En tiempos que el exceso de información produce
desinformación, en tiempos que todo puede ser objeto de consumo dependiendo del
momento, más que de la calidad y autoría, no tiene que sorprendernos que sea
difícil encontrar la buena película que merece ser visionada, la canción cuya
música y letra, debidamente enlazadas, deba ser oída y convertirse en
referencia identitaria de una generación o el libro que deba ser leído, en un
país que cada año edita más de 80.000 títulos nuevos y en el que la crítica
está más condicionada por los interés pecuniarios o por el aperitivo de la
mañana, que por la serena y seria reflexión, que alerte y avise de los bodrios
que se exponen a la venta, y si a todo esto sumamos el desprestigio de las Humanidades
y el retroceso de las mismas – se
cuestiona la enseñanza de la Filosofía, la Historia y las Clásicas en situación
comatosa- podemos darnos cuenta de la situación de abandono humano que se
cierne sobre nosotros, hasta el extremos que empieza a hablarse de una
dicotomía entre hombre humano y ente técnico, que de seguir en la progresión en
que estamos puede poner en peligro la propia humanidad, pues da la impresión
que va a tener más impulso y apoyo la
inteligencia artificial que la humana, y el día que ocurra eso, pongámonos a
temblar. Se abre la veda para todo tipo de aberraciones. Hay personas que han
puesto fecha de caducidad al Humanismo, a la cultura del libro y su creación.
Pero de momento sigue habiendo Casas de Cultura que cumplen
esa importante misión de favorecer y facilitar la lectura de aquellos libros
que el usuario, en el libre ejercicio de su libertad, escoge, con mayor o menor
acierto. En la de Pola, que es a la que acudo, tiene su sección de novedades en
la margen izquierda del mostrador donde se gestiona el préstamo de libros,
y suelo consultarlo antes de aplazar o
coger un nuevo libro. Recientemente por ese procedimiento he leído el libro de
Pedro J.Ramírez, “Palabra de director”,
que me hizo recordar los difíciles momentos vividos en la Transición, y el
servicio que entonces hizo la prensa en la instauración y defensa de la
libertad y de la democracia, y todo ello expuesto en un estilo ágil, ameno.
Hace unos días ,creo que el pasado 9 de enero, “La Nueva
España” informaba que los libros más leídos en las bibliotecas de Siero fueron
dos: “Aquitania”, premio Planeta de 2020,”thriller histórico “, ambientado en
el siglo XII, de la autora Eva García Saénz de Urturi , y el “Libro de Greg”,
serie de libros infantiles y juveniles, profuso en ilustraciones y con una
disposición del texto que hace muy agradable su lectura, y como ingrediente
básico la acción, la aventura.
Siempre he defendido que cualquier procedimiento es bueno
para acercarse a la lectura. Hemos sido muchos los que pasamos del Capitán
Trueno, del Jabato ,de Hazañas Bélicas o de las novelas del oeste a leer a
Víctor Hugo, Palacio Valdés, Clarín, Pío Baroja, Dolores Medio…y una vez dado
el salto, continuamos por ese camino en busca de una Literatura de calidad, que
nos ayude a conocernos y conocer la sociedad que nos rodea. Y a todo esto hemos
de recordar que la lectura cumple tres objetivos básicos en el desarrollo de la
persona humana, si de verdad creemos en ella, nos potencia la curiosidad, el
sentido crítico y nos hace más libres, que no es poco, en estos tiempos opacos
y uniformes que vivimos.
Por último , ahora que tanto se reivindica lo autóctono, lo
nuestro, no vendría mal que conociéramos la narrativa breve de Clarín, o la
injustamente olvidada prosa de Dolores Medio, cuyo “Nosotros, los Rivero”,
debería ser lectura obligada , una de nuestras mejores prosistas, o los cuentos
bien narrados de Luis Fernández Roces, escritor sierense, natural de
Carbayín…¡Que la lectura vaya a más!
No quisiera acabar estas letras sin antes expresar mi testimonio de gratitud y
consideración a una de esas personas que más ha hecho por la difusión cultura
en Pola de Siero, Don Claudio Ornia Ordiales, que ayer, 11 de febrero, festividad
de la Virgen de Lourdes, emprendió camino hacia la casa del Padre. Una de esas
personas que dejan huella por su generosidad – siempre estaba disponible para
cualquier contingencia o imprevisto- por su entrega, por su cercanía – su
sonrisa, su franca conversación, su ayuda- . Era una de esas personas que
siempre que lo encontrabas te hacia agradable la vida. ¡Muchas gracias por todo,
que ha sido mucho, y especialmente por
esa positividad que nos transmitías! Contigo se hacía realidad aquel anuncio de
mi infancia que decía: “Su presencia siempre agrada” ¡Descansa en paz, que bien
merecido lo tienes! Un abrazo
José Antonio
Noval Cueto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario