Estas palabras que escribo son una deuda pendiente que tengo
contraída con una de las personas más
destacadas y sobresalientes del siglo XX, que entre otros muchos méritos tiene
uno que le hace singular y que produce asombro con solo leerlo, y es que fue
tal su amor, su caridad y su generosidad con el prójimo, que en momentos límite
e inhumanos como era la vida en un campo de concentración, fue capaz de
cambiar, de canjear y entregar su vida, “la de un anciano de 47 años”, como él
decía, - hoy diríamos la de una persona en su madurez y plenas facultades- por
la de un desconocido padre de familia que había sido elegido para morir de sed
y hambre en el campo de exterminio de Auschwitz, junto con otras nueve personas
más elegidas al azar , en venganza y represalias por la huida de un preso.
Actos o conductas de este nivel escasean, por no decir no abundan, casi no
existen, y la Inmaculada lo hizo posible en la persona de San Maximiliano
Kolbe, ya que como el mártir reconoce.” Por Jesús soy capaz de padecer más,
pues la Inmaculada está conmigo y me ayuda” …”En la Inmaculada todo lo puedo”
Y es que estas palabras no son meras locuciones pronunciadas
en un momento de desesperación, sino que vienen avaladas por hechos. El padre
Kolbe fue creador de la asociación piadosa “Milicia de María Inmaculada”; fundó
en la ciudad de Teresín, cerca de Varsovia, el convento franciscano de “Neipokalanow”
o “Ciudad de la Inmaculada”, y en difíciles circunstancias como era la II Guerra
Mundial reeditó la revista de “El caballero de la Inmaculada”, con la intención
de llevar paz y esperanza en situaciones terribles y desesperadas
Todos los años el día 14 de agosto, víspera de la Asunción,
festividad de San Maximiliano Kolbe mi cabeza, desde la admiración asombrosa,
intenta imaginar y recrear aquellas trágicas escenas de vejación y muerte, y
más ahora que se cumplieron 75 años de
la Liberación del campo de concentración de Auschwitz o ‘campo de la muerte’ y cuando
nuevamente vivimos una situación agónica
y desesperanzada que nos va a obligar a
celebrar una Navidad, la del 2020, marcada por las prescripciones, prudencias y el temor, pero eso sí, sin renunciar a la
alegría que trae el Niño-Dios, base de nuestra fe.
En estos momentos que escribo estas palabras el Cuerpo de
Infantería, con los protocolos adecuados, rinde homenaje a su Patrona y Patrona
de España, la Inmaculada Concepción; Paraguay implora protección a su patrona,
la Virgen de Caacupé, y muchos sacerdotes se las ingenian como pueden para
llevar su prédica a sus fieles, y es que la solemne ocasión lo pide, es la
Inmaculada, y estamos en Adviento. Así,
gracias a los medios digitales, he podido seguir las certeras y medidas
homilías, de poco más de cinco minutos, que mi amigo Don Carlos, dirigía a las
familias de su colegio con motivo de la novena de la Inmaculada, y me recuerdan
que para preparar la venida del Señor debemos acudir a su Madre, a María, la
esclava del Señor , la que confirma nuestra fe y alienta nuestra esperanza, la
que es causa de nuestra alegría y que para estar alegre – en tiempos tan
funestos y aciagos como los que vivimos-
tenemos que olvidarnos un poco de nosotros mismos, abrirnos a los demás y
evitar que la tristeza dañe y lapide nuestro corazón, y es que como muy bien dice Santo Tomás de
Aquino “la alegría es el primer efecto del amor”, y es que para ser feliz como
dice San Josemaría Escrivá solo se necesita un corazón enamorado; por favor, no
confundamos felicidad con sofá.
De todo esto y de mucho más da cumplida referencia San
Maximiliano Kolbe, no hace mucho preso nº 1670 de Auschwitz, en plena Navidad
de guerra, año 1939, cuando decía “conquistemos para la Inmaculada todos los
corazones. Que la Inmaculada esté contenta. Vivamos de amor”, y es que como él
decía “En la Inmaculada todo lo puedo”.
Figuras y trayectorias de tanta fe y coherencia, de tanto
heroísmo y humanidad como la del Padre Maximiliano Kolbe no pueden quedar en el
olvido, en el silencio cómplice, y la Inmaculada , en el día de su festividad, sabedora
de la deuda de admiración y asombro que tengo contraída con su fiel devoto, el
Padre Maximiliano Kolbe, me ha alentado a escribir estas letras que sé que no logran, ni con mucho, reflejar
la excepcionalidad del fraile franciscano, pero evitan el olvido y alientan a
pensar que si otros lo han logrado, nosotros también, y es que como muy bien
decía el padre Kolbe: ”La Inmaculada está conmigo y me alienta”.
José Antonio Noval Cueto.
PD: “…Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida
de sol, con la luna bajo los pies, y sobre la cabeza una corona de doce
estrellas” (Apoc.12)
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