Hace ya muchos años, allá por los años treinta del siglo XX,
un martes de Pola, una joven de Lieres, de compras por la villa, en época electoral, escuchó
al político valdesano Don Álvaro de Albornoz unas palabras que a sus
hijos solía repetirnos y que decían: “No sirve subir al poder hombres de mayor
o menor inteligencia, lo que se necesita son hombres que tengan conciencia”… Palabras
que con el paso de los años y con los
acontecimientos que agitan esta Nación de Naciones,- que algunos se han
inventado para favorecer apoyos, abusos y prebendas -, me vienen a la cabeza y
más después de estas inundaciones, riadas, gota negra que ha evidenciado la
gran categoría moral del pueblo español y la indigencia moral de sus dirigentes
políticos, que refleja muy bien esta viñeta de Neto que dice: “Visto lo visto,
¿”Por qué no dejamos la política en manos de los voluntarios?”. La política, la
buena política, la nueva política que diría Ortega, fue la solución a los
problemas de España, allá por la Transición, que favoreció la creación de una
de las épocas de más esplendor, crecimiento y tolerancia de nuestro país. Hoy,
casi cincuenta años después, la política es el problema y los hechos recientes
lo demuestran.
Hace ya muchos años, a finales de los años setenta del siglo
XX, cuando las siglas de algunos partidos tenían el aval de inmunidad, los
delegados de la Facultad de Filosofía y Letras de Oviedo hicieron gestiones
para contratar la actuación de un cantautor de renombre- omito citarlo- que resultaron infructuosas dadas las
exigencias del mismo que pedía hotel con habitación que no diera a patio con
ruidos y una elevadísima cantidad de dinero.
Episodios como éste hacen madurar a uno y bajar del guindo. Siempre he
pasado de etiquetas, del “si yo te contará” tan utilizada por los políticos y
me centro en las personas -ya San Juan Pablo II decía que el auge o declive de
una ideología dependía de las personas-, en los hechos, y como instrumento de
trabajo la búsqueda de la verdad, que existe, que se palpa, que se ve, por
muchas mentiras y bulos que interesadamente se propaguen. La verdad, como
decíamos en nuestros juegos infantiles, siempre “rescampla”. Los tejados de
vidrio tienen poca consistencia y ejemplos tenemos a diario. Hace unos días un
destacado columnista, cual si fuera el mítico alcalde de Móstoles de la
francesada, pedía que la sociedad civil se movilizase, que despertara, que está
en peligro nuestra propia subsistencia. Hay motivos para el desánimo, incluso
provocado por los tacticismos del poder, pero no debemos bajar la guardia.
Debemos reaccionar, pedir explicaciones y responsabilidades. Exigir. ¡Que
muchos de los que nunca han fichado en su trabajo sepan lo que vale un peine! El
gratis no existe, siempre tiene precio.
Llevamos años de tensión institucionalizada más que de
gestión administrativa y esto tiene su reflejo en multitud de aspectos de la
vida diaria, pero especialmente en el apartado del mantenimiento de todo lo que
tenemos y nos es necesario: carreteras, vías del tren, túneles, edificios,
parques, saneamiento, conducciones de agua… No hace mucho un amigo me decía que la
preferencia de su padre, importante empresario, empezaba por la partida de
mantenimiento, a la que destinaba anualmente una cantidad considerable que a la
larga siempre rentabilizaba, algo que no se practica en la Administración y
vemos fácilmente con solo arrancar el coche y darse una vuelta por las ásperas
carreteras que tenemos, casi sin capa de rodadura. Ejemplo que es extensivo al
cuidado de ventanas, bancos, puertas o bien reposición de baldosas entre otros
muchos ejemplos. Los detalles pequeños dicen mucho y muestran si hay voluntad
de ahorro, de servicio, de perduración, orden o al
contrario, dejadez, despilfarro, improvisación…Otro tanto se puede decir de
muchas de las inversiones que se programan, en las que brilla más la foto y el
aplauso del momento que la necesidad y solución del problema, y a todo ello
añadamos el sentido presente de muchas de ellas, de cara a la rentabilidad del
voto. Mi futuro es el hoy, el presente y esta mentalidad evoca las carencias y
negligencias que dificultan nuestro crecimiento. ¡Cuántos proyectos importantes
no pueden ver la luz, precisamente porque carecen de las infraestructuras
necesarias de agua, alcantarillado, enlaces!¡Del futuro que se ocupen otros! Esta dinámica lleva a que muchos
ayuntamientos, con sus pocos recursos, se vean obligados a asumir obras o
responsabilidades que no son suyas, sino de otras administraciones, pero muy
urgentes. Reflexión especial merece qué se ha hecho con los fondos mineros,
cuyo destino fundamental era la creación de empleo, o qué se está haciendo con
los actuales Fondos Europeos. ¿Limpieza de bosques, ríos…?
En esta misma línea sorprende que a mayores subidas de
impuestos, nuevos impuestos, mayor recaudación, tengamos las limitaciones que
tenemos en las listas de espera médica que lleva a muchas personas a contratar
un seguro de sanidad privado, cobertura que ya ha suscrito un 48% de familias,
y que da pie a pensar que el llamado Estado del Bienestar no goza de buena
salud o está en franca descomposición. Podríamos hablar del inexistente Plan
Hidrológico Nacional o de las muchas inundaciones que ha provocado durante
estos años el barranco del Pollo, pero vamos a esperar que den explicaciones el presidente Mazón, Teresa Rivera y el
Presidente Sánchez, después diremos. Pero la pregunta sigue en el aire: ¿Cuánto
se gasta en mantenimiento de las estructuras básicas? ¿Se hace y es una
prioridad de la acción de Gobierno??
Yo sigo prefiriendo
la razón a la fuerza, la verdad a la mentira, y reivindico el importante papel
que tiene la persona, cada persona en su progreso, el de su familia y el de su
región o nación. Después de reivindicar la importancia del mantenimiento solo
me queda hacerme eco de este aviso de los expertos : “El tiempo se agota. Si
las emisiones siguen así, en seis años el planeta se calentará 1’5º”.
José Antonio Noval Cueto.
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