Cuando el Estado protector ha estado a punto y siempre que
pueda lo va a intentar, de imponer y llegó a decir que “los hijos son suyos”,
muchos colectivos de familias y profesores han recordado la elemental verdad de
que los hijos son de los padres, de sus familias, y así lo han hecho valer y
así lo demuestran con sus renuncias y sacrificios ; también el sector docente
ha dicho, afirmado y demostrado que los primeros y principales responsables de los hijos son los
padres, y que según el grado de compromiso de éstos depende, en gran manera , la potencialidad de
sus hijos y su futuro. Siempre se ha dicho que una infancia feliz es el mejor
pasaporte para el porvenir, y como tal la debemos cuidar y proteger.
Los padres tiene una responsabilidad que es suya, que deben
cuidar y velar: la educación y formación de sus hijos, su integración en la
sociedad. Quien más y quien menos sabe las dificultades que esto supone y más
en una sociedad del marketing, del consumo, donde lo que importa es vender, al
precio que sea, y donde la mentira tiene su trono. No todo vale y eso debemos
hacérselo saber, es nuestra obligación de padres, así como evidenciar nuestra
manera de ver y de vivir la vida, nuestro programa y estilo de vida. No podemos
hacer dejación de funciones mientras estén bajo nuestra tutela.
La mente de nuestros
hijos tiene su límite de capacidad, de memoria de contenidos. No lo lleva todo,
debemos seleccionar, marcar las prioridades. ¡Cuántas temáticas innecesarias
atiborran, adormecen sus cabezas si
dejamos que la televisión y las redes sean sus prioritarias herramientas de
trabajo! Tenemos que diferenciar entre instrucción y
formación, ya que este mundo
tecnológico que se nos pone de modelo, prima lo inminente y el disfrute del
momento, no entra en disquisiciones sobre el pasado o sobre el futuro, prima la
instrucción, el aprendizaje de aquellas asignaturas que ayudan a ser buenos profesionales como matemáticas,
física, química, informática, robótica…con ser necesarias para el momento que
vivimos, pero se olvida o infravalora aquellos contenidos que ayudan a ser buen
ciudadano, buen español; aquellas
asignaturas que pertenecen al bloque de la ‘formación’, llámense literatura,
historia, filosofía, religión, moral, ética… y esto está generando un vacío
existencial que si algo crea es desesperación, desconfianza, desgana, apatía...
Ya no se habla de verdad, ya no se diferencia el bien del mal, y palabras como solidaridad,
caridad, ayuda, acogida, tolerancia, respeto son solo eso, palabras…y el
progreso se reduce a meros planteamientos u objetivos económicos centrados en
“mi progreso”; del progreso moral, verdadero motor de personas y pueblos, no se
habla. Llegado a este punto quiero felicitar a toda la Corporación de Siero,
porque en el último pleno de setiembre se aprobó una Carta-Moción presentada
por el PP, de apoyo y ayuda a los vecinos de la Palma, de la que tan
necesitados están en estas penosas circunstancias, e indicarles que no están
solos, que nos preocupa su doloroso presente y su incierto futuro.
Estamos sembrando el planeta de “yos”, y sus consecuencias
son nefastas. La explotación de sentimientos va a más, y el desencanto y la
desilusión también, véase el trato que dispensamos a nuestros mayores, que si
en otras épocas estaban rodeados de veneración, admiración y respeto; hoy se
han convertido en problema, incomodidad, obstáculo, abandono y hasta desprecio.
La única solución que hemos arbitrado es
que se mueran pronto o que no nazcan …¿Nos preocupamos del lobo y no del
abuelo? Y a esto se le llama progreso?
Va siendo hora de poner las cosas en su sitio. El ser humano
necesita pensar, pero también sentir. Necesita instrucción, pero también
formación. Necesitamos buenos profesionales, pero también buenos ciudadanos,
buenos padres de familia, buenos hijos... No podemos excluir lo uno de lo otro,
o sino pagaremos las consecuencias, y algo de eso nos está pasando ahora, cuando
primamos a la razón sobre los sentimientos, y las causas las conocemos todos:
abandono, desprecio, tristeza, desesperación.
A la hora de hacer balance de la formación recibida a lo
largo de mi vida – el proceso de formación, de ser mejor persona, no termina
nunca- tienen un lugar preferente las actividades de mi infancia y juventud en
mi parroquia San Félix de Lugones, donde recibí mi catequesis de primera
comunión, mi confirmación, y donde regularmente participe en las diferentes
actividades culturales que organizaba la parroquia(Don Jesús y su coadjutor Don
Alfonso que me enseñó la poca música que sé, don Julio, don José María y sus
charlas semanales) que alentaron mi vocación y favorecieron mi compromiso como
creyente y ciudadano. Estas actividades facilitaron la convivencia y
comunicación de todos nosotros, y todavía hoy, después de muchas décadas, los
que quedamos de ese grupo de amigos, nos reunimos y recordamos con gozo la
época vivida y la importancia que ha tenido en nuestro desarrollo personal.
Iglesia y cultura siempre han ido de la mano, recordemos la fundación de las
universidades en la Eda Media, los orígenes del teatro o las muchas actividades
culturales que hacen las diferentes parroquias… como la que en su día hizo Orihuela(Alicante) que permitió que Miguel
Hernández fuera poeta, gracias a la ayuda de su amigo Ramón Sijé, y el mejor
testimonio es su “Elegía a Ramón Sijé” o llanto por su muerte. Una de las
mejores poesías escritas en castellano sobre la amistad.
Escribo estas letras ahora que se reanuda la catequesis en
las diferentes parroquias de nuestro Principado y en la Pola, después de la
Pilarica, para recordar la importancia que la misma tiene en el desarrollo del
niño - la cultura española no se puede entender y comprender sin reconocer la
importancia de la religión católica- y especialmente para sabernos hijos de un
Padre que nos ama y nos protege. ¿Qué sería de nosotros sin Padre? El vació ni
crea ni ampara; olvida, desprecia…
José Antonio Noval
Cueto.
P:D “ Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra
que ocupas y estercolas,
compañero del
alma, tan temprano…
Tanto dolor se
agrupa en mi costado,
que por doler
me duele hasta el aliento…”
(Elegía a
Ramón Sijé)
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