No
descubro nada nuevo si digo que la poesía es el género literario menos
cultivado, menos apreciado en esta sociedad de consumo, donde lo único que
importa es la última novedad, la última etiqueta, donde el pensamiento o es placentero
o no sirve y donde la verdad no se busca, no existe, sólo vale “mi verdad". A
pesar de todo sorprende que grandes prosistas de hoy, como Gabriel García
Márquez o el desaparecido Francisco Umbral reconozcan que su andadura literaria
y periodística ha sido posible gracias a
la tutela de la poesía, a sus lecturas poéticas, y otro tanto se puede decir de
uno de los mejores articulistas actuales como Manuel Alcántara, poeta de
profesión, que con la misma facilidad que toma su café mañanero hilvana las palabras
de su artículo, arropado por los hechos de la actualidad y por su caja de
metáforas, y todo en un tono elegante, armonioso, bello, con el escepticismo
que dan los años y las miserias de algunos humanos. No es ninguna exageración
decir que la mejor prosa es la confeccionada por los poetas, que cuidan la
palabra, la miden, la estrujan, la apuran y consiguen armonías y sorpresas
nunca vistas. Es una prosa musical, equilibrada, sencilla, que enlaza con la
literatura oral, que nos embruja y hace que tengamos ojos e incluso oídos
pendientes de la menor sorpresa, del menor ruido, donde lo que menos importa es
el argumento, el tema, sino la manera de decirlo, de exponerlo, de sentirlo, -
así como no sorprenderse cuando Umbral dice que la risa de Valerio es ortopédica-, y he de confesar que esta prosa
no abunda, son escasos los escritores que nos embriagan con su mensaje, que nos
trasladan a regiones de fantasía y pompas, y entre ellos tengo que citar a un
escritor asturiano ,Xuan Bello, con su “Historia Universal de Paniceiros”,
donde además de disfrutar de su sencilla y rítmica prosa, comprobé que Lugones, mi
paraíso de infancia y niño-dios, citada
esporádicamente en la novela, se
convertía en palabra literaria, entraba en la eternidad que sólo da la buena Literatura, ya que de todos es
sabido que la palabra perdura y más si
es escrita, y más si el libro cotiza, pues las palabras también envejecen como
nosotros, pero muchas, bastantes ,no se jubilan, a lo más cambian de residencia,
y otras muchas ni siquiera eso, son fieles a su origen así el vocablo “pregón”,
que ya aparece en el Cantar de Mío Cid, (1140), que en su estrofa 72 dice: “Por Aragón
e por Navarra pregón mandó echar, a tierras de Castilla enbió sos mensajes…”
¿Quién
decide si una palabra fallece o cambia de residencia o significado? Nosotros y
lo más grave, es que lo hacemos sin darnos cuenta. Pues bien si es propiedad
del poeta conjuntar el presente, pasado y el futuro y convertir en palabras
emociones, vivencias, sentimientos y con oficio,
como artesano de la palabra, convertir lo temporal en intemporal, en
sustancia que sirva de alimento perpetuo para todos, permítaseme animaros a que
leamos algo de poesía, y más ahora en verano, donde la luz, la claridad
iluminan el denso contenido de los versos, y en ese leer y recordar dejemos un
hueco para un poeta nuestro, Don Cándido Sánchez Gutiérrez, que inmortalizó en
versos multitud de escenas y personajes que impregnan nuestra retinas pues no
hay máquina fotográfica que lo refleje mejor, pues la creatividad no es
técnica, sino algo más, ese algo más que invita a disfrutar de la obra
sencilla, natural, compresiva de un poeta de tronío, como Cándido, cuyos versos
y prosa hablan de Siero y sus gentes, y
más concretamente de Pola. ¡Qué su obra no fallezca y perdure depende de nosotros!
José Antonio Noval Cueto.
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