domingo, 31 de enero de 2021

“Pan y escuelas…”

Tras el desastre que supuso para España la pérdida de nuestro imperio  colonial (Filipinas, Puerto Rico y Cuba) y la ruina y desencanto que trajo para la ciudadanía, un grupo de intelectuales llamados “regeneracionistas” veía que la solución al endémico problema de España dependía de :pan y escuelas, o dicho de otro modo trabajo, actividad económica y educación, progreso social…

Todo el siglo XX se imbuyó de esta filosofía y todos los gobiernos, de diferentes concepciones ideológicas, han apostado fuerte por la educación, con mayor o menor fortuna, aunque, por desgracia, la educación, materia que no incide en los resultados económicos de un país de manera inmediata, ha sido campo de batalla desde siempre, y más desde que se inició la Transición, como lo avalan la promulgación de ocho leyes orgánicas desde 1980 hasta la actualidad, con la reciente promulgación de la llamada “Ley Celaá” o la “LOMLOE”. Ni que decir que tanto cambio de leyes no es bueno ni aporta la necesaria estabilidad al sistema y genera desconcierto en la clase docente que no llega a comprender como de una vez por todas no se llega al necesario y ansiado Pacto de Educación; y, desconcierto, en el ciudadano, que no entiende que no se pueda llegar a un acuerdo de mínimos, que pasa, queramos o no, por la calidad y por el respeto a nuestra manera de ser,  sentir y vivir.

Y esto no se puede improvisar y menos inventar. El qué somos y cómo somos no es fruto de un día, un año, un siglo. Es fruto de toda una tradición legendaria que se abastece del humanismo grecolatino y de la cultura cristiana; a partir de ahí, vienen otras aportaciones- como la árabe …- que en mayor o menor medida han ido conformando lo que somos y nos guste o no, lo que seremos. Si alguien lo pone en duda que patee calles, ciudades, pueblos de España y hallará la respuesta. Nada más lejos del actual adamismo que cree erróneamente que las aportaciones del presente se deben sólo a ellos mismos, al presente y nada al pasado. Confusión que genera esta cultura de lo vano y volátil, del recambio y reciclaje, de lo liquido y variable , del usar y tirar,  que se refleja en las conductas de muchos,  y  en el poco respeto a la verdad , a la ley – alentados en estos tiempos de populismos- y en la primacía del bien personal sobre el bien común, como ha quedado recientemente evidenciado en las fraudulentas vacunaciones .

 Esta es la situación en la que nos encontramos y que afecta a muchas generaciones, especialmente las más jóvenes, que todo lo cuestionan, que todo lo banalizan y sólo buscan la utilidad inmediata , rápida y placentera.  La cultura del interruptor. Como si no fuera práctico saber quiénes somos, qué somos y qué queremos ser, cuál es mi proyecto vital… Como si no fuera necesario saber que hay penas y alegrías,   rosas y espinas y que sin voluntad , esfuerzo y renuncia no se llega a la meta, y a veces, por desgracia, ni aún así.

 Hoy,  por muchas circunstancias y avatares personales, hay muchos jóvenes sin proyecto, sin mochila de viaje para todas las edades, ya para la juventud, ya para la vejez,  y esto nos debe preocupar a todos, pues el vacío no construye, no arropa, no motiva y las consecuencias trágicas son de todos conocidas. De todo se deduce que no basta con saber matemáticas, física, astronomía, lo principal es ser persona, y últimamente hay problemas para lograrlo…¿Por qué?...Cada uno sabrá…

Hoy, desde la Constitución de 1812 y después de  la Ley Moyano de Instrucción Pública de 1857 a la actualidad , uno ha llegado a la conclusión que el principal ingrediente que debe contener y respetar toda ley educativa es el amor, algo que no debe sorprender en una cultura cristiana como la nuestra- en la que el amor es su fundamento principal- y esto lo he aprendido al contemplar la alegría e ilusión que ponía en sus clases Raúl al saber que sus padres seguían queriéndose.

Hoy, onomástica de San Juan Bosco, aquel de quien el Papa Pío XI dijo : “En su vida, lo sobrenatural se hizo casi natural y lo extraordinario, ordinario”, me permito recordarle a la ministra Sra. María Isabel Celaá que los primeros y principales educadores son los padres, y a estos se les debe escuchar y ayudar.  

 

                                 José Antonio Noval Cueto.




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