sábado, 21 de noviembre de 2020

“El relato y el relator…”


Ahora que la palabra pierde contenidos, los cambia o trasmuta según el interés personal y en plena crisis y desprecio de las Humanidades, se ha puesto de moda reclamar, exigir la presencia de relator que elabore un relato a la petición del cliente y con la maligna y pérfida intención de inventar una realidad que justifique lo que no tiene ninguna justificación y que atenta contra la dignidad de todo persona y más en una democracia donde el respeto a la verdad y la transparencia informativa son elementos constitutivos de su ADN.

 Que en situaciones tan calamitosas y límites como las que estamos viviendo se pongan en circulación guerras de la memoria o se aireen polémicas estériles desvela bien la intención que se busca, que no es otra que alienar, enajenar , evadir, hacer que se hace, mientras las preocupaciones o problemas del día a día no se afrontan , no se resuelven, sirva como caso típico el IVA de las mascarillas, que a pesar de penalizar más a las clases con menos recursos no fue una prioridad para el gobierno que dice defender a los más necesitados. Las palabras sin hechos ya no son ni palabras, ni siquiera ruido, molestan, cansan, hartan. 

 Hace unos meses el Arzobispado de Madrid y la Biblioteca de Autores Cristianos publico el “Martirologio matritense del siglo XX”, donde de manera rigurosa, esquemática y didáctica se narran las biografías de los 427 sacerdotes y seminaristas que murieron víctimas de la persecución religiosa de los años 30, de los que 355 estaban vinculados a la diócesis de Madrid y 72 restantes a otras diócesis. El libro consta de un prólogo de Don Carlos Osoro Sierra, Cardenal Arzobispo de Madrid , en el que después de recordar que su diócesis, la de Madrid-Alcalá aportó “en números absolutos la mayor cantidad de mártires”, desea que este libro nos ayude “…más en el amor a Dios y a ser así promotores de una cultura de la paz, en el perdón y en la reconciliación, como los fueron y lo son aquellos mártires”. La introducción del mismo corre a cargo del obispo auxiliar de Madrid, don Juan Antonio Martínez Camino, que nos dice que es “un martirologio en sentido amplio” en el que resume del modo más completo posible la peripecia de todos los sacerdotes y seminaristas relacionados con la diócesis de Madrid-Alcalá que fueron víctimas de la persecución del siglo XX y reconoce que al tratarse de una obra pionera, no es una obra perfecta ni siquiera próxima a serlo. El volumen editado en pasta dura consta de 842 páginas incluyendo los apéndices, y de exposición propiamente dicha 693 . La textura del papel agradable y el tamaño de letra adecuado. La lectura de este tipo de obras exige un planteamiento adecuado . No valen prisas. Papel y lapicero en mano y un ritmo de lectura de cinco biografías diarias, a pesar de que éstas son muy dispares, según la documentación y trayectoria de cada uno – diferentes edades y diferentes ejecutorias personales, desde el típico párroco rural hasta el teólogo y articulista de periódico...-. Leído el libro y las notas tomadas, escribo estas letras. 

El trabajo era arduo y el tema escabroso, desagradable: la persecución religiosa de los años 30 en España.  Algo incomprensible en la España actual, pero del pasado reciente . Hechos reales, que ocurrieron en nuestras calles, llámense calle Viriato, Velázquez, Puerta del Sol, Bravo Murillo, General Ricardos, Lagasca, Narváez, La Moncloa/Bellas Vistas, De la Paloma, Alcalá, Almagro, o en lugares con connotación literaria como el Pozo del Tío Raimundo (Vallecas),El Pozo de La Lagarta, La Piedra del Mochuelo, Fuente del Gazapo, “Los Arroyuelos”, “Los Pontones”, Alto de la Venta del Cojo…Hechos de violencia inusitada, inhumana como el cuerpo de aquel joven sacerdote de 36 años cuyos “verdugos se habían ensañado con él, pues presentaba la cabeza y los pies separados del cuerpo”, o aquel otro que narra que el segundo “tren de la muerte”, que trasladaba a 255 prisioneros desde Jaén a Alcalá de Henares, fue detenido en la estación de Santa Catalina, en el Pozo del Tío Raimundo y fueron ametrallados 196 personas …Miserias humanas como las denuncias de vecinos, sirvientas, hermanos , cuñados o el cínico y cruel episodio de aquel alcalde que pone en libertad a un joven sacerdote de 24 años y a su padre, indicándoles que fueran hacia la Estación y luego mandó en su busca a los milicianos; pero a pesar de tanta miseria, de tanto odio y violencia, de sus páginas no sale sangre, ni rencor, sino incienso, paz, tranquilidad , fruto quizás principal  de la finalidad del libro que no es otro que el perdón, la comprensión, la enseñanza, el encuentro, y a lo que ayuda de manera accesoria el plan de lectura. Todo ello dentro del máximo respeto a los hechos- no hay justicia sin verdad- y donde se concluye que el hombre es capaz de la máxima perfección, de la máxima bondad, y de la máxima degeneración y maldad. Nos corresponde a cada uno escoger, para eso Dios nos concedió la libertad. Yo sólo pido que no sembremos ni alimentemos odio, y lo hacemos siempre que recurrimos a mentiras, medias verdades o calumnias. Las consecuencias ya las conocemos, por aquel dicho tan clásico de quien siembra vientos, recoge tempestades.

 Este es el relato de unos hechos, ocurridos en Madrid y que son una muestra o anticipo de lo que fue la persecución religiosa en España cuyo balance arroja los sangrientos datos citados en la introducción del volumen :Asesinados 12 obispos, 4.200 sacerdotes y seminaristas, cerca de 3.000 religiosos, decenas de miles de laicos comprometidos. ¡Todo un horror del pasado reciente! Leído lo expuesto es oportuno recordar aquello de que quien esté libre de pecado, tire la primera piedra. ¡Que nunca vuelva a repetirse es responsabilidad de todos! 


                                   José Antonio Noval Cueto.






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