Tras el desastre que supuso para España la pérdida de nuestro
imperio colonial (Filipinas, Puerto Rico
y Cuba) y la ruina y desencanto que trajo para la ciudadanía, un grupo de
intelectuales llamados “regeneracionistas” veía que la solución al endémico
problema de España dependía de :pan y escuelas, o dicho de otro modo trabajo,
actividad económica y educación, progreso social…
Todo el siglo XX se imbuyó de esta filosofía y todos los
gobiernos, de diferentes concepciones ideológicas, han apostado fuerte por la
educación, con mayor o menor fortuna, aunque, por desgracia, la educación,
materia que no incide en los resultados económicos de un país de manera
inmediata, ha sido campo de batalla desde siempre, y más desde que se inició la
Transición, como lo avalan la promulgación de ocho leyes orgánicas desde 1980
hasta la actualidad, con la reciente promulgación de la llamada “Ley Celaá” o
la “LOMLOE”. Ni que decir que tanto cambio de leyes no es bueno ni aporta la
necesaria estabilidad al sistema y genera desconcierto en la clase docente que
no llega a comprender como de una vez por todas no se llega al necesario y
ansiado Pacto de Educación; y, desconcierto, en el ciudadano, que no entiende
que no se pueda llegar a un acuerdo de mínimos, que pasa, queramos o no, por la
calidad y por el respeto a nuestra manera de ser, sentir y vivir.
Y esto no se puede improvisar y menos inventar. El qué somos
y cómo somos no es fruto de un día, un año, un siglo. Es fruto de toda una
tradición legendaria que se abastece del humanismo grecolatino y de la cultura
cristiana; a partir de ahí, vienen otras aportaciones- como la árabe …- que en
mayor o menor medida han ido conformando lo que somos y nos guste o no, lo que
seremos. Si alguien lo pone en duda que patee calles, ciudades, pueblos de
España y hallará la respuesta. Nada más lejos del actual adamismo que cree
erróneamente que las aportaciones del presente se deben sólo a ellos mismos, al
presente y nada al pasado. Confusión que genera esta cultura de lo vano y
volátil, del recambio y reciclaje, de lo liquido y variable , del usar y tirar,
que se refleja en las conductas de
muchos, y en el poco respeto a la verdad , a la ley –
alentados en estos tiempos de populismos- y en la primacía del bien personal
sobre el bien común, como ha quedado recientemente evidenciado en las
fraudulentas vacunaciones .
Esta es la situación
en la que nos encontramos y que afecta a muchas generaciones, especialmente las
más jóvenes, que todo lo cuestionan, que todo lo banalizan y sólo buscan la utilidad
inmediata , rápida y placentera. La
cultura del interruptor. Como si no fuera práctico saber quiénes somos, qué
somos y qué queremos ser, cuál es mi proyecto vital… Como si no fuera necesario
saber que hay penas y alegrías, rosas y
espinas y que sin voluntad , esfuerzo y renuncia no se llega a la meta, y a
veces, por desgracia, ni aún así.
Hoy, por muchas circunstancias y avatares
personales, hay muchos jóvenes sin proyecto, sin mochila de viaje para todas
las edades, ya para la juventud, ya para la vejez, y esto nos debe preocupar a todos, pues el
vacío no construye, no arropa, no motiva y las consecuencias trágicas son de
todos conocidas. De todo se deduce que no basta con saber matemáticas, física,
astronomía, lo principal es ser persona, y últimamente hay problemas para
lograrlo…¿Por qué?...Cada uno sabrá…
Hoy, desde la Constitución de 1812 y después de la Ley Moyano de Instrucción Pública de 1857 a
la actualidad , uno ha llegado a la conclusión que el principal ingrediente que
debe contener y respetar toda ley educativa es el amor, algo que no debe
sorprender en una cultura cristiana como la nuestra- en la que el amor es su
fundamento principal- y esto lo he aprendido al contemplar la alegría e ilusión
que ponía en sus clases Raúl al saber que sus padres seguían queriéndose.
Hoy, onomástica de San Juan Bosco, aquel de quien el Papa Pío
XI dijo : “En su vida, lo sobrenatural se hizo casi natural y lo
extraordinario, ordinario”, me permito recordarle a la ministra Sra. María Isabel Celaá que los primeros y principales
educadores son los padres, y a estos se les debe escuchar y ayudar.
José Antonio Noval Cueto.
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