Después de casi un mes confinados, después que tengamos más
de 128 víctimas en Asturias, 16.353 en España y más de 100.000 en el mundo es
lógico suponer que todos estemos preocupados, y eso que nos estamos protegiendo
y cumpliendo las normas que los expertos científicos nos trasladan, pero ni aun
así desaparece nuestra preocupación, ya que los efectos devastadores persisten
, continúan y la única pequeña y tímida luz viene desde Wuhan (China) ,nos
queda muy lejos y no de damos toda la credibilidad que quisiéramos.
El pasado día 27 de marzo, viernes, antes del Domingo de Ramos
y del inicio de la Semana Santa, Su Santidad, con esa sensibilidad humana que
le caracteriza tuvo el coraje de convocar a los medios de comunicación y a
solas, desde el atrio de la Basílica de San Pedro del Vaticano, en un día
desapacible y lluvioso, acompañado por el Cristo de San Marcelo y de la Patrona
de Roma ,la Virgen Salus Populi Romani , nos dio la Bendición “Urbi et Orbi”
especial por la pandemia del “coronavirus”, que ,en el fondo, es su respuesta a la pregunta que da título a
este escrito, y que me obliga a escribir estas letras que constatan la importancia
de un mensaje que no quiero que se pierda, que se desaproveche, aun sabiendo
que lo que escribo quizás no constate la totalidad de su contenido, pero sí ,
su esencia, que como nardo puro espero que nos impregne a todos.
Su Santidad, como no podía ser de otra manera, acude a la
Palabra de Dios, a las Sagradas Escrituras, concretamente al Evangelio de San
Marcos 4, 35 para fundamentar su argumento, donde se narra la inquietud y
desesperación de los discípulos del Señor ante una imprevista e indómita
tormenta en un atardecer de pesca y reconoce que también a nosotros hoy, nos azota una imprevista tormenta que en
palabras suyas dice: “Desde hace algunas semanas parece que todo se
ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y
ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio
que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en
el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas…”.
En este mensaje para todo el Planeta se hace la pregunta título de este escrito
cinco veces y la acompaña otra
yuxtapuesta de “¿Aún no tenéis fe?”. Cada vez que formula la pregunta, hace una pequeña y fundada reflexión que poco
a poco prepara la respuesta definitiva. Reconoce y reconocemos que la tempestad ha puesto al descubierto nuestra
vulnerabilidad, nuestras falsas y superfluas seguridades; que nos hemos dejado llevar por la codicia, por lo
material, por las prisas, “pensando en mantenernos sanos en un mundo enfermo”;
que debemos elegir entre lo verdaderamente importante y lo que pasa; que el sufrimiento mide el verdadero desarrollo de
nuestros pueblos…” Y a partir de la
segunda pregunta y las oportunas
reflexiones hila una respuesta que comienza con la petición de :”Despierta,
Señor”, y nos recuerda que el comienzo de la fe es reconocer que necesitamos
salvación , lo que hoy nadie cuestiona; que solos nos hundimos, que necesitamos
al Señor, que tenemos que invitar a Jesús a subir al barco de nuestra vida, que
con Él a bordo, no se naufraga…, que en Él tenemos un ancla, un timón, una
esperanza…
Esperanza que hoy cobra más fuerza, sábado santo, pues como
bien dice su Santidad “En la cruz hemos sido salvados para hospedar la
esperanza”. Al formular por última vez la pregunta título, Su santidad le pide
al Señor que “no nos abandones a merced de la tormenta”, que nosotros, junto
con Pedro “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque tú nos cuidas…”
No se pueden decir las cosas de manera más clara, sencilla. Las
palabras del Papa Francisco no me han dejado indiferente y me han llevado a
escribir estas líneas con la única intención de que sean útiles y que su mensaje perdure y haga bien. ¡Muchas gracias,
Santidad!
Tenemos la solución al alcance de la mano. De nosotros
depende que la sal no se vuelva sosa. ¡Un saludo!
José Antonio Noval
Cueto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario