domingo, 17 de noviembre de 2024

“Hombres que tengan conciencia…”("La Nueva España Digital de Siero, 17-XI-2024")

Hace ya muchos años, allá por los años treinta del siglo XX, un martes de Pola, una joven de Lieres, de compras por la villa,  en época electoral,  escuchó  al político valdesano Don Álvaro de Albornoz unas palabras que a sus hijos solía repetirnos y que decían: “No sirve subir al poder hombres de mayor o menor inteligencia, lo que se necesita son hombres que tengan conciencia”… Palabras  que con el paso de los años y con los acontecimientos que agitan esta Nación de Naciones,- que algunos se han inventado para favorecer apoyos, abusos y prebendas -, me vienen a la cabeza y más después de estas inundaciones, riadas, gota negra que ha evidenciado la gran categoría moral del pueblo español y la indigencia moral de sus dirigentes políticos, que refleja muy bien esta viñeta de Neto que dice: “Visto lo visto, ¿”Por qué no dejamos la política en manos de los voluntarios?”. La política, la buena política, la nueva política que diría Ortega, fue la solución a los problemas de España, allá por la Transición, que favoreció la creación de una de las épocas de más esplendor, crecimiento y tolerancia de nuestro país. Hoy, casi cincuenta años después, la política es el problema y los hechos recientes lo demuestran.

Hace ya muchos años, a finales de los años setenta del siglo XX, cuando las siglas de algunos partidos tenían el aval de inmunidad, los delegados de la Facultad de Filosofía y Letras de Oviedo hicieron gestiones para contratar la actuación de un cantautor de renombre- omito citarlo-  que resultaron infructuosas dadas las exigencias del mismo que pedía hotel con habitación que no diera a patio con ruidos y una elevadísima cantidad de dinero.  Episodios como éste hacen madurar a uno y bajar del guindo. Siempre he pasado de etiquetas, del “si yo te contará” tan utilizada por los políticos y me centro en las personas -ya San Juan Pablo II decía que el auge o declive de una ideología dependía de las personas-, en los hechos, y como instrumento de trabajo la búsqueda de la verdad, que existe, que se palpa, que se ve, por muchas mentiras y bulos que interesadamente se propaguen. La verdad, como decíamos en nuestros juegos infantiles, siempre “rescampla”. Los tejados de vidrio tienen poca consistencia y ejemplos tenemos a diario. Hace unos días un destacado columnista, cual si fuera el mítico alcalde de Móstoles de la francesada, pedía que la sociedad civil se movilizase, que despertara, que está en peligro nuestra propia subsistencia. Hay motivos para el desánimo, incluso provocado por los tacticismos del poder, pero no debemos bajar la guardia. Debemos reaccionar, pedir explicaciones y responsabilidades. Exigir. ¡Que muchos de los que nunca han fichado en su trabajo sepan lo que vale un peine! El gratis no existe, siempre tiene precio.

Llevamos años de tensión institucionalizada más que de gestión administrativa y esto tiene su reflejo en multitud de aspectos de la vida diaria, pero especialmente en el apartado del mantenimiento de todo lo que tenemos y nos es necesario: carreteras, vías del tren, túneles, edificios, parques, saneamiento, conducciones de agua…  No hace mucho un amigo me decía que la preferencia de su padre, importante empresario, empezaba por la partida de mantenimiento, a la que destinaba anualmente una cantidad considerable que a la larga siempre rentabilizaba, algo que no se practica en la Administración y vemos fácilmente con solo arrancar el coche y darse una vuelta por las ásperas carreteras que tenemos, casi sin capa de rodadura. Ejemplo que es extensivo al cuidado de ventanas, bancos, puertas o bien reposición de baldosas entre otros muchos ejemplos. Los detalles pequeños dicen mucho y muestran si hay voluntad de ahorro, de servicio, de perduración, orden   o al contrario, dejadez, despilfarro, improvisación…Otro tanto se puede decir de muchas de las inversiones que se programan, en las que brilla más la foto y el aplauso del momento que la necesidad y solución del problema, y a todo ello añadamos el sentido presente de muchas de ellas, de cara a la rentabilidad del voto. Mi futuro es el hoy, el presente y esta mentalidad evoca las carencias y negligencias que dificultan nuestro crecimiento. ¡Cuántos proyectos importantes no pueden ver la luz, precisamente porque carecen de las infraestructuras necesarias de agua, alcantarillado, enlaces!¡Del futuro que se ocupen otros!  Esta dinámica lleva a que muchos ayuntamientos, con sus pocos recursos, se vean obligados a asumir obras o responsabilidades que no son suyas, sino de otras administraciones, pero muy urgentes. Reflexión especial merece qué se ha hecho con los fondos mineros, cuyo destino fundamental era la creación de empleo, o qué se está haciendo con los actuales Fondos Europeos. ¿Limpieza de bosques, ríos…?

En esta misma línea sorprende que a mayores subidas de impuestos, nuevos impuestos, mayor recaudación, tengamos las limitaciones que tenemos en las listas de espera médica que lleva a muchas personas a contratar un seguro de sanidad privado, cobertura que ya ha suscrito un 48% de familias, y que da pie a pensar que el llamado Estado del Bienestar no goza de buena salud o está en franca descomposición. Podríamos hablar del inexistente Plan Hidrológico Nacional   o de las muchas inundaciones que ha provocado durante estos años el barranco del Pollo, pero vamos a esperar que den explicaciones  el presidente Mazón, Teresa Rivera y el Presidente Sánchez, después diremos. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿Cuánto se gasta en mantenimiento de las estructuras básicas? ¿Se hace y es una prioridad de la acción de Gobierno??

  Yo sigo prefiriendo la razón a la fuerza, la verdad a la mentira, y reivindico el importante papel que tiene la persona, cada persona en su progreso, el de su familia y el de su región o nación. Después de reivindicar la importancia del mantenimiento solo me queda hacerme eco de este aviso de los expertos : “El tiempo se agota. Si las emisiones siguen así, en seis años el planeta se calentará 1’5º”.

 

                       José Antonio Noval Cueto.




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