En un artículo reciente sobre los cincuenta años del
Instituto de Lugones recordaba que quienes tuvimos el privilegio de inaugurar
el centro habíamos vivido allí una experiencia singular, pedagógica, humana que
no debe olvidarse y que puede servirnos para reflexionar sobre la situación
inestable que vive nuestro sistema educativo y el tipo de educación que reciben
nuestros alumnos. Desconozco el número de alumnos que iniciamos el curso
1970/71 en el Instituto, pero creo no equivocarme si digo que la mayoría de los
alumnos que iniciamos quinto de bachillerato, ya por la rama de Letras o de
Ciencias, éramos alumnos oyentes, casi libres, no oficiales, que teníamos un
grupo pendiente del temido examen de Reválida de 4º de Bachillerato. La mayoría
del alumnado que venía de Oviedo, un autobús de Traval, tenían ese
problema, y fue precisamente la solución o el intento de darle solución lo que facilitó
la puesta en marcha del Instituto, y en ello tuvo mucha responsabilidad o casi
toda la directora doñas Marí Paz Merino García-Ciaño, ya que creo que esta singular situación sólo se dio en el Instituto de Lugones y el
problema no se solventó hasta el examen
extraordinario de Reválida de 4º, de marzo de 1971, que permitió a muchos , entre
los que me encuentro, pasar a la categoría de alumno oficial , al superar la prueba
de reválida. De octubre a marzo seguimos el ritmo de trabajo de quinto curso y
al mismo tiempo preparando el examen de reválida pendiente, que era nuestra
prioridad, pues de no superarlo, no seríamos alumnos oficiales de quinto y
perderíamos la condición de tales.
La prueba de selección era tan dura que en el colegio donde
cursé cuarto, había dos clases y después de la reválida, quedaba una sola. Un cincuenta
por ciento del alumnado repetía, dejaba de estudiar o algunos iniciaban los
estudios de oficialía o maestría industrial. Ahora, cuando escribo estas letras
me vienen a la cabeza cantidad de amigos y compañeros que desesperados se
vieron injustamente obligados a dejar de estudiar y buscar un encaje en el
mundo laboral. Iniciábamos los años 70, en pleno franquismo y la exigencia y
autoridad estaba en todos los ámbitos de la vida española. Estábamos en pleno
auge de la educación exigente, recuérdese incluso la dificultad de los exámenes
de ingreso de Bachillerato. Se respetaba y veneraba al padre, profesor, sacerdote y al sargento de la Guardia Civil y demás
agentes… aunque ya, poco a poco, empezaban a vislumbrarse cambios de costumbres,
hábitos, conductas, y uno de los canales
que los introducía era la música, especialmente la música inglesa (Beatles,
Rolling…) y , a mediados de los 70, los cantautores y sus canciones protesta.
Suelo decir que hay un antes y un después del Instituto de
Lugones y es que antes no todos podían cursar el bachiller- no había dineros- y
si lo intentaban, ayudados por un profesor experimentado o una Academia
especializada como la Academia San José de Lugones , se examinaban como alumnos
libres de cada asignatura, a un solo examen , en junio, y ante un profesor que
desconocían y con poco miramiento. Y de este modo, trabajosamente, iban
superando, de lágrima en lágrima, asignatura por asignatura.
Hoy afortunadamente, más de cincuenta años después, la
situación ha cambiado totalmente. Estamos en pleno auge de la educación
comprensiva, no exigente, que permite que el alumno arrastre asignaturas
suspensas y seleccione los contenidos que le interesen. La educación llega a
todos, no hay reválidas y más del 93% de los alumnos superan la EBAU. Hoy hay
más recursos económicos, pedagógicos y más medios, Wikipedia, internet, televisión;
antes los pocos libros de la Biblioteca y los libros económicos de Austral y de
RTV, con papel áspero , algo de radio y la televisión del chigre.
Es cierto que han cambiado las circunstancias que puedan
justificar estos hechos-autoridad/comprensión- pero ¿hasta el extremo que dé la
impresión que antes éramos tan torpes y ahora tan listos? ¿Estamos en el buen
camino? Si es así, ¿por qué tantos cambios legislativos en educación? Alguien
tendrá que explicárnoslo, y es que como decía Clarín “con estudiantes mal
preparados, no se puede trabajar con serios resultados en la enseñanza superior”.
Hecha esta pequeña reflexión casi obligada por las
circunstancias, no quisiera concluir
estas letras sin reconocer que aquel
grupo de alumnos de quinto de bachillerato no hubiera logrado los objetivos que
se propuso si no hubiera encontrado unos profesores humanos, comprensivos, motivadores hasta el punto de confiar en nosotros
y en nuestras posibilidades, y todo ello dentro de un ambiente de respeto y
amistad. ¡Ejemplos como este no abundan! ¡Que quede constancia del camino a
seguir!, y es que si no tengo amor, no soy nada. ¡Muchas gracias a todos ellos
y en especial a nuestra directora doña Marí Paz Merino García-Ciaño!
José Antonio Noval Cueto.
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