domingo, 22 de diciembre de 2019

“No me puedo callar…”



Hay noticias que aunque son sabidas , conocidas y esperadas, se deben difundir, compartir, hacer nuestras, de modo que no dejemos el menor atisbo de duda, de inseguridad, de dejadez y es que cuanto más se comparten y difunden, más bien expanden, más seguridad transmiten , algo de lo que tan necesitados estamos.  Y esto ocurre todos los años, la medianoche del 24 de diciembre y desde hace 2019 años.

Cuando vemos que las noticias humanas, aunque sean buenas, no perduran más allá de unos días, uno se pregunta cómo una noticia de tan lejanas tierras y  tiempos ha llegado a nosotros y  perdura y revive cada año  con más fuerza, y la respuesta es que  no siempre un Dios, Padre y  Creador se convierte y se hace hombre, con la única intención de salvarnos, protegernos y llevarnos a su Casa , y todo ello sin violentar nuestra conciencias y desde la más absoluta libertad. Solo se nos pide escuchar…

En época donde la mentira se ha normalizado, ¿no me va a ser permitido repetir las verdades que nos afianzan y fortalecen  y más cuando la base de esa verdad es el Amor que todo un Padre-Creador nos tiene? Y esa es la gran verdad que recibieron y trasmitieron  unos sencillos pastores de Belén y que aún perdura y que cada año recluta adeptos, que los tiene y muchos,  pues de la generosidad del Corazón, habla el Padre, que perdona pasados,  apuntala  presentes y alienta futuros, esperanzas, mejora.

Cada 24 de diciembre, por muchas luces y ruidos que haya, uno siempre encuentra un momento para pensar,  preguntarse,  inquietarse, sincerarse o lamentarse, rendir cuentas... Esa noche no deja  a nadie indiferente – hasta la Luna es diferente-  y después de vino y champán, sopa y cordero, llega la VERDAD,   la gran verdad,  y es que sin Amor no somos nada, nada tenemos. Y es ese Amor quien nos hace recorrer kilómetros para abrazar y compartir,  quien se  entristece ante la silla vacía , quien nos estimula a no ser indiferentes y nos anima a construir un mundo mejor con el único combustible que mueve a los corazones, el combustible del afecto.

Hace unos días unos amigos se preguntaban que cuál era la gran noticia del día y  nadie se atrevía a dar la respuesta. Yo, hoy, 22 de diciembre, último domingo de Adviento, supe que la mejor predicación son las lágrimas, y en respuesta a esa evidencia sólo me queda pedir que todos tengamos las lámparas encendidas que ya está muy próximo el día  del que tiene que venir, y que a nadie deja indiferente. ¡Aún estamos a tiempo!. Así lo constata el Nuevo Testamento, crónicas y documentos, templos y capillas,   santos y mártires, generaciones y  personas.

Antes acontecimientos que han cambiado la faz de la tierra y la van  a seguir cambiando, por mucha robótica o inteligencia artificial que exista, uno no puede callar, sino predicar y difundir la buena noticia de que un Dios nos ha nacido. Vayamos a adorarle. ¿Qué sería de nosotros sin Ti? ¡Hagamos lo posible para que la civilización del Amor impere en la Tierra! ¡FELIZ NAVIDAD!¡PAZ EN LA TIERRA A LOS HOMBRES DE BUENA VOLUNTAD!

                                            
                                           José Antonio Noval Cueto.



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