miércoles, 1 de enero de 2020

“Yo sigo la estrella…”



Supongo que en cualquier localidad de España, a pesar de los ruidos y sinsabores diarios , la Navidad se carga de contenidos, matices que hacen que estos días, se llenen de recuerdos, de sugerencias,  y esto ocurre desde mediados de diciembre y aún perdura en estos momentos en que escribo, primer día del año 2020, cuando esperamos la visita de los Reyes Magos, pues aún somos muchos los que recordamos y seguimos las explicaciones que en su día nos dieron los pastores de Belén y que tienen su reflejo  en calles y pueblos de Siero .

En Pola de Siero, sin molestarse mucho y a pesar del título genérico de nuestro alumbrado “Felices Fiestas”, el belenismo tiene su aportación, originalidad y exhibición en la Plaza de Abastos, con muestras de particulares de lo más sugestivas y sorprendentes, no sólo por los materiales sino por las formas y tipos que ofrecen,  pero sin duda su gran feudo se ubica en la Residencia de Ancianos de Nuestra Señora de Covadonga, regentada por las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y es allí donde todos los años y a pesar del soberbio belén fijo de don Belarmino García de la Roza,  la creatividad y vivencia navideña tiene su trono. Así nada más entrar, en el vestíbulo, nos encontramos con una bonita y moderna panadería que lleva el título de “Panadería de Jesús”, más allá en el pasillo que conduce al comedor de los residentes se halla un mediano árbol de Navidad, repleto de campanas que contienen la foto las ancianas, y ya en el comedor, un bellísimo niño Jesús con gorrito, patucos, chaqueta y traje bellamente tejido a su medida, que con sus manitas abiertas y sus expresivos y grandes ojos nos trasmite tranquilidad, confianza, cariño, protección, y  preside y acompaña las comidas de nuestros mayores. En la capilla, en su parte derecha también tenemos un enorme y realista misterio que recrea el mensaje de amor que un Niño nos trae, y  es este Niño quien provoca estas letras, y es como muy bien sabemos “si no somos como niños no entraremos en el reino de los cielos”.

Días como estos cargados de luz y de misterio llevan a uno a preguntarse qué nos falta para ser niños, por qué no lo somos o por qué no lo queremos ser, y es aquí cuando la respuesta se carga de intensidad, angustia, dolor e incluso de miedo, de miedo a pensar, a reconocernos como somos e incluso a negarnos la mera posibilidad de mejora, de cambio. La Navidad nos trae amor, fraternidad, paz. La Navidad nos trae la posibilidad de ser y hacer un vaso/ un hombre nuevo y el Alfarero-Dios deseándolo, pero tienes que quererlo tú. Aquel Niño-Dios nacido de mujer nos invita a centrarnos en lo importante, aún estás a tiempo, incluso Dimas lo consiguió en el último momento,  no malgastes el viaje y cada vez es más evidente que si no tengo amor, no soy nada, por muchos títulos y posesiones que tenga. La obra de teatro dura lo que dura, el desenlace en gran medida depende de ti, y de esto saben mucho nuestras monjitas en su apostolado de la doble orilla.

Hace unos días una enfermera me contaba la historia del anciano Zacarías, que a sus 92 años y con la ayuda de su bastón, cogía el autobús diariamente y acudía a la Residencia a visitar a su esposa Ana, aquejada de alzheimer. Siempre le llevaba un bombón y sus palabras eran tan cariñosas y tiernas que sorprendían a todos:

-¿Cómo estás, mi amor? ¿Qué tal has pasado la noche? Hoy te traigo este bombón que son de los que a ti te gustan. Y después de estas palabras iniciales continuaban su conversación. Llevan casados 68 años y cuatro de novios. A mí la Navidad siempre me recuerda que mis padres se casaron un 31 de diciembre de 1932, hace ahora ochenta y siete años. ¡Muchas gracias por vuestra generosidad y ejemplo!¡No hay día que no me acuerde y rece por vosotros! ¡Ayer os dediqué la misa!

Hoy San Lucas en su Evangelio nos dice que “Los pastores fueron rápidamente y encontraron a María y a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído sobre este niño, y todos los que los escucharon quedaron admirados de lo que decían los pastores…”

El próximo sábado la locura se viste de gala  y en el Congreso de los Diputados empieza la ceremonia de la investidura como Presidente del Presidente en funciones. Yo, en mi casa, sigo la estrella, y ya tengo los zapatos limpios en la ventana,  y  pido a los Reyes Magos  una fe tan grande como la de esa monja o monjas que tejieron los patucos del Niño Jesús, y es que a mis años lo único que puedo deciros es que sin amor no soy nada, que el amor existe, y como muy bien decía Cervantes que “no es lo mismo el Amor que el apetito”.¡Que os traigan mucho los Reyes!


                                 José Antonio Noval Cueto.



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