lunes, 9 de noviembre de 2020

“ A mi perro Pluto”




 Tengo que confesaros que nunca pensé dedicar unas palabras a mi perro Pluto, fallecido de manera imprevista hacia ya doce años, pero los acontecimientos vividos este último verano y unas disposiciones recientes del Ayuntamiento de Gijón me animan a ello, y es que además no sería el primero que lo hiciera, ya que plumas más ilustres que la mía les han hecho protagonistas de sus escritos, baste citar a Cervantes, Jack London, Antonio Gala…

 Mi perro Pluto , cocker spaniel inglés, color canela, llegó de manera ocasional y fortuita a mi casa, en forma de boleto de fiesta, en los inicios del verano de 2003 y tuvo como residencia la casa del pueblo, en Traspando. Allí vivió de manera confortable, silenciosa , feliz y con descendencia hasta que la mala suerte en forma de accidente hizo que el collar del cuello, una noche de mal sueño, le ocasionase la muerte, en el invierno del 2009, en el enorme recinto- antigua cuadra- , debajo de casa . donde dormía. Era siempre el primero que nos recibía y el último que nos despedía, y en sus ladridos mostraba la alegría de la llegada y la tristeza de la marcha. Sus recuerdos marcan positivamente la infancia de mis hijos. Ni que decir tiene que sentimos su muerte. Nunca otro perro ocupó su lugar. 

Hoy, pasados casi doce años, y para quienes somos de la generación del televisivo perro Rin-Tin-Tin, las cosas se han ido complicando más y es que el número de mascotas ha ido creciendo exponencialmente – por ejemplo Gijón tiene un censo de 34.745 perros-, pero no su responsabilidad, de modo que no siempre es fácil compatibilizar el bienestar humano y el animal, y han surgido conflictos que ha requerido la presencia policial, y creo que muchos dimanan de la negligencia en el cumplimiento de las obligaciones que tiene que asumir todo dueño responsable de las que hay dos básicas: recogida de excrementos y limpieza de orines, que por desgracia no siempre se cumplen y generan conflictos y perjuicios innecesarios, y basta para ello fijarse en las esquinas de algunas fachadas de edificios teñidas por la urea canina o en las deposiciones que uno se encuentra cuando menos lo piensa, y todo eso sin pensar en el trabajo añadido que tienen que realizar los servicios de limpieza.

 Este verano atípico, temeroso y triste - el verano del Covi- he sido testigo de dos hechos que avalan mi preocupación o deseo de compatibilizar el bienestar humano y animal. Uno, en un área recreativa, próxima a Gijón, presencie como una persona aparca su coche, baja sus dos enormes perros, los suelta por el área y a una persona que paseaba por la zona leyendo el periódico uno de los perros se le acerca, le olfatea y cuando menos lo espera le pone las patas sobre las perneras de sus limpios pantalones. Voces, llamadas al dueño y cuando éste llega con cara de susto, le pide un perdón rutinario, y cuando el afectado le recrimina por soltar los perros, responde que no hacen nada, que son perros. El siguiente episodio tuvo lugar en el campo San Francisco de Oviedo. Una joven lleva su perro atado, cruza la calle Santa Cruz y apenas meterse en el campo, le suelta y el perro olfatea y persigue a un paseante; afortunadamente en este caso, de ahí no paso. Yo me pregunto si hay una zona exclusiva para los perros, ¿por qué no esperó a llegar allí? Suele decirse que el nivel cultural de una nación se revela en el cuidado y trato que se tiene hacia los animales, pero esto no debe ser en detrimento del bienestar humano, auténtico dueño y protagonista de la Creación, pero desde la máxima responsabilidad y respeto, y a esto estamos llamados todos. Recientemente el Ayuntamiento de Gijón ha aprobado unas medidas que van en esa dirección. A modo de anécdota y como mero dato curioso las Ordenanzas de mi Ayuntamiento penalizan con trescientos euros a quien mee en la vía pública; a los perros, no y tiene su lógica, pero al menos que higienicen sus meadas.

 Estas son los ruegos que me envía Pluto un día como hoy. Nos necesitamos: ¡Ayudémonos!¡Hagamos posible el bienestar de todos!

                          
                                             José Antonio Noval Cueto



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