos que han cambiado la faz de la tierra y
la van a seguir cambiando, por mucha
robótica o inteligencia artificial que exista, uno no puede callar, sino predicar
y difundir la buena noticia de que un Dios nos ha nacido. Vayamos a adorarle.
¿Qué sería de nosotros sin Ti? ¡Hagamos lo posible para que la civilización del
Amor impere en la Tierra! ¡FELIZ NAVIDAD!¡PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE
BUENA VOLUNTAD!
José
Antonio Noval Cueto.